donostia - Su lema es “Los fuertes nunca se rinden”. Su vida no ha sido fácil. Con 8 años se rompió un hueso del talón de su pie derecho y un curandero le salvó con una crema. Fue una solución a la desesperada, porque los médicos de Georgia le habían dicho que quizás no volviera a andar normal y la operación en Alemania no había salido bien. “Me salvó la vida. Fue un milagro”, recuerda. Con 14 falleció su padre y con 15 fichó por el Sevilla. Cuando mejor estaba en el Andorra, una lesión le hizo estar 17 meses sin jugar. Pero no se queja: “Estoy agradecido con lo que tengo”.

30 puntos y 37 de valoración contra el Breogán. ¿Se quedó con ganas de ser el MVP de la jornada?

-La verdad es que sí, una putada (se ríe). Estuve viendo el partido del UCAM Murcia contra el Zaragoza. Pensaba que era complicado superar mi valoración, pero Askia (Booker) lo metió todo, increíble, se lo mereció. Pero pienso en nuestra victoria y estoy contento porque estamos aquí para ganar. Hubiera sido bonito, pero no pasa nada, no voy a ser mejor o peor por eso.

Por fin está bien físicamente.

-Bueno, puedo estar mejor aún porque voy de menos a más. Estoy trabajando mucho con el cuerpo técnico, con los fisios, con el preparador físico, todos me están ayudando mucho para que esté mejor física y mentalmente. Me costó empezar, tampoco esperaba en la primera jornada jugar 30 minutos y meter 20 puntos, pero con trabajo sabía que iba a llegar mi momento. Mi principal objetivo sigue siendo ayudar al equipo al máximo para salvarnos.

Estuvo 17 meses sin jugar un partido hasta que regresó a las canchas en pretemporada. ¿Tuvo dudas en este largo proceso?

-Sí, claro que tuve dudas, sobre todo al principio de la temporada. La rodilla me molestaba un día, al siguiente estaba bien, después me volvía a molestar... y me entraban dudas. Pero me he ido adaptando, no es fácil volver a jugar después de 17 meses. La rehabilitación y todo eso es duro y te machaca mentalmente, pero lo realmente duro es volver a la cancha y sentirte bien. Al principio, no todo te sale bien porque llevas mucho tiempo parado. Ahora creo que puedo ser incluso mejor jugador que antes. Acabo de cumplir 25 años y tengo mucho margen. Estoy en el camino correcto.

¿Qué tenía exactamente en la rodilla derecha?

-Tenía un desgaste en el cartílago. Muchos jugadores de basket lo tienen, pero a algunos no les provoca dolor. A mí sí me dolía. Hice muchos tratamientos y al final me operé en Vitoria. Después de ocho o nueve meses de rehabilitación, me volvió a pasar lo mismo en el otro lado de la rodilla, aunque esta vez fue una cirugía menso agresiva y solo estuve de baja tres meses más. Pero así pasó una temporada entera sin jugar, ni siquiera entrené con el equipo.

En verano le llamó el GBC.

-Es lógico que el Andorra tuviera dudas conmigo, y decidió rescindir el contrato. Me acuerdo que una noche me llamó mi agente y me dijo que tenía una oferta del GBC. Qué piensas?, me preguntó. Me acuerdo muy bien. Le dije: Voy. Quería recuperarme, ponerme bien y jugar. Me alegré porque era ACB. Estoy súper agradecido al club, que ha trabajado conmigo desde el día uno para poder salir a la cancha. He metido muchas horas con Lander Castro y con Igor Rodríguez, que han hecho todo lo posible y lo imposible conmigo: piscina, gimnasio, pista, correr, playa, técnica de apoyos...

Esa no es la primera dificultad que supera en su vida. Tuvo una infancia complicada con las lesiones.

-Con 8 años primero me rompí un hueso del talón derecho y luego del izquierdo. Yo era un niño pesado, era gordito y no apoyaba bien al correr. Las condiciones para entrenar tampoco eran buenas, es difícil de creer si no has visto algo así. Te caías y te clavabas las astillas de la madera y en el tablero había agujeros de balas por la guerra en mi país. Las ventanas estaban rotas y entraban los árboles, en invierno hacía mucho frío. Me rompí un hueso del talón jugando. Fui a Alemania a operarme. Mis padres vendieron cosas para poder pagar el viaje, la estancia con mi madre y la operación. No sé cuánto costó, pero mucho. Pero seguía sin poder andar y un día una compañera de trabajo le dijo a mi madre que le habían hablado de un anciano en un pueblo que trataba huesos rotos.

Y fueron allí.

Me acuerdo que llegamos y me pareció una persona súper buena. Se llama Shota. Me dijo: Hijo, nunca he tenido un caso así, pero creo que puedo salvarte. Y en quince días ya podía apoyar el pie. El primer día me puso una crema y me hizo un vendaje, y cada cinco días tenía que volver. En tres sesiones ya podía apoyar el pie y en 20 o 25 días estaba jugando de nuevo a baloncesto. Increíble. No sé qué hizo esa crema, pero me salvó la vida. Un milagro. Mi familia siempre ha sido religiosa, pero yo desde entonces creo en milagros. Porque los doctores en Georgia les dijeron a mis padres: Rezad para que Beqa pueda volver a andar normal en su vida.

¿Cómo iba a visitar al curandero?

