- Ocho años después, el maillot naranja del Euskaltel-Euskadi regresa hoy a la élite del ciclismo mundial. La escuadra vasca disputa esta semana, en calidad de invitada, la Volta a Catalunya, en lo que supone su primera participación en una carrera de categoría World Tour desde 2013. En el horizonte esperan también Itzulia y Vuelta a España, pero estar presentes esta mañana en la salida de Calella no deja de suponer un hito. Un hito inicialmente programado para 2020 y cuya consecución entonces se llevó por delante la pandemia. "Muy muy muy ilusionado", enfatizando con su voz los tres "muy", atiende la llamada de este diario Jesús Ezkurdia, mánager general del equipo.

Por fin.

-El regreso del Euskaltel a una prueba del World Tour se ha retrasado un año, debido a la crisis del coronavirus. Y esto lo ha convertido en más ansiado aún. Encaramos la Volta y lo que vendrá después con unas sensaciones magníficas. Así que puede decirse que la espera ha merecido la pena.

¿Perjudicó especialmente a su proyecto el parón del año pasado por estas fechas?

-Pasó lo que pasó, a nivel social y en un ámbito mundial. Todo se detuvo. Y nosotros podemos mirar a aquello desde dos primas. Por un lado, es cierto que, al comenzar marzo de 2020, estábamos como en una nube: el equipo había iniciado muy bien la temporada y además habíamos firmado el contrato que más ilusión nos hacía, el de la esponsorización de Euskaltel. Volvíamos a ser la marea naranja. Evidentemente, sufrir un parón en semejante situación fue una especie de faena. Pero luego tomas un poco de perspectiva, te das cuenta de que está muriendo mucha gente y sientes hasta vergüenza por quejarte de consecuencias como las que nos afectaron a nosotros, deportivas principalmente.

Llevaron bien lo de la pandemia.

-El mayor problema lo tuvieron los corredores. Genéticamente, son chavales hechos para competir. Y, por muy bien que les pintaras la cosa, explicándoles que este es un proyecto que mira al medio y al largo plazo, necesitaban correr. Si no lo hacen, no son felices. Ahora, por fin, volvemos a estar presentes en las mejores carreras. Y nuestra mayor alegría al respecto la sentimos pensando en dos colectivos: la afición y nuestros propios ciclistas. Porque la gente necesita ver a su equipo en el pelotón de una Volta o de una Itzulia. Y porque los mismos corredores necesitan pegarse en la carretera con los mejores del mundo.

¿Ha nacido un nuevo ciclismo esta temporada?

-Yo creo que ha nacido un nuevo ciclismo, pero también pienso que este nuevo ciclismo no es exclusivo de 2021. Mira cómo empezó la temporada pasada, antes del parón: Fugslang ganando en Andalucía, Nairo Quintana arrasando en sus primeras carreras en Europa... Ahora el nivel es impresionante en cualquier carrera. Hace dos semanas, nosotros fuimos a Italia a disputar dos clásicas, y en la primera de ellas, el Trofeo Laigueglia, arrancó un tal Egan Bernal a 60 kilómetros de meta. Le respondieron Landa, Nibali y Ciccone. Y el Deceuninck no tardó en poner a trabajar a todo su bloque. Te estoy hablando de una prueba en concreto. Pero se trata de la tónica general. Vivimos ya un nuevo ciclismo, más atractivo y espectacular, al que nos vamos a tener que adaptar.

Los grandes no dejan casi ni las migajas. Se compite siempre a fuego. ¿Así es más fácil o más difícil que aprendan a ser ciclistas los chavales del Euskaltel?

-Así se aprende muchísimo más. No me cabe ninguna duda. De hecho, en cierto modo desaparece así el gran problema que teníamos hasta hace nada con nuestros corredores.

¿Y cuál era ese problema?

-Pues que la forma de correr que se daba de forma predominante en el ciclismo profesional nos llevaba a un esquema de carrera en el que se aprendía muy poquito. Casi todas las competiciones eran iguales: se salía, había batalla por coger una fuga, se formaba la escapada y ya no ocurría nada más hasta que faltaban, pongamos, 50 kilómetros para la llegada. Entonces empezaban a apretar determinados equipos hasta la meta. Y ahí se terminaba todo. ¿Qué pasaba? Que así un chaval no aprendía gran cosa, porque la carrera no le deparaba situaciones tácticas complejas.

