Ibero. Se cumplieron ayer 10 años del estreno de Irujo como pelotari profesional y el delantero de Ibero ya se plantea como reto acumular otros tantos más. "Ojalá pueda", desea. Y no es para menos, porque ha estado siempre en la cresta de la ola: desde que comenzó hasta la actualidad, puesto que el pasado domingo se clasificó para la que será su séptima final del mano a mano, la 17ª si se tienen en cuenta también el Parejas y el Cuatro y Medio. En total, 10 años, 10 txapelas y un sinfín de reflexiones.

Se cumplen ya 10 años de su debut como pelotari profesional.

La verdad es que se me han pasado volando. Estos días lo estamos comentando en el gimnasio y a todo el mundo le sorprende. Es una buena cifra, pero también mala porque se puede decir que entramos en la cuenta atrás (risas).

¿Cuenta atrás?

No, en el día a día estoy entrenando bien y eso es lo más importante porque, si no puedes entrenar bien, no puedes estar a buen nivel. Mientras tenga salud y las lesiones me respeten, seguiré dando guerra.

Y últimamente le están respetando.

La verdad es que sí. He tenido muchas cosas, pero cortas, salvo la operación de la mano en 2008. Ahí sí que me preocupe, pero otros años he tenido paperas, apendicitis, alguna gripe fuerte... Pero si luego me va bien, que todos los años sean así.

Hagamos un repaso. En el aspecto deportivo, ¿en qué ha cambiado Juan Martínez de Irujo durante esta última década?

En todo. Cuando debuté, para mí era todo nuevo. Iba de novato, pero con muchas ganas de aprender y de comerme el mundo. Hasta ahora me ha salido todo redondo o casi todo perfecto, y creo que he mejorado mucho, sobre todo en la experiencia y en el saber estar en la cancha.

Dice que quería comerse el mundo y se lo ha comido, ya que las cuentas son claras: 10 años como profesional y 10 txapelas, una por año.

Ha habido años en los que no he ganado nada, pero la media es esa. La mayoría de los deportistas salimos a ganar sí o sí, por orgullo y por respeto a la afición. Otros hacen lo mismo y no pueden llegar a finales, pero yo he tenido la suerte de poder vivir y disfrutar de esos éxitos.

¿Cuál es la clave para aguantar 10 años en la elite?

Eso también fue un poco chocante porque debuté y enseguida me codeé con los mejores. Tuve la suerte de jugar la final del Parejas y quedarme campeón del mano a mano en mi primer año. ¿La clave? No sé. El trabajo diario. También creo que, si soy pelotari, es gracias a las miles de horas que he metido desde crío en los frontones de Ibero y Vidaurreta. Con un goxua y metiendo horas se aprenden muchas posturas.

¿Tuvo siempre claro que quería ser pelotari?

Qué va. Cuando me preguntaban, decía que quería ser futbolista (risas), pero siempre me ha gustado jugar a pelota. La afición la llevo en la sangre gracias a mis padres. Al vivir en Ibero, me tenían que llevar dos días a la semana a Pamplona para entrenar, el sábado a cualquier pueblo para jugar un partido y el domingo a otro para el Interpueblos. Se han volcado en mí.

O sea, que sus padres han hecho muchos kilómetros por usted...

Y los que meten ahora. Cada vez que juego un partido no se lo pierden. También son fijos los sábados en el Labrit, tanto si juego yo como si no. Y estos días que ha habido un campeonato en la Rotxapea, mi padre se ha acercado a ver la competición. Tampoco se pierden los partidos que dan en televisión. Son muchas cosas que influyen a la hora de dedicarte a esto. Por ejemplo, me acuerdo que, de pequeño, quería ir siempre al frontón para jugar con mi padre. Al final, todo suma. Y también cuentan los compañeros de entrenamiento (cita a Eulate, Fernando Goñi, Patxi Eugui, Oskar Lasa, Chafée...), los preparadores (habla de Altadill e Iribarren), los médicos, los masajistas... Y también el apoyo que he tenido de la empresa. Y que no se me olvide Jokin Etxaniz, que es el que me corrige día a día.

¿Le sigue corrigiendo mucho?

No se cansa. Siempre le digo que tendría que jugar con un pinganillo para que me diera las órdenes (risas). Pienso que es de los pocos que saben mucho de pelota: controla todas las posturas, cómo hay que ir a buscar la pelota, cómo hay que defender...

No se olvide de los botilleros...

Empecé con Ángel Urzainki porque le conocía de mi etapa en aficionados. Luego estuve con mi padre y Etxaniz, pero Etxaniz no podía sentarse cuando jugábamos entre pelotaris de Aspe porque trabaja para la empresa y mi padre se ponía tan nervioso que no disfrutaba. Y ahora estoy con Patxi Eugi, un tío que ha jugado finales y sabe de qué va esto.

