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A vueltas con el Tour

el presentado recorrido galo, las incógnitas sobre los trazados de giro y vuelta, el quebrado perfil del mundial y el posible choque landa-quintana condicionarán la participación en la ronda francesa

A vueltas con el Tour

15 tramos de adoquín. No termina en el mítico velódromo, pero su tramo final se asemeja en gran medida al del Infierno del norte. Una prueba de fuego para los favoritos, más aún si se compite en día lluvioso.

primer contacto con la montaña. El Tour entra en los Alpes a botepronto, tras la etapa de Roubaix y la posterior jornada de descanso y traslado. Se corona la Colombière a solo quince kilómetros de la llegada.

nerviosa etapa con final inédito. La segunda entrega del exigentísimo tríptico alpino tendrá lugar sobre un nervioso recorrido de 108 kilómetros. El Cormet de Roselend precederá al inédito final en La Rosière.

la considerada etapa reina. Tras el sprint alpino de la víspera, llega un maratón con ascensiones a Madeleine, Croix de Fer y Alpe d’Huez, cimas a las que cabe agregar todo el desgaste realizado en las jornadas previas.

donostia - Octubre no ha terminado aún, y el Tour de Francia 2018 ya está en boca de todos. La ronda gala, la primera de las tres grandes cuyo recorrido ha sido presentado, el pasado día 17, ha deparado comentarios de todo tipo por lo peculiar de su configuración. En el trasfondo del debate, claro está, figuran las intenciones de los capos del pelotón de cara a su presencia en la gran cita estival.

“Miedo” al arranque

“Lo que me da un poco de miedo son los nueve primeros días en el noroeste de Francia”, asegura el cuatro veces ganador del Tour. La prueba arranca con etapas expuestas al viento del Atlántico, nerviosas jornadas de terreno escarpado y el colofón, el segundo domingo, de la etapa de Roubaix. Para Froome, que en 2014 perdió la carrera (cayó y se retiró) el día de los adoquines, será una cuestión de supervivencia. Una dura empresa que, por otra parte, no genera ningún tipo de duda sobre su presencia en el pelotón. El ciclista británico ha insinuado incluso que podría participar en la propia París-Roubaix el próximo mes de abril, a modo de toma de contacto, aunque se trata de un extremo por confirmar. Independientemente del recorrido y de circunstancias como la reducción del número de corredores por equipo a ocho, lo que puede debilitar a su temible Sky, Froome tomará la salida con la etiqueta de gran favorito.

El gran perjudicado

Su gran 2017, con el Giro y el Mundial contrarreloj como grandes hitos, le ha situado como la principal amenaza para Froome en un futuro cercano. Dumoulin vio el 17 de octubre, sin embargo, cómo el recorrido del Tour en el que podía desafiar al británico evitaba hacerle el guiño esperado. Solo 31 kilómetros de escarpada contrarreloj y un trazado muy montañoso, poco propicio para sus características. Las declaraciones cruzadas a este respecto ya han comenzado. El director del propio Tour, Christian Prudhomme, ha lanzado el anzuelo asegurando que Dumoulin tiene que estar en Francia. El agente del holandés, mientras, ha manifestado que su corredor es un ciclista ganador, y que irá allí donde más opciones tenga de lograr la victoria. El Giro se presenta el 29 de noviembre, y no sería de extrañar que sus dirigentes trataran de seducirle apostando por una contrarreloj larga para rodadores potentes. Las incógnitas tardarán en resolverse.

Innsbruck como variable

Como gran clasicómano que es, Vincenzo Nibali, ganador de Giro, Tour y Vuelta, sueña con el maillot arcoíris. Su retirada (cumplirá 33 años en quince días) se acerca poco a poco, y el Mundial de Innsbruck del año que viene, con un perfil inusualmente duro, se presente ante el italiano como una oportunidad inmejorable. Acudir en buena forma a la cita austríaca pasará muy probablemente por competir en la Vuelta a España, una circunstancia que situaba al tiburón más cerca del Giro que del Tour. Sin embargo, las características del recorrido galo parecen haber variado el panorama para el siciliano, maillot amarillo en París en 2014, coincidiendo con una edición en la que dio el primer gran golpe a la general en la etapa del pavés. Si a alguien se adapta casi a la perfección el trazado francés es a Nibali, cuya elección entre Giro y Tour, a priori encarrilada hacia la corsa rosa, se ha complicado de repente.

