donostia. Acostumbrado a vivir a toda velocidad, al sprint, a Freire, 35 años, le torturaron en la cima del Cauberg con una derrota a cámara lenta. A menos de siete kilómetros para la llegada, los ojos de la primavera de nuevo clavados en el dorsal de Philippe Gilbert, Joaquim Rodríguez, frío, las piernas duras como palos, habló con Freire para contarle que no se veía ganador en el Cauberg. "Entonces decidí intentar ganar con un ataque", explicó el cántabro. "Me encontraba bien y no quería esperar a un sprint tan exigente".
Así que mientras Freire corría solo por el llano hacia la montaña sagrada, una imagen inverosímil, por detrás Voeckler, Valverde, Cunego, Sagan, Gerrans, Mollema y todos los demás que tenían algo que decir en los últimos 1.200 metros de subida al Cauberg, cedieron la palabra a Gilbert, que había recuperado el habla tras meses de mutismo y zozobra unos kilómetros antes, en el Eyserbosweg, la 28ª cota de las 31 que minan la clásica holandesa en la que surgió para sembrar de dudas y pánico el pelotón.
Desde Eyserbosweg asumió el BMC la responsabilidad de hacer que la Amstel no fuese una carrera anárquica. Y desde el primer metro del Cauberg se encargó Gilbert de salir en busca de Freire, que había comenzado el asalto final con un puñado de metros esperanzadores y piernas fuertes para resistir. Y habría aguantado el mano a mano con Gilbert si a la sombra del belga no se hubiesen subido Gasparotto, Vanendert y Sagan, que salieron en el epílogo para abalanzarse sobre el cántabro, agotado. Fue una caza agónica. Más impulsivo, el fenómeno eslovaco fue el primero en lanzarse. Y el belga, el primero en responder. A 100 metros, Freire, pegado a la valla izquierda, se giró para ver pasar al trío fotograma a fotograma. La imagen, congelada, recordó a Gasparotto su lenta derrota al sprint de hace dos años en el mismo escenario. "Por eso, he sabido regular", dijo. El italiano le dio al play y aceleró hacia la más grande de sus victorias.
Samuel, disgustado "Es una lástima, al final pensé que podía ganar", se dolió Freire, cuarto por delante de Voeckler, Gilbert y Samuel Sánchez, que entró muerto y disgustado porque pensaba que había perdido una ocasión de las buenas para sumar la Amstel a su colección de trofeos. El asunto se le torció antes de Eyserbosweg, en el tramo decisivo, los últimos 25 kilómetros, cuando se le rompió el cambio y tuvo que coger otra bicicleta. El líder de Euskaltel se pasó diez kilómetros sorteando coches y ciclistas, por carreteras estrechas, buscando regresar al grupo. Lo atrapó antes del terrible Keutenberg y cuando lo contó por radio al coche, alucinaron. "No es posible", le respondieron. "Pero ya iba asfixiado y casi no había tiempo para recuperar. Tomé algo de aire, pero al empezar el Cauberg sentía que me dolían las piernas. Iba quemado, fundido". Acabó séptimo, su mejor puesto en la Amstel, pero disgustado.
Antón toma el relevo de Samuel al frente de Euskaltel este miércoles en la Flecha, mientras el asturiano regresa hoy a casa para meditar sobre su participación en la Lieja del próximo domingo. El relevo en el futuro, de todas maneras, está en las piernas de Peio Bilbao, que otra vez, como en Flandes, estuvo en la escapada del día. Se marchó en el kilómetro 35 y claudicó a 20 de meta.