La Italia que no cesa, la que cosió a Ganna con Baroncini, festejó el rayo de Elisa Balsamo, la inesperada campeona del Mundo. La italiana alzó los brazos y Marianne Vos, la grandiosa neerlandesa, agachó la cabeza, contrariada. La rabia y la pena mezcladas en la coctelera de la derrota en Lovaina, donde la polaca Katarzyna Niewiadoma alcanzó el bronce. No encontró consuelo Vos mientras Balsamo reía en todas las direcciones, inmensamente feliz, incrédula ante semejante gesta. Lloró su alegría. “Necesitaré un mes para creérmelo. Es increíble. No tengo palabras para expresarlo”, acertó a decir la italiana, con los ojos vidriosos, húmedos en la dicha arcoíris, un logro inopinado.

Nadie esperaba a Balsamo subida al arcoíris, que había vestido a las neerlandesas en las tres últimas ediciones. Anna van der Breggen (2018 y 2020) y Annemiek van Vleuten (2019). En realidad tampoco ella aguardaba un logro semejante. Esas son las mejores victorias. Balsamo se desató en el esprint de las elegidas, un puñado de corredoras de las que trató de huir Mavi García, fundida al final después de buscar una quimera con arrojo. Fue un acto de fe el triunfo de la italiana. La Epifanía en Lovaina. Balsamo encontró el cielo. La italiana pudo con Vos y tumbó a la selección neerlandesa, la más fuerte hasta que asomó el entusiasmo de Balsamo, cicuta para Vos.

En el Mundial, que no deja de ser un ruleta rusa, no siempre se impone la lógica. Menos si cabe cuando reina el desorden. Por eso venció Balsamo, apoyada en la vieja sabiduría italiana. La escuela de hacer de las migas un banquete. La supervivenci como método. La selección azzurra corrió sin exponerse para acudir a la cita con la gloria en el momento exacto. Gestionaron la carrera para saltar la banca. La dorada Vos, tres oros y seis platas en los Mundiales, nunca pensó en que Balsamo, once años más joven que ella, sería una rival de entidad.

Vos equivocó el cálculo. Se cosió a la rueda de la italiana, pero no pudo remontar a Balsamo, a la que empujaba toda Italia. Se le apagó la fuerza a la neerlandesa en una llegada con el mentón elevado que le desfiguró. Cimbreó la bici de este a oeste pero no avanzó lo suficiente. Arrastró el peso de su leyenda, enorme. Balsamo, la primera en arrancar, se mantuvo firme. No concedió ni un palmo en el vis a vis con la temible Vos. La perseverancia y la confianza en sí misma le llevaron al Olimpo. Se subió al arcoíris de un respingo.