Difícil convivencia

Nairo Quintana está nervioso. Desde que el Movistar anunciara el fichaje de Mikel Landa, el ciclista colombiano no ha sido políticamente correcto en sus declaraciones. Se ha reafirmado a sí mismo como líder de la escuadra de Unzúe en el Tour, y ha interpretado de cara a la galería el fichaje del alavés como la llegada de un buen complemento. Justo lo que el propio Landa busca evitar tras sus experiencias con Aru en el Astaná y con Froome en el Sky. Quintana ha ido más lejos y ha recordado incluso la importancia que su figura tiene a nivel comercial para la compañía telefónica en América latina. Lo cual, por otra parte, supone una verdad como un templo y una variable a tener muy en cuenta en esta partida. De momento, el colombiano ha asegurado que estará en el Tour. Y Alejandro Valverde ha adelantado su presencia en Giro y Vuelta, ya que, como a Nibali, el Mundial le seduce sobremanera. ¿En qué situación queda un Landa también enamorado de la ronda italiana? El recorrido del Tour le resulta favorable, y su cuarta plaza de la última edición, asumiendo labores de gregario, supone un aval inmejorable para plantarse con galones en la línea de salida. Más allá del lógico morbo que genera la situación, da la sensación de que el cuadro navarro maneja una muy delicada patata caliente. Tanto Nairo como Landa tienen contrato hasta diciembre de 2019

¿El asalto definitivo?

“Será importante no ceder tiempo en la primera semana”, se apresuró a declarar Romain Bardet, segundo en 2016 y tercero en 2017, tras la presentación de la próxima edición del Tour. ¿Qué pasará si el galo logra su objetivo y llega a los Alpes metido de lleno en la pelea? Se encontrará con un Tour muy favorable en cuanto a recorrido, repleto de etapas montañosas y con solo 31 kilómetros de escarpada contrarreloj, una disciplina en la que, eso sí, tiene mucho que mejorar. Correrá con 27 años, una edad en la que arranca la madurez de un ciclista. Da la sensación de que el Tour 2018 supone para él una muy buena oportunidad, dentro de un Ag2R que no para de reforzar un bloque sólido y creciente.

Gafado... y esperanzado

Las vueltas de tres semanas siempre se le atragantan, ya sea por cuestiones condicionales o de infortunio. El pasado julio apuntaba a ser el rival más duro de Froome cuando se fue al suelo en el descenso del Mont du Chat, y desde un primer instante anunció que regresaría a Francia en 2018 para intentarlo de nuevo. No se ha expresado aún sobre el futuro recorrido de la ronda gala, pero sí lo ha hecho uno de los directores deportivos del BMC, Valerio Piva, asegurando que el trazado será del gusto del corredor australiano. Si nada se tuerce, Porte participará en el Tour 2018, igual que Rigoberto Urán (sigue en el Education First, el antiguo Cannondale) y Jakob Fuglsang, jefe de filas de un Astaná que queda huérfano de gallos tras el fichaje de Fabio Aru por el UAE. El italiano, en cualquier caso, duda de momento entre Giro y Tour. Finalmente, no cabe subestimar en ningún caso el factor sorpresa que, aún a ocho meses vista, puede influir en las perspectivas con que arranque el próximo Tour. La primera mitad de la temporada 2018 es susceptible de aupar al elenco de favoritos a ciclistas con margen de progreso y trayectorias ascendentes.

Progresiva llegada a los pirineos. El Tour iniciará su semana final con 150 kilómetros sin dificultades montañosas, antes de encadenar Portet d’ Aspet, Menté y Portillon (este con cima a diez kilómetros de meta).

la gran novedad. La subida final al Col du Portet, 17 durísimos kilómetros, cuenta con tramos sin asfaltar. Pero más novedosa aún resulta la brevísima longitud de la etapa, solo 65 kilómetros recorridos a fuego.

colosos pirenaicos. Si en los Alpes sprint y maratón se suceden en días consecutivos, en los Pirineos quedan separados por una jornada llana de final en Pau. Se sube Aspin, Tourmalet y Aubisque de camino a Laruns.

crono rompepiernas en iparralde. En la víspera de la llegada a los Campos Elíseos, el Tour queda visto para sentencia con una quebrada contrarreloj en tierras vascas, ente Saint Pée sur Nivelle y Espelette.