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Una expansión truncada

el rugby no pudo consolidarse en varias localidades guipuzcoanas a pesar de los intentos de los aficionados

Una expansión truncada

el rugby en Gipuzkoa tiene un protagonismo muy desigual. Mientras en Ordizia o Hernani el deporte del balón oval ha pasado a ser una seña de identidad para ambas localidades, en otras villas su desconocimiento es casi total. También en Donostia existen dos clubes con equipos de rugby -Atlético y Bera Bera-, así como en Zarautz, Eibar, Irun y Arrasate, y existen escuelas en Mutriku y Lasarte-Oria. En el pasado, sin embargo, hubo intentos de implantar esta modalidad en Tolosa, Legazpi, Urretxu u Oñati, aunque estos conjuntos no duraron mucho.

La herencia heterodoxa de Jesús Erro Castillo

Tolosa fue una de las primeras localidades guipuzcoanas que vio un partido de rugby. En 1923, el campo de Berazubi, inaugurado un año antes, acogió un encuentro entre dos combinados de la Côte Basque en su reestreno como stadium de atletismo. La histórica selección se dividió en dos equipos: uno, de rojo, reunió a jugadores de Biarritz y de Boucau; y otro, de azul, de Baiona y de Hendaia. Según el rotativo La Voz de Guipúzcoa, ambos contendientes protagonizaron “un match en extremo entretenido e interesante” y “exento de brutalidad”. La victoria fue para el equipo de rojo por 23-19.

Desde entonces, la villa ha contado con dos equipos de rugby en diferentes periodos de su historia. El primer club de la localidad, los Papeleros de Tolosa, surgió en 1967, estuvo vinculado a la escuela profesional del gremio y solo permaneció activo dos temporadas. Tras esta primera tentativa, hubo que esperar hasta 1990 para que el rugby volviera a Tolosa. Llegó de la mano de Jesús Erro Castillo y su Euskalerriko Rugby Eskola Independientea, que impulsó allí uno de los muchos equipos que ayudó a crear por toda Gipuzkoa.

El conjunto tolosarra siguió adelante hasta que en 1993, ya sin Erro Castillo en el equipo, repudió la filosofía de su creador, se convirtió en una de las secciones del Tolosa Club de Fútbol y se inscribió en la Federación, llegando a disputar la liga guipuzcoana durante tres temporadas.

Koldo Cid, exjugador y expresidente del Ordizia, defendió la camiseta azul del Tolosa y recordaba en su día cómo fueron los últimos años del equipo urdiña: “A mí me vinieron a buscar, porque a los 17 años empecé a jugar en el Ordizia. No llegué a conocer a Erro Castillo en Tolosa, aunque imagino que coincidiría con él en Berazubi. Lo conocí después en el mundo del rugby”.

Cid recuerda que “la gente ni se enteró de que había un equipo de rugby en Tolosa. Del equipo que jugó en los años 60 no se tiene un gran conocimiento en el pueblo. Nos seguían los aficionados al rugby y la familia. No podías promocionarlo en el pueblo porque la gente se tenía que desplazar. Nunca tuvimos problemas de escasez de gente, desaparecimos por no poder jugar en casa. Mantener un equipo tres años jugando siempre fuera es complicado. Cuando jugábamos como locales, íbamos a Landare y, sobre todo, a Zarautz. Creo que solo jugamos dos partidos en Tolosa, al final de la temporada. Por eso desapareció”.

Una experiencia fugaz

No solo Jesús Erro Castillo ejerció como difusor del rugby. En 1994 llegó a Urretxu un aficionado que consiguió despertar el interés de un grupo de jóvenes por el balón oval. La experiencia, como casi siempre, fue breve, y solo se prolongó durante una temporada. Jon Zufiaurre, miembro de aquel equipo, relataba hace unos años que “un ingeniero vizcaino, o tal vez fuera un aparejador, vino a trabajar a unas obras por esta zona. Él solía jugar a rugby en Bizkaia y vino a ver si podíamos organizar un equipo. Yo estaba entonces en el Ayuntamiento de Urretxu, como concejal de Deportes. Se hizo un llamamiento y apareció gente. Quisimos vincularnos a la Sociedad Deportiva Goierri, pero no pudo ser. Nos juntamos unos cuantos y empezamos a entrenarnos, más que nada por aprender y para conocer las normas. Al año siguiente, el equipo desapareció. No sé si fue porque el entrenador cambió de lugar de trabajo, pero solo se jugó una temporada”.

