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En Erasun radicaba la magia del gran Julián Retegi, con veinte txapelas a sus espaldas y una carrera tan fructífera como larga. Once veces subió a lo más alto del podio del Manomanista, la modalidad más imponente del panorama manista, donde los pelotaris que quieren reinar se tienen que poner de tiros largos para combatir a pecho descubierto, sin trampa ni cartón, para dominar los 36 o 38 metros de una cancha destructiva, una pelota rapidísima y a un adversario exigente. Pues bien, instalado en el Olimpo el genio de Erasun, porque sus récords parecen de otra galaxia, Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo están empeñados en arrebatar cualquier atisbo de historia de la pelota a mano. Armados de las razones que dan su pasado, su presente y su futuro, son los dominadores de una era en la que sus nombres quedarán marcados a fuego. No en vano, desde que debutó hace diez veranos el huracán de Ibero, veinte de las treinta txapelas de la Liga de Empresas que se han jugado han ido para alguno de los dos pelotaris, que se dice pronto. Para más inri, en solo seis finales han estado presentes otros pelotaris. Es decir, una barbaridad. Su rivalidad les hace grandes, pero también evita que uno de ellos sea capaz de acabar con el mito de Retegi, el más laureado de la historia.

En el retrovisor de los años, cinco cursos antes del primer encuentro de Juan Martínez de Irujo de blanco como profesional, Aimar Olaizola debutó imberbe con Aspe para empezar a escribir su historia. Se habló bien de él desde el inicio, desde que estaba en aficionados, desde que era un crío, y arrancó bien, con paso firme, poco a poco, y haciendo ruido cuando tenía que hacerlo. Atado al juego tradicional, recuerda Rubén Beloki que "si alguien me hubiera dicho que le iba a ver jugar lo agresivo que lo hace ahora, ni me lo creo". Era el cambio de una época que abrió Abel Barriola como punta de lanza. Escondido, estaba el gancho de zurda de Olaizola II. Al menor de la saga de Goizueta le costó coronarse en el Manomanista de Primera, su juego, habilidoso, era más cercano al Cuatro y Medio que a una modalidad basada en potencia y aguante. Eran tiempos de hierro. Debutó en 1998 y tardó cinco años en alcanzar una final del Manomanista, la de 2003, en la que Patxi Ruiz se aprovechó de una lesión para coronarse con el colorado.

Justo un mes antes, la historia ya había atado a Martínez de Irujo al profesionalismo en el Labrit. Y llegó la hegemonía. Irujo debutó en la máxima competición con la txapela de 2004 y desde entonces -el año anterior estuvo Aimar- uno de los dos ha estado en la final del Manomanista siempre, exceptuando la batalla entre Bengoetxea VI y Barriola de 2008. La del domingo será su quinta ocasión.

Datan de esos cursos anteriores la mayoría de las derrotas del goizuetarra. Así, el actual campeón ha disputado ya más partidos en el mano a mano que Julián Retegi, con 33, y posee un balance de victorias y derrotas de 23 y 13, con tres entorchados por el camino y seis finales, con la del domingo que viene, siete. El de Goizueta acecha a Retegi en txapelas totales, once a veinte, pero su mayor déficit se encuentra en la gran distancia, porque en el Cuatro y Medio parece inquebrantable, pasando al campeón de Erasun hace dos cursos en otros tantos triunfos finales.

el porcentaje de irujo Antes, en los tiempos que reinaba Julián, de fuerza y peloteo extremo, el Manomanista estaba concebido de tal forma que el campeón solamente jugaba la final del torneo. Un caramelo con una pizca de cianuro: solamente hay un partido, pero el rival viene más encanchado. De ahí que solamente disputara 33 encuentros en toda su vida dentro del Manomanista oficial, con once cetros por el camino. Aun así, Juan Martínez de Irujo, aunque solamente tiene cuatro, posee un balance ligeramente superior al de Erasun en términos de victorias y derrotas. Y es que, con el cambio del Manomanista -incluido el experimento de la liguilla de cuartos directa de todos contra todos de 2009-, el campeón tiene que afrontar como cabeza de serie el torneo, pero al menos juega tres partidos si vuelve a plantarse en la final. De este modo, la exigencia física y de encuentros aumenta de cara a repetir en lo más alto del podio. De este modo, el manomanista más laureado en activo, Irujo, desde que debutó es un ciclón en la distancia en base a su poder y a su forma de acabar. Su irrupción cambió la manera de conceptuar el Manomanista. Así, solamente ha conocido la derrota en cinco ocasiones de las 32 que ha tenido que salir a jugar solo en toda la cancha, con un promedio de casi un 85% de éxito -solamente le han ganado Barriola, Aimar (tres veces) y Gonzalez-, por el 81% de Retegi II. El iberoarra tiene ya cuatro txapelas del Manomanista y ha alcanzado siete finales en diez años de profesional.

Carretera a Erasun van Irujo y Olaizola II, dos pelotaris que pasarán a la historia, pero que quieren destrozar todos los récords. Quizás si no hubieran coincidido... Da igual, les queda carrete para rato y son los dos pelotaris más importantes en txapelas tras la estela de Retegi.