El descenso del Col de Menté fue la lápida de Luis Ocaña en el Tour de 1971. El genio atormentado se estrelló en medio de la tempestad. Menté es para el arcano del Tour el maillot amarillo ensangrentado de Ocaña. Tres décadas después, Sivakov comandó la bajada maldita en un día soleado tras revolcarse de dolor en Niza, cuando arrastró su cuerpo por el lúgubre asfalto. Contrariado y rabioso, Sivakov continuó en carrera. El ruso había recuperado la salud y el optimismo y enfilaba el descenso del pelotón en busca de Balès. Perseguía una aventura que se había alejado para siempre, hasta Loudenvielle. Allí venció Nans Peters y se subrayó la candidatura de Tadej Pogacar, encorajinado y pleno de energía en su remontada. El veinteañero no está dispuesto a pedir permiso. Tampoco a esperar. Vive deprisa. Arrancó más de 30 segundos de las montañas. "Vi que los rivales se iban mirando y que iban al límite, por lo que tuve la oportunidad de atacar. Aceleré a fondo durante los últimos cinco kilómetros hasta la cima", dijo el corredor esloveno. La jerarquía no va con él. Juventud al poder.

Pogacar no se oculta. Apunta a París. El esloveno, insolente e inconformista, remendó su derrota en los abanicos, cuando quedó atrapado en el cepo del Ineos. Landa, otro ciclista que defiende la estirpe de la valentía, fantaseó con ello, pero a su despegue le faltó potencia. "Ahora mismo, sin llegar a atacar mucho, se va haciendo una selección", dijo el alavés, que paga con intereses de prestamista el error del viernes. Pogacar esperó al Peyresourde, cuando las vigas de los favoritos crujían tras la corrosión de Balès (11,7 km. al 7,7%), para quitarse rebajar su deuda. Burbujeante, se desmarcó del rebaño de favoritos, comprimidos en la igualdad. El primer pulso de los Pirineos enmarcó el remonte de Pogacar, la igualdad entre los jerarcas, el desfallecimiento de Dumoulin y el desplome de Pinot.

El golpe de Niza se le reprodujo a Pinot en Balès. El espinazo del francés no lo soportó. Otra vez vapuleado por el Tour. Sus mosqueteros le consolaron. Saben cómo hacerlo. Vivieron la misma escena el pasado año. Las penas en familia lo son menos. Y los jolgorios, mayores. En eso estaban en el Jumbo, que se reunió alrededor de Gesink, sabio y duro en Balès. Al espumoso Kuss no le sentó bien la fiesta. Resaca. Van Aert, el hombre orquesta, puso la música en el tramo final de la montaña. Su compás dejó sin baile a más de uno. Protegidos Roglic y Dumoulin, el resto no molestó. Los favoritos se taparon con la manta de la prudencia en un puerto rudo, de barba cerrada y pelo en pecho. Yates, el líder, se subió a la grupa de los neerlandeses, lo mismo que Bernal y Carapaz, los únicos representantes del Ineos.

La escuadra británica no manda en este Tour. A la expectativa. La misma pose que mantuvo Landa lejos del viento, cerca del aire puro de los Pirineos. Quintana estaba feliz en su medio. No tanto Bernal, atascado, trompicado. Van Aert pilotó el descenso de Balès a todo trapo. El belga entregó la mercancía en el Peyresourde (9,7 km. al 7,8%), donde tomó la bandera Tom Dumoulin, convertido en mayordomo de Roglic. El Tour le arrancó los galones. Fuera caretas. Se equivocaron los neerlandeses. Un ataque de soberbia, quizás. Ardió Dumoulin. Los favoritos, acartonados, se arremolinaron en fila de a uno. Dumoulin se puso el buzo de trabajo. Oficial de primera. Lamariposa de Maastrich picó como una abeja, pero una vez clavado el aguijón, murió. Valverde y Soler padecieron el picotazo. También Mas.

Laminado el grupo de pretendientes al trono de París, Pogacar se disparó. El esloveno es un resorte. Insolente y provocador. Quintana y Roglic se abalanzaron sobre él. Landa y el resto tomaron aire para asumir el empuje de Pogacar. Se unificaron poco después. Pogacar, inconformista, rebelde y valiente, arrancó nuevamente entre los favoritos. Orgullo y pasión. Landa y Porte, que también penaron en el viento, batieron las alas. El escalador de Murgia quiso ajustar cuentas, pero no le alcanzó. "El ritmo es altísimo y el desgaste se está acumulando en nuestras piernas", confesó Landa. En las montañas de su infancia, en los Pirineos, entre ikurriñas y visiones de la marea naranja con mascarilla, Landa quería responder a la afrenta del día anterior.

Guillaume Martin atizó en el retrovisor. Se alteró el pulso entre los jerarcas cerca de la cumbre. Roglic, Quintana, Urán, López y un renqueante Bernal se cosieron al francés con esfuerzo. Todos a la caza de Pogacar, en busca y captura.

A una baldosa de la corona del Peyresourde, Quintana, rejuvenecido tras su salida del Movistar, se propulsó con entusiasmo. Roglic, un velcro, se pegó al envite del colombiano. El esloveno, hombre pájaro, no tardó en dar con el rastro de Mikel Landa y Porte en la bajada. Poco más tarde, Rigoberto Urán, excelso, rapeló con Bernal, Yates, López, Bardet, Martin€ Encolados todos se posaron en Loudenvielle, donde Pogacar aceleró el Tour.

Adam Yates continúa liderando la clasificación general, con tres segundos de ventaja sobre Primoz Roglic