El equipo urretxuarra, que vistió “pantalón blanco y camiseta verde y roja a rayas” militó durante una sola temporada en la Liga Guipuzcoana, junto a rivales como el Hernani B, el Mutriku, el Tolosa o el UPV.

Víctima del balonmano

El Aloña Mendi acogió en su seno una sección de rugby durante dos o tres años. La falta de un campo para jugar acabó truncando la trayectoria de un equipo que, a pesar de su breve existencia, fue capaz de dejar un trofeo en las vitrinas del club de Oñati.

Carlos Ugarte fue uno de los impulsores de aquella aventura junto a Esteban Letamendi y Jabi Atxa, y rememoraba así su creación: “El origen de todo fuimos tres de Oñati que estábamos estudiando en Bilbao. Yo estaba en Ingenieros, otro en la facultad de Medicina y otro estudiaba Económicas en Sarriko. Las tres universidades tenían equipos de rugby y así comenzamos nosotros. Luego se nos ocurrió promocionar este deporte en Oñati”. Corría entones el año 1972 -cuando se fundó también el Arrasate-, y la iniciativa tuvo una buena acogida entre la juventud de la localidad a pesar de no poder jugar en un terreno de juego apropiado: “El primer obstáculo que tuvimos fue que no teníamos campo. Cada quince días teníamos que ir a jugar a Landare como locales. Lo más cerca de casa que jugamos fue cuando visitamos al Mondragón”.

Ugarte relata que los entrenamientos tampoco fueron fáciles: “Nos entrenábamos en un campo de gravilla, pero allí placajes y cosas así no se podían hacer. Lo único que podíamos intentar era pasarnos el balón y aprender las reglas”. Eso sí, también hubo “alguna incursión pirata sin permiso al campo de fútbol. Los del fútbol eran muy celosos y no querían compartir el campo. Y eso que era un patatal. Intentamos que se hiciera un campo de rugby, pero nada”.

El equipo participó en “una liga con equipos de Gipuzkoa y de Navarra. El primer año quedamos campeones de los equipos de nuestra categoría y nos hizo mucha ilusión. Teníamos fama de no tener ni idea, pero éramos bastante brutos; teníamos buenas cualidades físicas”. Y es que “quitando los que veníamos de Bilbao, al principio nadie tenía ni idea. Aprender el reglamento era difícil, sobre todo el fuera de juego. En los primeros partidos todo el mundo caía”. Para favorecer la comprensión de las normas llegaron a hacer exposiciones con diapositivas.

Los empeños de Ugarte para promocionar el rugby, sin embargo, apenas le permitieron defender el uniforme que adoptó el equipo, que, al igual que la gran selección del País de Gales de aquellos años, constaba de camiseta roja y pantalón blanco: “En el primer partido de liga me rompí la clavícula, y durante el segundo año de vida del club me tuve que ir a hacer la mili. El equipo como mucho duraría tres años. Al fallarnos lo del rugby, nos llamaron para jugar a balonmano. Clarísimamente, el origen del balonmano fue el fracaso del rugby”. El balonmano sí consiguió asentarse en el seno del Aloña Mendi y hoy en día es una de las secciones que más alegrías ha dado al club. El rugby, por el contrario, apenas se quedó en una anécdota que poca gente recuerda dentro del propio Aloña Mendi.

Como la selección galesa

Tras asentarse en Ordizia, Legazpi se convirtió en la segunda localidad de Goierri en acoger un equipo de rugby. Iñaki Larrañaga, expresidente del Ordizia, tuvo una estrecha vinculación con este club: “Yo soy natural de Legazpi, me gustaba el rugby y, como allí no había equipo, fui a jugar a Ordizia. Luego, con un grupo de amigos y con la cuadrilla de mi hermano, salió un equipo en Legazpi y volví. Yo hacía de jugador, de entrenador, de directivo y de todo. Jugábamos con camiseta roja, como Gales, pero no éramos tan buenos. El equipo funcionó hasta que me fui a hacer la mili. Esa fue la última temporada, y cuando volví ya había desaparecido. Llegó a tener un equipo juvenil, otro cadete y uno senior. Luego volví a Ordizia y seguí jugando hasta que lo dejé por edad y por trabajo”.