¿Ahora sí las hay?

-Sí, porque a los equipos les cuesta mucho más controlar las pruebas. Un ataque del propio Bernal o de Van der Poel es difícilmente controlable. Ahí ya tienen que responder los líderes. Mira, en la segunda clásica que corrimos en Italia, el Industria&Artigianato, atacó Txomin Juaristi a 30 kilómetros de meta, y salió inmediatamente a su rueda Matej Mohoric, todo un ganador de etapa en el Giro y en la Vuelta. Aquí cada uno da su máximo siempre, y esto supone un aprendizaje brutal, porque en las carreras ya no hay un guión preestablecido.

En cualquier caso, el equipo sigue apostando también por ciclistas con experiencia como Luis Ángel Maté, para apoyar igualmente el crecimiento de los jóvenes.

-Es que, hasta hace unos años, la experiencia se adquiría a base de competir. No me voy muy lejos, ¿eh? Me refiero a la época en la que dieron el salto los hermanos Izagirre o Pello Bilbao, por ejemplo. Entonces, los ciclistas jóvenes corrían muchas pruebas de segundo nivel y casi todo el mundo disponía de unos 60 días de competición por temporada. Pero ahora, si un chaval termina el año con 30 carreras en las piernas, ya estamos hablando de un cifra muy decente. Los grandes líderes han pasado a presentarse en la salida del Tour con 15-20 días de competición, ya no con 50, y dan el máximo cada vez que se ponen un dorsal.

¿Qué supone todo esto para el proceso de formación de los corredores?

-El ciclismo ha cambiado. Ya no se compite tanto. Y lo notan mucho nuestros corredores jóvenes. Un ciclista sub-23 vasco tiene 50 pruebas al año para disputar en un radio de 100 kilómetros. Esto provoca que su cuerpo se acostumbre a adquirir la forma corriendo carreras. Pero claro, si luego pasa a profesionales y ve reducido su calendario... Por eso fichamos a veteranos que enseñen el oficio a los jóvenes, antes, durante y después de las competiciones. Por eso un Luis Ángel Maté es fundamental para nosotros.

El malagueño ha estado concentrado en Sierra Nevada con otros compañeros.

-Ahí tienes otra aportación. Nuestros corredores no han solido marcharse fuera para entrenar. Y ahora ya empiezan a hacerlo, porque saben que tienen que estar a tope cuando vuelvan a competir. Ya nadie va a pasear a las carreras. Estas concentraciones son necesarias para crecer y para que cada cual evalúe su progresión. Porque, con un calendario como el actual, a nada que tengas algo de mala suerte y te veas obligado a retirarte, sin un equipo en el que correr, cuelgas la bici después de cuatro años como profesional y no sabes realmente si eres buen o mal ciclista.

¿Sube bien preparado el corredor sub-23 procedente del circuito vasco-navarro? Abundan en él las distancias cortas. Y en otras partes del mundo surgen corredores sumamente precoces.

-En mi opinión, el modelo ideal es el nuestro, pero existe un problema al respecto: no tenemos paciencia. Resulta injusto comparar los 23 años del ciclista vasco con los del colombiano, el italiano o el esloveno, por una mera cuestión cultural. Los chavales de aquí viven en casa, estudian, hacen su vida social, se entrenan... Pero los jóvenes de otros lugares se mueven desde edades muy tempranas para intentar desarrollar su carrera. Mira, por ejemplo, a Vincenzo Nibali, que con 16 años dejó Sicilia para instalarse en la Toscana. A eso me refiero.

Y aún así estima que nuestro modelo es el adecuado.

-Sí, yo creo que es el adecuado. Pero también te reconozco que vamos contracorriente y que esto nos penaliza. ¿Cómo darle la vuelta? Pues no lo sé. Hay voces que reclaman que los mayores de 26 años puedan competir en nuestras carreras del calendario amateur. Yo no sé qué opinar al respecto. Sobre lo de las distancias y el perfil de estas pruebas, sí pienso que podríamos caminar hacia un punto intermedio, en el que las competiciones no resultaran duras en exceso pero sí algo más largas, porque luego el contraste en profesionales se hace demasiado grande.