Lo mejor en estos 10 años, los éxitos. Lo peor, sin duda, al margen de lesiones y derrotas, la gente que se ha quedado por el camino.

Es ley de vida. Cuando me enteré de la noticia de la muerte de Ángel Urzainki, se me cayó el mundo a los pies. Son desgracias y hay que tirar para adelante. Y luego también me habría gustado que me vieran jugar mis abuelos y mi tío, que no pudieron. Pero al final todos vamos a acabar en el mismo sitio.

Estas cosas, al menos, ayudan a relativizarlo todo.

Por supuesto. Lo más importante es la salud, la tuya y la de los tuyos, porque si alguno de los tuyos está fastidiado, no estás para jugar a pelota. Muchos días llego a casa, estoy con mi mujer y con mi hija y se me olvida todo. Y eso es bueno. No hay que estar pensando siempre en pelota. La txapela más importante que tengo es el nacimiento de mi hija.

En el plano personal, ¿en qué ha cambiado?

Cuando debuté, tenía 21 años, y a esa edad te da igual todo. La única preocupación que tienes es jugar a pelota, escaparte con los amigos por ahí y poco más. Y ahora cambia todo. El cambio más grande fue en 2006, cuando me fui de casa de mis padres. Luego, el nacimiento de mi hija. Te vas haciendo mayor y más consciente de las cosas. Ahora me freno a la hora de salir por ahí porque tengo una edad con la que no puedo hacer lo mismo que hacía con 21 años. Mido más las cosas.

¿Se nota esto en la cancha?

Por supuesto. Soy más consciente de lo que hago y pienso más las cosas. Antes le soltaba a todo como un loco del tanto cero al 22. Tenía chispa, nervio y aguantaba. Ahora, si jugara igual, no podría terminar los partidos. También fallaba lo que fallaba, pero es lo característico de mi juego.

¿Ha sido esa la crítica que más le ha molestado durante su carrera?

Pero esa etiqueta la tuve, la tengo y la voy a tener siempre. A mí no me importa. Antes sí que me picaba un poco cuando me decían: "Si tuvieras la cabeza de Aimar...". Y yo contestaba: "Y si tuviera él otra cosa mía...". Al final cada uno tiene su forma de jugar y cada uno tiene que explotar sus propios recursos. El balance de lo que he hecho hasta ahora es más que positivo, pero no me conformo: quiero seguir ganando.

¿En qué ha cambiado la pelota durante estos 10 últimos años?

El viernes dieron en televisión la primera final del mano a mano que jugué contra Xala en 2004 y pocas veces íbamos al saque-remate. Casi todos los saques los restábamos desde atrás y para mí que en 2004 jugábamos bastante menos que ahora. Ha evolucionado todo. Ahora el que se pone delante y mete ritmo es el que lleva la voz cantante. A lo mejor empecé yo con este estilo de juego, pero ahora todo el mundo se ha amoldado y da un paso hacia adelante para pasar a dominar.

¿Es un estilo mejor o peor?

Cuando solo lo hacía yo, era mejor para mí. Pero cuando es otro el que pega y te atropella... Últimamente se está hablando mal del mano a mano, pero el mano a mano no se lo merece porque toda la vida ha habido partidos buenos, malos, regulares y resultados abultados. Se están mezclando cosas. Que si el material, que si la pasa... Toda la vida ha sido igual y parece que la gente no se acuerda.

Muchos le consideran un pionero. ¿Se siente usted así?

No. Cuando Titín jugaba el mano a mano, también hacía lo mismo. Lo que pasa es que Titín no tenía poder para jugar a bote. En mi caso, vi que era una forma en la que podía jugar, fui probando, vi que las cosas me salían bien y tiré para adelante. Solo intento explotar mis recursos.

¿Qué recuerda del día de su debut?

Fue un viernes por la noche, vino mucha gente al Labrit, hubo un ambiente terrible y gané 22-21. Gonzalez con Eulate y yo con Elkoro, que me ayudó muchísimo. Con el 21 iguales, sacaba Gonzalez y entré al saque de volea. A todo el mundo le sorprendió. Hasta el mismo Elkoro me dijo un tiempo después que se acordaba de aquel resto. Dijo: "Este va a jugar a pelota solo por eso" (risas).

¿Se arrepiente de algo?

No lo sé. A lo mejor de algún mal gesto, pero eso viene de serie. Cada uno es como es y soy muy impulsivo. Pero una cosa tengo clara: siempre voy de cara y, cuando he tenido que pedir perdón, lo he hecho. Mi comportamiento no ha sido de diez, pero sí de ocho para arriba.