madrid - Desde que en 2006 la Guardia Civil desencadenó la Operación Puerto, en la que por vez primera, de tapadillo y por medio de su perro Urco, surgió el nombre de Marta Domínguez asociado al dopaje, el culebrón ha ido acumulando episodios durante ocho años, y todavía no se vislumbra el final. Se intuye, a juzgar por las manifiestas intenciones de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), que el asunto terminará en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) y que probablemente, de acuerdo con su doctrina en materia de pasaporte biológico, se cerrará con una sanción a la palentina. La absolución del Comité de Disciplina de la Federación Española, que trascendió ayer, constituye, por el momento, el penúltimo episodio. En la jurisdicción deportiva ya solo queda el TAS, aunque el caso podría demorarse todavía durante años en los tribunales ordinarios, si así lo quiere la atleta.

La IAAF dispone de 45 días para resolver si pone el caso o no en manos del TAS. Una vez que reciba la resolución razonada del Comité de Disciplina español y la traduzca al inglés, como es preceptivo, en pocas semanas decidirá.

La historia comenzó en 2006. Una de las bolsas de sangre incautadas por la Guardia Civil al doctor Eufemiano Fuentes en la Operación Puerto tenía un nombre, Urco -así se llamaba el perro del marido de la atleta- y un teléfono, el de Marta Domínguez.

Cuatro años después, la palentina, que en 2009 había logrado el mayor éxito de su carrera deportiva -campeona mundial de 3.000 metros obstáculos en Berlín- volvió a sufrir un sobresalto, esta vez como protagonista de la Operación Galgo.

Marta Domínguez, hasta ahora considerada la mejor atleta española de todos los tiempos, ha ganado una batalla pero la guerra no ha terminado para ella. - Efe