El equipo de rugby empezó a competir en la temporada 77-78 en el seno de la Sociedad Deportiva Ilintxa, en categoría cadete y juvenil. El año siguiente, con el nombre de Salleko, el club disputó solo el torneo juvenil, y en su última temporada, la 82-83, se denominó Legazpi Rugby Taldea.

Una intensa actividad

El rugby llegó a Mutriku en 1984 de la mano de Jesús Mari Zubikarai. Nacido en Ondarroa y asentado desde muy joven en la villa guipuzcoana, Zubikarai conoció el deporte del balón oval mientras estudiaba Arquitectura en Sevilla. La asamblea fundacional del Mutriku Rugby Taldea tuvo lugar en 1984. Apenas quince deportistas acudieron a aquella reunión y, además de Zubikarai, solo uno de los presentes había jugado antes a rugby. Uno de los asistentes comparó el proyecto con “querer montar un equipo de hípica en Mutriku”.

El club, pese a las dudas, acabó saliendo adelante y se inscribió en el registro de la Federación Guipuzcoana. El primer entrenamiento se efectuó el 6 de enero del año siguiente, a las cuatro de la tarde y con una temperatura de siete grados bajo cero, pero eso tampoco desanimó a los rugbiers. El estreno competitivo de los mutrikuarras, al parecer, fue frente al Atlético San Sebastián en la playa de Saturraran, en julio, durante las fiestas de las Magdalenas. El duelo apenas duró treinta minutos, lo que permitió jugar la marea, pero muchos curiosos se acercaron a conocer el nuevo deporte.

Contra todo pronóstico, el club se fue asentando y entre la campaña 84-85 y la 94-95, su última temporada en activo, el Mutriku jugó en Primera y Segunda Regional (equivalentes a las actuales ligas vascas) y en la Liga Guipuzcoana, aunque algunos años solo pudo competir en categoría juvenil. Precisamente, los éxitos más notables del club llegaron del conjunto de esa categoría, que fue campeón de la Copa de Gipuzkoa en 1987, y ese mismo año jugó -y ganó- un amistoso ante la selección cadete de Portugal en Asti.

El Mutriku llegó a tener su propio himno y dos escudos: además del más marinero, con el perfil de Saturraran y un ancla en el emblema, hubo uno más informal con un pulpo como mascota. El origen de este icono se remonta a un encuentro ante el Hernani, cuando un jugador tricolor aseguró que los mutrikuarras placaban “como pulpos”.

En sus diez años en activo, el Mutriku vistió sobre todo de negro y de blanco y negro, y especialmente una camiseta ajedrezada con ambos colores.

Alex Barrenetxea, exjugador del Mutriku, afirmaba que uno de los problemas para captar jugadores era que “en Mutriku no se veía rugby, porque íbamos a jugar a Zarautz. Solo jugábamos en Mutriku cuando terminaba la temporada de fútbol. Ni siquiera teníamos un sitio para entrenar; andábamos en la playa o en el muelle. Los dos últimos años sí que jugamos en Mutriku, en el barrio de Olatz”. Allí se adaptó el campo de Ondabarro, construido sobre un antiguo vertedero y que ni siquiera tenía las medidas reglamentarias.

Curiosamente, el Mutriku fue el origen de otro club, el Ondarroa. En las filas mutrikuarras había bastantes jugadores de la localidad vizcaina, y de allí también acudía bastante público. Finalmente, los ondarrutarras se independizaron en la 1987-88, y jugaron en la Segunda Regional vasca.

Barrenetxea se explica así el final del club: “Llegó un momento en el que se hizo insostenible seguir, porque éramos todos muy jóvenes. Faltaba gente que se hiciera cargo del club, y tampoco teníamos respaldo económico”.

Desde 2013, Mutriku tiene en marcha una escuela de rugby para niños que se ha convertido en el mejor legado de aquella etapa.