-Íbamos en minibus desde Tiblisi hasta el pueblo, pero la carretera no llegaba hasta la casa del anciano, y teníamos que hacer el último tramo andando por un camino de piedras y barro. Yo no podía andar, así que mi madre me subía a su espalda y me llevaba así. Mi madre era muy fuerte. En todos los sentidos. Un par de veces pasó algún coche y nos ofreció llevarnos. Por eso aprecio mucho los detalles de la gente, que una persona te ayude sin pedir nada a cambio. Y así llegábamos a su casa y después vuelta y autobús hasta Tbilisi, donde vivíamos. Eso cuando me rompí el hueso del pie derecho. Cuando me rompí el del izquierdo, ya fui directamente donde Shota.

¿Lo ha vuelto a visitar desde entonces?

-Sí, sí que hemos ido a visitarle, sobre todo durante los veranos. Ahora le llamamos por teléfono. No está trabajando porque es muy mayor, pero sus hijos siguen haciendo lo mismo. Esta crema ha ayudado a mucha gente. Yo fui el primer deportista que me traté con este señor y desde entonces hemos intentado que los deportistas le conozcan y ha ido mucha gente donde él.

¿Cómo llevaba usted, con 8 años, no poder ni andar hasta que le curó este hombre?

-Es que no lo veía como algo imposible de superar, mis padres me enseñaban a ver el mundo de forma positiva. No me acuerdo de todo, pero creo que tampoco tuve un día muy malo de frustración, de quejarme. Era feliz porque mis amigos subían a casa y jugábamos. Conseguimos muletas e iba al colegio, me gustaba estudiar. Lo que me importaba era ponerme bien y entrenar con mis compañeros, disfrutar del baloncesto. No pensaba en que iba a ser profesional ni nada, simplemente me gustaba ir a entrenar.

Con 14 años recibió otro golpe muy duro con el fallecimiento de su padre.

-El 3 de enero había cumplido 14 años y el día 20 llamé a mi madre al salir del entrenamiento, como hacía siempre, para decirle que ya había terminado. Le dije que mis amigos se quedaban en el pabellón a jugar más y si podía quedarme. Quédate todo lo que quieras, me respondió. Fue raro, porque nunca me había dejado. Y yo tan contento. Volví dos horas y pico después y encontré al mejor amigo de mi padre en la puerta. Me abrazó y me dijo: Beqa, tu padre ha fallecido. Entré en casa y mi madre estaba en shock. Me dijo: Beqa, no sé qué hacer. Tuve miedo por ver a mi madre así. Así que con catorce años ya era el hombre de la casa. Seguimos adelante mi madre y yo.

Con 15 años dejó Georgia y se vino a España.

-No fue fácil la decisión ni para mí ni para mi madre. Jugué el Europeo sub’16 de categoría B. Lo hice bastante bien y recibí ofertas. La mejor era la del Sevilla. Mi madre me dejó venir. Demostró una vez más lo fuerte que es porque se quedaba sola, pero me dijo que ya esperaba que llegara este momento. El basket era mi vida, no puedo transmitir cómo me gustaba. Dormía con el balón y veía 24 horas partidos y vídeos de basket y en el entrenamiento intentaba imitar. Vine con 15 años. No fue fácil al principio, pero con el objetivo que venía se me olvidaba todo.

Aprendió un castellano andaluz.

-Sí, sí, aprendí castellano de una chica de Sevilla, pero de Sevilla de acento fuerte. Eso tiene doble mérito, ¿eh? Pero la manera que tenía de enseñar me encantaba. Todos los extranjeros de la cantera teníamos clase cuatro días a la semana. Cuando llegué no sabía ni decir hola y en cinco meses empecé a hablar, la gente que tenía alrededor me ayudó. Vivía en una residencia en la que había también estudiantes, pero una planta entera era para los jugadores de cantera del Sevilla, desde los trece años hasta los 18. Hice muy buenos amigos, tengo recuerdos increíbles de aquellos años y esa gente.

En el Sevilla estuvo de 2010 a 2014, año en el que se fue a Coruña, en LEB Oro.

-Llegó un nuevo dueño al Sevilla, cambió mucha gente en el club y yo tenía un año más de contrato. Nadie me llamó en todo el verano, pedí que me llamaran y el 2 de septiembre, cuando había empezado la pretemporada en todos lados, me dijeron que no contaban conmigo. Jugué un partido más con la selección y volví a Sevilla porque tenía contrato y no tenía en ese momento otra oferta. Al mes fui a A Coruña. Lo hicimos bien allí, sobre todo el segundo año.

Fichó por el Andorra, donde jugó a gran nivel el primer año.

-Desde el principio me encontré muy bien. Estaba un poco underrated (subestimado) porque venía de la LEB Oro, pero hice partidos buenos y yo sentía que ayudaba al equipo a ganar. Nos metimos en Copa y en play-off. Fue un gran año y la lesión fue un palo, estaba muy bien. Espero que sea mi última lesión grande. Algo así te hunde. A una cosa buena le persigue una mala, es la vida, pero que me dejé disfrutar un poco del basket. Mi mentalidad es que siempre se puede. Estoy agradecido con lo que tengo.

Su lema es: ‘Los fuertes nunca se rinden’.

-Eso es. Strongs never quit. Es mi vida, mi madre me ha enseñado esto, no con palabras, sino con hechos.

¿Se salva el GBC?

-Espero que sí. Es difícil porque el siguiente nos saca dos victorias, pero, si hay una mínima oportunidad, se puede. Tenemos que hacer un muy buen trabajo. Está siendo un año difícil. No he vivido nunca una experiencia así. Cuando ganamos, los rivales directos también ganan. Y después están las tres derrotas en la prórroga. Y en otros partidos hemos competido, pero no los 40 minutos. Hemos dejado escapar oportunidades que teníamos en nuestras manos y ahora lo veríamos un poco distinto. A ver si podemos volver a jugar como contra el Breogán.