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Dos boxeadores de leyenda

Joxemari Iturralde relata en ‘Golpes de gracia’ la vida de Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga, tan buenos dentro del ring como dispersos fuera de él

Dos boxeadores de leyenda

paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga son dos boxeadores guipuzcoanos que brillaron en los años 20 y 30 del pasado siglo. Dos púgiles de gran nivel, cuyas vidas se cruzaron en algún momento y cuya historia recupera el escritor tolosarra Joxemari Iturralde en el libro Golpes de gracia, publicado hace un año por Malpaso Ediciones.

Uzcudun, nacido en Errezil en 1899, comenzó a destacar como aizkolari pero quiso probar suerte en el ring. Ayudado por los miembros del club Gu de Tolosa, una sociedad donde se reunían influyentes personalidades de la época, se va a París, donde le acoge un médico guipuzcoano, Ladis Goiti, que asume todos los gastos para que Uzcudun se dedique a entrenar duro. El trabajo da sus frutos y el errezildarra empieza pronto a destacar, ganando de forma arrolladora sus primeros combates. Progresa tanto que en 1926 logra su primer título europeo y un año después es invitado a disputar varios combates en Estados Unidos, donde también brilla.

El año del primer título continental de Uzcudun es el mismo en el que Isidoro Gaztañaga, nacido en Ibarra en 1905, da comienzo a su trayectoria como boxeador. La decisión definitiva la toma precisamente tras ver pelear al errezildarra en Donostia y toma su mismo camino: pide ayuda a los socios del club Gu, que le facilitan su viaje a París y el contacto con el doctor Ladis Goiti. Y al igual que el recientemente proclamado campeón de Europa, pronto empieza a dejar su sello en los cuadriláteros.

El primer contacto entre ambos se produce en París. Gaztañaga acude junto a Ladis Goiti a presenciar un combate de Uzcudun. “Mira Paulino, este también viene de nuestra tierra. Es Isidoro Gaztañaga. Su caserío está en Ibarra, a diez kilómetros del tuyo. Duerme en la habitación que dejaste libre en el hotel”, le cuenta el médico. Ambos se saludan y comienza así una curiosa relación, ya que nunca se enfrentan dentro del ring. El suyo es un duelo a distancia, que pasa del respeto a una profunda enemistad con el paso del tiempo.

El salto a América -especialmente Estados Unidos, aunque con incursiones a otros países como Cuba y Argentina- también es fructífero para Uzcudun, que gana muchos combates y se va labrando una merecida fama. Pero también le empiezan a invitar a muchas fiestas, lo que le hace descuidar los entrenamientos. De ahí hasta el final de su carrera, la irregularidad es habitual en el de Errezil, capaz de proclamarse dos veces más campeón de Europa pero también de encajar sonoras derrotas por haberse entregado a las fiestas y dejado de entrenar. Eso sí, a cada revés en el ring solía seguir una larga época en la que se recluía en el gimnasio para ejercitarse con más fuerza si cabe.

“Cuando quería entrenarse, Uzcudun se encerraba en el rancho de un millonario vasco llamado Gastón Bastanchury que tenía siempre las puertas abiertas para sus paisanos. Como el rancho estaba a unos 50 kilómetros de Los Ángeles, el boxeador iba y venía según le apeteciera fiesta o entrenamiento”, escribe el autor sobre los hábitos de Uzcudun.

La trayectoria de Gaztañaga llevaba los mismos derroteros: grandes victorias o duras derrotas dependiendo de su estado de forma o de si había dedicado más tiempo a las mujeres o a los entrenamientos. Y es que el de Ibarra tenía tanto éxito dentro como fuera del ring. No en vano, le llamaban Izzy el guapo en Estados Unidos. Uzcudun y Gaztañaga parecían pelear también en conseguir el favor de las mujeres. La fama de Izzy era importante antes incluso de aterrizar en el país norteamericano. “Ha llegado a Nueva York el hombre capaz de derribar de un puñetazo el puente de Brooklyn”, escribió el New York Times en su momento. Y es que ambos eran celebridades en la época.

declive deportivo y triste final La chispa entre los dos púgiles guipuzcoanos saltó en una cena en el Zeru Txiki, un restaurante vasco que Valentín Aguirrezar, un amigo común, tenía en Nueva York. Uzcudun estaba hablando de una victoria suya ante el púgil canadiense Jack Gagnon. Gaztañaga le respondió que su rival era “un paquete” y que él lo hubiera tumbado “en el primer asalto”. El tono de la conversación subió y Uzcudun se levantó y se fue para evitar males mayores. Pero desde entonces se convirtieron en enemigos y nunca midieron fuerzas en el ring. Gaztañaga lo retó públicamente en varias ocasiones y Uzcudun se negó siempre.

Para entonces el declive deportivo de ambos ya había comenzado y no tuvo vuelta atrás. El de Errezil se unió a la causa falangista, lo que le provocó numerosas críticas en Euskadi, dejando además de lado a los amigos que le habían ayudado a comenzar en el boxeo. Gaztañaga, por su parte, llevaba meses instalado en Estados Unidos, sin poder volver a casa por la Guerra Civil. Su último combate lo protagonizó en Bolivia, donde colgó los guantes tras sufrir una derrota. Se fue a La Quiaca, Argentina, por una mujer. Izzy fue asesinado a disparos por el marido de ella. Tristes finales para dos boxeadores de leyenda. La lectura de Golpes de gracia merece la pena para conocer la historia de estos púgiles guipuzcoanos.