Hablamos de cuestiones profundas que tocará gestionar en el largo plazo. ¿Puede permitirse su proyecto trabajar a años vista? La esponsorización de Euskaltel está cerrada hasta 2023.

-Cuando firmas un contrato, hay que ponerle una fecha de finalización. Lo suscribimos en 2020 y a día de hoy, en los tiempos que corren, cuatro años parecen incluso muchos. ¿Qué habrá más allá? Para seguir avanzando tocará antes consolidar el proyecto, ver que tenemos mimbres para hacer un equipo grande y sentir que la afición está detrás, empujando. Esa fecha de 2023, en cualquier caso, no implica un punto final. De hecho, conforme poco a poco nos acercamos a ella, más ilusión tenemos y sentimos.

¿Cómo quieren crear ese "equipo grande"? ¿Formando corredores, fichándolos o haciendo ambas cosas?

-Hace equis años salieron los Gorospe y compañía. Luego vino la generación de los Iban Mayo, Haimar Zubeldia o Joseba Beloki. Y años después aparecieron Landa, los Izagirre, Pello Bilbao... No quedó ahí la cosa, porque tú repasas la lista de participantes del sábado en la Milán-San Remo y ves que Alex Aranburu lideró a un buen equipo del World Tour como el Astana. ¿Por qué no van a seguir saliendo ciclistas de nuestra cantera? Si siempre lo han hecho, no hay motivos para pensar en que vaya a dejar de ser así. El futuro Omar Fraile o el futuro Alex Aranburu ya existe. Solo necesita un escaparate, una plataforma. Y creemos que nosotros podemos ofrecer precisamente esto a los chavales. La lástima reside en que nuestro ciclismo ha perdido varios años por el camino, sin esa punta de lanza. Pero ahora la tenemos.

¿Esperan poder retener en el equipo a esos futuros talentos?

-La materia prima existe. A partir de ahí, nosotros, como proyecto, llegaremos hasta donde quieran las empresas y la afición vasca.

¿Sienten el calor de la marea naranja pese a que aún no ha podido congregarse en las cunetas?

-A raíz de recibir la invitación para la próxima Vuelta a España, hemos empezado a percibir que sí, que la gente está ahí, digamos que en silencio pero súper ilusionada. Es una pena que este camino que hemos emprendido haya coincidido en el tiempo con una pandemia, con la imposibilidad de que haya público en las carreras y con la suspensión de determinadas pruebas. Porque no podemos negar que, por mucho que hayamos trabajado, hasta la fecha hemos sido invisibles.

Vuelvo aquí al inicio de la entrevista. ¿Ayuda a paliar esta invisibilidad la participación en carreras del World Tour?

-Rotundamente sí. De esta misma Volta a Catalunya, por ejemplo, nos ilusiona más el escaparate que la propia participación. Al fin y al cabo, ya hemos competido contra ciclistas de primer nivel en pruebas como Andalucía, Comunitat Valenciana o Burgos. La diferencia ahora respecto a estas pruebas reside en que la exposición va a ser mayor. El artículo que vayas a escribir tú mismo en el periódico sobre la carrera de Catalunya será más grande que el de una Paris-Troyes, por ejemplo. Y esto hace que la afición se interese más por nosotros.

Después, dentro de dos semanas, llegará la Itzulia.

-Lo recuerdas y se me pone la piel de gallina. Disputaremos la carrera con la que todos nuestros ciclistas soñaban desde niños. ¿Quién no ha ido nunca a Arrate para ver una etapa? Ellos ahí estaban con ocho, diez o doce años. Y dentro de quince días serán los protagonistas.

"Este deporte ha cambiado. Ya no se compite tanto como antes. Y nuestros jóvenes, acostumbrados a correr, lo están notando mucho"

"Pienso que el modelo de cantera que tenemos aquí es el adecuado, pero nos implica ir a contracorriente, y esto supone un hándicap"

"En Euskadi siempre han salido ciclistas, y van a seguir haciéndolo. Solo necesitan un escaparate que ha faltado durante años"