Donostia. La esperanza, si es que queda alguna, ya es mínima. El Lagun Aro GBC cayó ayer en Illunbe ante el Cajasol por 75-77 y está virtualmente en la LEB. Las matemáticas aún no lo confirman, ya que el equipo guipuzcoano se encuentra a tres victorias de la salvación y todavía quedan cinco jornadas para la conclusión, pero la misión es casi imposible. Ganar al menos cuatro de los cinco próximos encuentros teniendo en cuenta que los rivales son Valencia, Blusens, Gran Canaria, Barcelona y Real Madrid entra ya en el terreno de los milagros. Y milagros en el deporte, los justos. Cada uno está donde se merece y el Lagun Aro, pese a su encomiable reacción en los dos últimos meses, es penúltimo por méritos propios y acabará así la temporada. No se trata de ser pesimista ni optimista. Es la realidad: el descenso es prácticamente inevitable y, en esta situación, el fin de curso puede ser agónico.
El golpe de ayer fue muy duro, tremendamente duro. El equipo de Sito Alonso exhibió un amor propio, una fe en sus posibilidades y una capacidad para sobreponerse a las dificultades dignas de elogio. Las cosas como son. En este sentido, estos jugadores, de la mano de un entrenador con una personalidad especial, son un ejemplo. Llevan desde mediados de febrero afrontando cada partido en Illunbe con la soga al cuello, conscientes de que una derrota en casa sería el principio del fin. La presión ha sido insoportable. Y habían ido solventando finales una tras otra pese a sus limitaciones. Contra el Valladolid, contra el Murcia, contra el Manresa, contra el CB Canarias. Incluso contra el Fuenlabrada a domicilio. Hasta ayer. El ejercicio de supervivencia del Lagun Aro tocó a su fin contra el Cajasol. Y no fue por no intentarlo. Los hombres de Sito pelearon lo indecible y, a falta de 25 segundos, lograron empatar a 75 un partido en el que habían ido todo el rato a remolque simplemente porque, como equipo, el Lagun Aro es menos que el Cajasol. Un palmeo de Mensah-Bonsu a dos segundos del final tras una bandeja fallada por Blakney puso fin a la resistencia.
Illunbe se quedó helado ante un desenlace tan cruel, tan duro. Los 7.625 aficionados que se dieron cita en las gradas, que se pasaron todo el partido animando como si les fuera la vida en ello, se quedaron mudos. Congelados. Conscientes de que ese palmeo de Pops era el final de la esperanza. Se puede decir que el desenlace fue justo con lo que se había visto en la cancha, pero no con el esfuerzo del Lagun Aro. Sus seguidores apenas lograron reunir fuerzas para dedicar una tibia ovación a los jugadores. Illunbe se había quedado en estado de shock.
siempre por detrás El partido ante el Cajasol fue una agonía desde el principio, ya que el equipo entrenado por Aíto García Reneses llevó siempre la delantera en el marcador desde el 2-11 en el minuto cuatro. El Lagun Aro siempre fue detrás en el luminoso hasta el minuto 39 y medio, cuando logró empatar a 75. Entre medias, demasiado tiempo a remolque, intentando engancharse de todas las maneras posibles a un partido que por momentos parecía complicarse muchísimo. El Cajasol, liderado por un Satoransky enorme, tanto en tamaño como en calidad, impuso la exuberancia física del propio base, de Holland y de Mensah-Bonsu para adueñarse de los aros y hacer la vida muy difícil al Lagun Aro. Los sevillanos capturaron hasta 20 rebotes ofensivos a lo largo del partido, una cifra tremenda y una de las causas decisivas en la derrota. El equipo de Sito defendió bien, por momentos muy bien, pero conceder 20 rebotes ofensivos es permitir al rival tener otras tantas oportunidades para anotar, una desventaja muy grande, excesiva en un partido de tantísima importancia.
Además de esos problemas para sujetar a los jugadores más físicos del Cajasol, el Lagun Aro acusó otro pobre partido de Morris Finley. El escolta, clave en la reacción del equipo desde su llegada, está en un bache de juego y ayer se volvió a mostrar ansioso e impreciso. Su falta de aportación fue compensada en el primer tiempo por Doblas y Salgado, que mantuvo con vida al equipo con varias canastas marca de la casa, incluido un triple inverosímil antes del descanso (37-44).
En la reanudación, el Lagun Aro subió un par de peldaños su intensidad defensiva y se mantuvo en el partido gracias a eso, porque le siguió costando demasiado anotar. Perdido el rebote, correr era imposible y el equipo de Sito apenas anotó en transición. Cada canasta era una agonía, un pequeño triunfo. El Cajasol siempre tuvo la iniciativa y llegó a ir ganando por once puntos a poco de acabar el tercer cuarto. Parecía que el partido se rompería en cualquier momento, pero el empeño local lo evitó y unos minutos de acierto de Paunic, Qyntel Woods -que renació en el último cuarto tras un flojo inicio- y Neto metieron de lleno al Lagun Aro en el encuentro (60-64).
frustrada reacción final La remontada y por tanto la victoria parecían al alcance, pero un triple de Sastre tras rebote ofensivo y un 2+1 del imparable Satoransky dieron seis puntos de renta a los sevillanos a minuto y medio del final, una ventaja casi definitiva. Pero el Lagun Aro no había dicho su última palabra y sendos triples de Finley y Woods y una canasta de Doblas pusieron el 75-75 a falta de 25 segundos para la conclusión. Solo faltaba culminar una remontada heroica, labrada a base de esfuerzo, pero el Cajasol no lo permitió. Blakney penetró a canasta y su lanzamiento, escupido por el aro, lo palmeó Pops Mensah-Bonsu para poner el 75-77. Un desenlace cruel, pero lógico, al que se llegó tras el vigésimo rebote ofensivo de los de Aíto.
El déficit físico del Lagun Aro acabó siendo un lastre que oscureció el generoso esfuerzo colectivo. Ese palmeo liquidó casi definitivamente cualquier esperanza de permanencia. El equipo probablemente seguirá luchando hasta el final pero lo cierto es que la salvación es ya una tarea imposible. Solo ganar el próximo sábado en La Fonteta de Valencia podría devolver la esperanza, pero ni siquiera así las opciones son reales. El de ayer fue un funeral anticipado cuya confirmación matemática llegará en cualquier momento. Se avecina un verano muy largo en Illunbe porque queda la baza de los despachos para seguir jugando en la Liga ACB.