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“Me voy con la conciencia tranquila”

aITOR Zubieta, de baja desde julio de 2016, ANUNCIA SU RETIRADA CON 33 AÑOS por las lesiones en sus rodillas

“Me voy con la conciencia tranquila”

Pamplona - El 16 de septiembre de 2015 la rodilla derecha de Aitor Zubieta (Etxarri-Aranatz, 1984) sufrió un crac, otro más en una carrera llena de cicatrices, pero nada volvió a ser lo mismo. Lo acontecido en aquel encuentro disputado en el frontón Artza de Bermeo, en un estelar potentísimo en el que mezclaron Irujo y el etxarriarra ante Olaizola II-Albisu, ha determinado el camino del guardaespaldas navarro, número uno de Aspe en su demarcación. Ese partido murió 14-9 porque no hubo posibilidad de continuarlo. Una pena. Lo de después fue peor. Se acabaron las loas al juego y el trabajo al albur de los focos televisivos se transformó en un curro serio, apartado de las mieles de un frontón y de blanco, a pesar de los continuos esfuerzos del manista para recuperar sus maltrechas rodillas, operadas cada una en dos ocasiones. A partir de ese momento, Zubieta solamente ha vuelto a la cancha en catorce ocasiones, espaciadas también por una rotura del tendón de Aquiles de la pierna izquierda.

Aitor, de perenne sonrisa, con la vista centrada, la barbilla hacia arriba y los ojos embarrados, hizo público ayer, en el Hotel Tres Reyes de Pamplona, que no volverá a jugar de modo profesional con 33 años, porque los disparos en el ala no se lo permiten. Las cicatrices le pican. Las rodillas se le hinchan al pisar el frontón. El dolor es continuo. Es el segundo habitante de su cuerpo. Un parásito despiadado que no permitirá a un zaguero mandón, campeón del Parejas de 2010 junto a su gran amigo Yves Xala, poder volver a su hogar, al frontón. Le miró a los ojos y peleó hasta desgañitarse. Reveló el navarro que “no soy así”, cuando tomó aliento para valorar que ya había cerrado un discurso, un agur, una página de un libro. “Soy alegre y optimista por naturaleza”, desgranó. Mientras el epílogo manista se lo escribían sus rodillas, en especial la diestra, un aplauso tronaba la sala y se oía a la hija de Zubieta y de su mujer María. Se le abre otro volumen de la enciclopedia de la vida.

Contó el guardaespaldas navarro que “he tenido a lo largo de mi vida deportiva bastantes percances y lesiones muy graves. Me he recuperado de todas pero no he podido hacerlo de la última, la lesión de rodilla que me hice en Bermeo hace casi dos años”. Zubieta, quien comenzó en Aspe en enero de 2004, tuvo problemas de manos y una operación de corazón nada más empezar su despegue. “He intentado recuperarme de mil formas pero no ha podido ser: me he operado, hemos visitado muchos médicos y hemos probado muchos tratamientos, pero mi rodilla no ha mejorado y no me permite volver a jugar de forma profesional. Ha llegado el fin”, sostuvo entre parones de emoción. Los doctores probaron con factores de crecimiento y plasma, la última opción, pero nada mejoró. Incluso, reveló que “mi rodilla está igual que hace un año”. La emoción aborda a la vuelta de la esquina. “Aunque se haya acabado mi vida como deportista profesional siempre seré pelotari, siempre andaré por los frontones”, agregó.

Zubieta agradeció el trabajo y el trato del club Aralar Mendi, de la Federación Navarra de Pelota, de los entrenadores -en especial de Jokin Etxaniz y Carlos Navarro-, de toda la empresa Aspe, de Asegarce, de los pelotaris, de Fernando Vidarte y de los medios de comunicación. Además, quiso acordarse de su pareja, sus padres, familia y amigos, así como de todo Sakana, Etxarri-Aranatz y el centro médico Ugarmin. “Es imposible estar mejor arropado”, analizó.

“Tengo que agradecer todo el cariño que he sentido de los pelotazales en todo Euskal Herria. Me he sentido muy querido”, recitó Zubieta, quien remarcó que “eso es lo que me ha llenado y por lo que compensa sufrir. Soy un privilegiado”. Y apostilló que “quiero decir lo que dijo hace poco un amigo mío, una persona que admiro: El que es pelotari no deja de ser pelotari nunca. Seguiré en el frontón”.

“Me voy con la conciencia tranquila de que no podía hacer más. En San Fermín de 2016 vi que era difícil. Hasta hace un mes he intentado volver, pero no es posible regenerar la rodilla. La medicina tiene límites. Me faltan meniscos y cartílago”, desgajó y analizó que “me quedo con la sensación de que mis mejores años los pasé rehabilitándome”. Ingeniero eléctrico de formación, está terminando un máster en robótica y aspira a ser docente. Hay páginas por escribir.