l fallecimiento de Antón Barrutia, director del equipo Kas en sus años gloriosos, me hace revivir los avatares de ese equipo ciclista vasco. Aunque yo era pequeño para valorar sus méritos como director, no se me olvida cómo sus corredores me hacían vibrar de emoción. Recuerdo su maillot amarillo y azul, sobre su bella e inconfundible bicicleta, de color gris oscuro metalizado, con una franja amarilla en el centro del tubo vertical del cuadro y otra en el frontal. Ha habido otros grupos muy bien organizados para servir a un líder; el Banesto, el US Postal (luego Discovery), el Sky, el Inneos, pero en el Kas todos eran figuras, todos eran iguales, y cualquiera podía vencer, Fuente, Perurena, Lasa, López Carril, Galdós, Gandarias, González Linares, corredores de una década prodigiosa en la escuadra vitoriana. Lástima que se toparan con el caníbal, con Merckx, sino, el número de triunfos se hubiera ampliado en calidad y cantidad. Todos ganaban: López Carril, tercero en el Tour de 1974, tras Merckx y Poulidor; González Linares, poseedor del récord, con sus cuatro triunfos en la general, de victorias en la Itzulia; Lasa, victorioso en innumerables carreras; Galdós, segundo en el Giro; pero, sobre todo, Perurena y Fuente.

Txomin Perurena, un ciclista que dominaba todas las artes del ciclismo, el esprint, la montaña, las escapadas. Era muy bueno acertando con las fugas, porque tenía un gran instinto en carrera para saber cuándo se estaba dilucidando el triunfo, o cuando lo que ocurría no revestía peligro. Tenía tal sentido de la orientación en ruta, que Barrutia le había convertido en el capitán del Kas dentro del pelotón. Barrutia le consultaba decisiones de carrera, si había que consentir o no tal o cual escapada. Y a veces era él, y no el director desde el coche, quien decidía cuando había que tirar, intentar fugarse y con quien, o ensayar un abanico. Txomin sabía leer las carreras y a eso se debe también su elevando número de triunfos, siendo, todos lo decían, un gran corredor de equipo, sin importarle sacrificar sus opciones de victoria si vencía un compañero.

Fuente fue el ciclista que más hizo sufrir a Merckx. Era espectacular cómo subía los puertos, pleno de potencia. Pero sufría frecuentes desfallecimientos, lo que en el argot ciclista se llaman pájaras. Es lo que le impidió vencer a Merckx en 1974, cuando le tenía al borde del KO. En ese Giro había hecho verdaderas exhibiciones en la montaña, y parecía que el triunfo final no se le iba a escapar. Marchaba de líder, con una amplia renta sobre el caníbal, suficiente para llevarse el triunfo final. Pero en una etapa aparentemente anodina, camino de San Remo, entre los repechos, túneles y curvas de la costa, bajo un día infernal de frío y lluvia, pilló una pájara descomunal, que le distanció en más de siete minutos de Merckx. Se decía que no se cuidaba, cuando la realidad era que padecía una nefropatía y no le funcionaban bien los riñones. Si se olvidaba de comer y beber en condiciones sufría carencias repentinas de glucosa y de potasio. Situaciones que, además de pájaras, le desencadenaban calambres, una dolencia que le persiguió siempre. Lo que sí es cierto es que fumaba. En la mesilla de cada hotel no faltaba una cajetilla de tabaco negro

Quizá el Movistar de Unzué sea el conjunto más parecido al Kas, por su espíritu colectivo, de equipo, de valores colaborativos. Tiene corredores de similares características, completos, escaladores, duros, como Valverde, Mas, Soler, Erviti, López, y piensa siempre en la unión, en lo común del grupo, al que subordina las individualidades. Aunque le falta el punch ganador de aquellos ciclistas de Barrutia. En el Movistar, Valverde representa un papel de capitán de ruta similar al de Txomin en el Kas, y por eso creo que en el equipo deben temer su retirada.

El Tour quedó resuelto en las montañas alpinas, por la gran diferencia que obtuvo Pogacar con sus exhibiciones. En los Pirineos se ha impuesto, ganando con brillantez en las dos cumbres, el col de Portet y Luz Ardiden, pero sin la superioridad aplastante de los Alpes. Cuando atacaba, no conseguía escaparse de Carapaz y Vingegaard, venciéndoles al esprint. Solo resta la emoción por la disputa del segundo y el tercer puesto.

El Tourmalet nunca decepciona, y su dureza siempre se cobra víctimas inesperadas, ayer fue la del colombiano Rigoberto Urán, que cogió una pájara monumental, llegó a más de ocho minutos, y perdió todas sus opciones de podio. Del Tourmalet recuerdo con cariño mi primera visita, siendo un niño. Veraneaba con mis padres en el Pirineo y no les dejé en paz hasta que me llevaron de excursión para subir, en coche, al Aubisque y el Tourmalet. Quería ver aquellas pendientes por las que luchaban los campeones, imaginármelos allí, en el mismo lugar de sus hazañas. Fue un acontecimiento que me marcó, y que me animó más a ser ciclista. Ahora me doy cuenta de que ya entonces veía y vivía un ciclismo análogo, lleno de correspondencias con la historia, con los lugares, con los paisajes de las gestas, y que todo ello, todos sus ecos, me lanzaban al sueño, despertaban en mí un universo imaginativo paralelo, un sinfín de evocaciones. Un ciclismo como el que describo en estos artículos.

A rueda

En el Kas todos eran figuras, todos eran iguales, y cualquiera podía vencer, Fuente, Perurena, Lasa, López Carril, Galdós, Gandarias, Linares, ciclistas de una década prodigiosa