hondarribia - El despertador suena a las 6.30 de la mañana. Ion Areitio se reconoce dormilón -“me gusta dormir ocho horas”-, pero toca tarea. El reciente campeón de Europa de trial tiene otro largo día por delante. El título conquistado el pasado 22 de julio en Suiza supuso una satisfacción personal, la confirmación no solo de que su preparación va por el camino adecuado, sino que ha dado un paso adelante, pero los labores no perdonan. Porque este hondarribiarra compagina los entrenamientos con su trabajo en el polideportivo de Lesaka y con el cuidado del caserío familiar, Mugarrieta, una labor esta última exigente y que le consume mucho tiempo.

“Antes lo llevaba mi abuelo, pero tuvo una enfermedad. Tendría 65 años o así y estaba como un chaval de 35, en pleno apogeo físico, no lo paraba nadie. Tenía 120 cabezas de ganado y de la noche a la mañana se quedó en una silla de ruedas. Así que entre mi madre y sus hermanos se hicieron cargo, esto estaba aquí y había que moverlo. Desde pequeño siempre he estado aquí, pero con trece años ya empecé a manejar el tractor y a ayudar más en serio. Poco he ido yo al parque cuando era un niño”, cuenta el hondarribiarra.

Ahora, a sus 26 años, lleva las riendas del caserío. Este periódico ha sido testigo de una de las jornadas habituales para Ion Areitio, que se multiplica para cubrir todas las facetas de su vida. A las 6.30 se pone en marcha, revisa que esté todo en orden en el caserío y se dirige al polideportivo de Lesaka, donde trabaja por las mañanas como monitor y dando clases de spinning -durante el invierno realiza estas labores por la tarde-. Al acabar vuelve a casa, donde come y descansa un rato para coger fuerzas para lo que le queda, que no es poco.

los bueyes, “un capricho” A las 15.30 se pone con las tareas del caserío. “Siempre hay algo que hacer”, dice. Areitio suelta a los bueyes de arrastre, “un capricho”, cuenta: “Quería tener bueyes de arrastre, así que compré dos y los cuido. Se podría decir que son mis mascotas. Los tengo mimados”, se ríe. Luego le toca limpiar una de las cuadras con el tractor y reponer los comederos. “Ahora mismo tenemos 65 cabezas de ternero, además de pollos, gallinas, conejos y cuatro perros”, cuenta. Después toca cortar la hierba. “Físicamente es exigente. Desde hace un tiempo tengo el pulsómetro puesto cuando trabajo -explica-, y hay días que gasto más aquí en el caserío que luego entrenando con la bici de trial”. En ocasiones lo acusa a la hora de competir. “Sí que a veces he llegado un poco cansado y me ha faltado esa chispa, pero en este último Europeo, por ejemplo, tuve unos días de descanso previos porque lo había programado así”.

Los bueyes vuelven a reclamar su atención. Les da un paseo, los limpia con la manguera y después los mete en un establo donde ya les había dejado la comida. “Por ahora no quiero los bueyes para meterlos en competiciones de arrastre”, matiza. Antes de las cinco y media de la tarde ya ha terminado sus quehaceres en el caserío. En un momento se quita el pantalón y la camiseta viejos y se pone la ropa de trial: el maillot, el pantalón corto y unas zapatillas nuevas que le ha enviado su patrocinador y que quiere probar. Hebo le proporciona toda la ropa, mientras que la bicicleta es Clean. Son las dos marcas deportivas que le apoyan en estos momentos.

El rato de la merienda, un par de lonchas de jamón con una tostada y una pera, da para recordar sus inicios -“en 1998, con apenas seis años me apunté a una prueba de trial en Irun, me picó el gusanillo y hasta hoy”- y su reciente éxito en Suiza. Desde que se proclamara campeón del mundo en categoría junior en 2010, siempre ha estado entre los mejores del mundo. Solo una lesión en la muñeca izquierda, que le hizo pasarse 2015 en blanco y le hizo temer incluso por su futuro deportivo, frenó una trayectoria en la elite mundial. Pero faltaba ese paso que dio hace dos semanas: subirse a lo más alto del podio. La pequeña localidad suiza de Moudon ya figura con letras de oro en su trayectoria.

un cencerro como galardón “Últimamente estaba ahí en el podio. Segundo, tercero, a veces bajaba un poco pero siempre en el top 5 o top 6. Ves que tienes el nivel pero te quedas a las puertas, así que esta victoria me viene muy bien por un tema de superación personal, me he demostrado muchas cosas a mí mismo. Ahora sé que puedo ganar, así que a nivel personal estoy súper contento”, señala Areitio. El triunfo es consecuencia de muchas cosas. De la constancia, el trabajo diario y su ya amplia experiencia en la elite. También de una manera distinta de enfocar las competiciones. Desde hace algo más de un año trabaja con un psicólogo deportivo. “Me está viniendo bien. Mi familia me comentó que probara, lo hice y estoy contento. He aprendido a hacer mis carreras. Antes me fijaba mucho en cómo lo hacían los demás. No tenía esa decisión de decir: Yo lo veo así y lo voy a hacer a mi manera. Estoy aprendiendo a completar los circuitos como yo creo que tengo que hacerlo, y parece que está dando sus frutos. A partir de ahí, si tienen que venir los resultados, vendrán”.

