annecy (FRANCIA) - Una vez salvada la primera y a priori temible semana de Tour, en la que los adoquines de Roubaix no castigaron a casi nadie, el Tour de Francia descansó a las puertas de los Alpes para vivir tres etapas de montaña que deben empezar a deshacer el empate entre los favoritos.

La primera semana solo sentenció al australiano Richie Porte por una caída antes del pavé y retrasó a algunos como Nairo Quintana y Rigoberto Urán, pero ni el viento causó estragos ni los adoquines se comieron a nadie. Las escasas diferencias entre los favoritos se han debido a accidentes y averías, no al dominio de unos sobre otros.

Así las cosas, en los Alpes saldrá con el maillot amarillo el clasicómano belga Greg van Avermaet, aunque en la lucha por el título el líder real es el británico Geraint Thomas, compañero de Froome en el Sky, segundo a 43 del líder. Del resto, Movistar, tras su buena etapa en Roubaix mantiene la tripleta en la lucha, si bien Quintana acumula un minuto de retraso por la avería del primer día, lo que le obligará a ir pensando en compensar ya desde los Alpes.

Si Sky jugará con dos bazas, Movistar lo hará con tres, pero no serán los únicos que luchen por el título de París. Entre Valverde, que es quinto, al holandés Dumoulin, que es decimoquinto, solo hay 32 segundos, algo insignificante, y entre medias están Froome, Landa, Adam Yates y Nibali. Más preocupados están Bardet, a 1:49 minutos de Thomas; Quintana, a 2:07, y Urán, a 2:10.

Empieza la hora de la verdad en el terreno que esperan todos aquellos que sueñan con el podio en París en cualquier escalón. El Tour enseña los dientes con tres jornadas de alta montaña que incluyen dos metas en alto. La batalla está servida.

Para empezar el tríptico alpino, hoy espera una ruta corta de 158 kilómetros entre Annecy y Le Grand-Bornand, con cuatro puertos, entre ellos uno inédito de categoría especial, el Plateau de Glières, con dos kilómetros sin asfaltar, y además con el Col de la Colombière (1ª), con la cima a catorce kilómetros de meta.

Mañana, una etapa de 108 kilómetros, aguarda con tres colosos de temblar: la Montée de Bisanne y el Col de Pré, ambos de categoría especial, luego la Cormet de Roselend (2ª), y el novedoso final, no demasiado exigente, en la estación de La Rosière, con un ascenso de 17 kilómetros al 5,8%.

Y el jueves uno de esos días que marcan a fuego cualquier edición. Será la duodécima etapa entre Bourg-Saint-Maurice Les Arcs y Alpe d’Huez, una prueba de fuego que acumula 5.000 metros de desnivel y que termina en las míticas 21 curvas de herradura. Antes de la fiesta de ese ascenso, dos puertos legendarios: La Madeleine y la Croix de Fer.

Etapas para poner a prueba las fuerzas de cada aspirante, para definir jefaturas de filas y ver si los más retrasados en la general son capaces de salir con vida en la transición hacia el Macizo Central. De momento las cartas están sobre la mesa y nadie a dominado la carrera. Tal vez el miedo al pavés hizo que la etapa de Roubaix terminara en tablas, pero ahora la montaña examinará a cada uno.

Llega la hora de la verdad. El Tour vivirá una semana apasionante en los puertos alpinos. La jornada de descanso sirvió para recuperarse del traslado desde Roubaix, restañar heridas y hacer suaves entrenamientos para espabilar los músculos. - Efe