El galardón que le entregaron como campeón de Europa fue un cencerro. Más apropiado, imposible. Como si estuviera predestinado a hacerse con ese trofeo. “No soy de tener una sala con copas y medallas y mirarlas todo el rato, lo mejor es el recuerdo de cada competición, pero este cencerro es especial. Más de uno ya me tomó el pelo”, reconoce. Y eso que, curiosamente, no es el único de los pilotos de trial punteros que vive en una granja: “Hay también un chaval inglés joven y el alemán que quedó tercero en el Europeo, Dominik Oswald”.

el caserío, un modo de vida El título europeo logrado en Suiza y la perspectiva de luchar de nuevo por el oro en el Mundial que tendrá lugar el próximo mes de noviembre en China no le van a hacer variar su modo de vida. Seguirá con el caserío, con su trabajo y con los entrenamientos. “Podría haber elegido un modo de vida más fácil, claro. Podría centrarme solo en trabajar en el polideportivo y en entrenar mis horas, vivir en un piso en lugar de en un caserío”, reconoce. “Pero desde pequeño he mamado esto. Pensar en salir de trabajar y meterme luego entre cuatro paredes no es algo que me llame la atención, ni mucho menos. Me gustan más cosas, pero haciendo los trabajos en el caserío disfruto, igual de distinta manera a como disfruta otra gente de mi edad, pero disfruto”. Porque reconoce que el caserío no es el sustento económico de la familia. “Mi abuelo empezó con diez cabezas de ternero y vivía de esto, ahora para vivir de la granja necesitaríamos tener 400 cabezas de ternero. Yo trabajo fuera y mi ama también”, explica.

El caserío y su trabajo en el polideportivo le dan una estabilidad que por ahora “compensa”. “Si te dedicas plenamente a un deporte minoritario como es el trial y no te salen bien las cosas... Yo voy con otra tranquilidad a la competición. Entreno pero también tengo otra vida: el caserío, el trabajo, la familia... Todo esto me ayuda. Ando en bici porque disfruto. Si la competición sale bien, pues perfecto. Y, si no, el lunes a las ocho hay que ir a trabajar igual”.

Lo que no quita para que se tome con la máxima seriedad los entrenamientos. Tras la merienda y la charla, coge la furgoneta con su bici dentro y se dirige a un circuito de trial que hay en Irun. Tiene también una autocaravana, con la que viaja por las competiciones que hay en Europa. Es una manera de ahorrar para un deportista que, pese a ser de los mejores del mundo en su modalidad, no gana dinero con el deporte. “Si a final de año echas cuentas y has ganado algo, contento”. Además de las citadas marcas deportivas, el Ayuntamiento de Hondarribia y Kirolgi son sus principales sustentos. Junto a la familia: “Gracias a su apoyo estoy andando en bici. Algún viaje no podría hacer si no llega a ser por ellos”, comenta mientras prepara la bici y echa un trago de agua.

el mundial de china, su objetivo El circuito es un lujo para un piloto de trial como él por lo cerca que está de su casa. “Durante el otoño y el invierno, con la lluvia, el circuito se estropea un poco y voy a entrenar al espigón de Hondarribia. Alguna vez también me desplazo a Estella, de donde es Benito Ros -uno de los mejores pilotos del mundo- donde hay un par de circuitos. Para variar un poco. Pero hoy toca aquí”. Coincide con unos cuantos jóvenes que también están entrenando. “Enhorabuena por el Europeo”, le dicen un par de ellos. Areitio sonríe y les da las gracias.

Pero enseguida se pone manos a la obra. Para quien se ha levantado a las 6.30 de la mañana y lleva todo el día trabajando, los minutos son valiosos. “Me gusta aprovechar el tiempo”, reconoce. La hora y media entrenando es intensa. Luego, vuelta a la furgoneta y al caserío, donde acaba con las labores antes de cenar y retirarse temprano a descansar. Si quiere cumplir sus cuentas de ocho horas de sueño, para las diez y media de la noche tiene que acostarse. Mañana tiene otro día intenso por delante. Y pasado otro. Y al siguiente. Y a finales de mes, tocan unas cuantas horas de autocaravana para desplazarse a Italia, próxima cita de la Copa del Mundo.

“Cuando me voy unos días del caserío, intento dejarlo todo bien, pero aun y todo siempre tiene que venir alguien de la familia, alguno de mis tíos, a echar un ojo y que no haya ningún problema. Sin la familia no podría ni viajar, porque el caserío es un trabajo de siete días a la semana”. En septiembre se marcha a Bélgica y en octubre, a Alemania. Más trabajo en la granja, más clases de spinning y más autocaravana. Y en noviembre, el Mundial de China, al que ya mira de reojo: “Es mi objetivo principal”.