eSTAMOS ya en puertas de celebrar una nueva edición de la prueba pedestre Behobia-San Sebastián, popularmente conocida como la Behobia, carrera que como todos conocemos ha ido creciendo de forma progresiva año tras año en su número de participantes hasta convertirse en la llamada gran fiesta del atletismo popular. El ambiente existente durante la misma, las características de la carrera y el altísimo nivel de organización han obtenido este resultado. Mi primer pensamiento en este momento no puede ser otro que felicitar al CD Fortuna por este evento deportivo.
Cuando nos planteamos participar en una carrera como la Behobia, la primera pregunta que nos viene es saber si estamos en condiciones correctas como para participar en una prueba de este tipo, y me refiero tanto al grado de entrenamiento como al adecuado estado de salud, con el fin de enfrentarnos a la carrera con muy bajas posibilidades de aparición de problemas.
Nos enfrentamos a una prueba que, por muy popular que pueda ser (y lo es), tiene una gran dureza en su recorrido: 20 kilómetros y repetidas pendientes mantenidas tanto en el sentido de subida como de bajada. Su realización exige a nuestro organismo en general, y a nuestro corazón en particular, un gran trabajo con un muy importante esfuerzo muscular de nuestras extremidades inferiores y un esfuerzo en muchas ocasiones extremo de nuestro corazón, lo cual nos obliga a tener un corazón totalmente sano para poder enfrentarnos a esta carrera.
En los últimos años ha tenido una gran difusión mediática el fenómeno llamado de la muerte súbita del deportista. Resulta totalmente impactante, sobrecogedor y hasta frustrante ver fallecer de forma repentina a un joven teóricamente sano, deportista, lo que podríamos considerar como el ejemplo de salud, durante una competición. Es en relación a este tema sobre el que me gustaría realizar algunos comentarios.
En primer lugar, y aunque pueda parecer extraño, estamos hablando de un fenómeno muy poco frecuente: un fallecimiento al año por cada 200.000 habitantes. Las estadísticas no mienten. En segundo lugar, y teniendo en cuenta que la causa mayoritaria de la muerte es de origen cardiaco, hay que tener presente que todos ellos eran enfermos cardiópatas, sólo que no diagnosticados, y es aquí donde surgen los principales problemas y retos de cómo actuar a fin de detectar de la forma más precoz posible estos enfermos cardiópatas silentes y aplicar las pautas de prevención y tratamiento adecuadas a cada cardiopatía, incluida la retirada del deporte de la competición.
Al analizar qué enfermedades del corazón son las principales responsables de estas situaciones, existe una frontera que es la edad aproximada de 35 años. En personas con esa edad o superior, la causa principal de muerte súbita en la práctica deportiva son las obstrucciones de las arterias coronarias dentro del cuadro clínico de un posible infarto de miocardio. Durante la práctica del deporte existe un riesgo aumentado de trombosis coronaria e infarto de miocardio, pero ello no debe hacernos olvidar que la realización de ejercicio físico de forma regular es un método altísimamente eficaz en la prevención de la obstrucción coronaria.
En la balanza que se origina entre el beneficio del ejercicio regular y el riesgo que puede darse durante el momento de realizar el deporte, la inclinación no ofrece ninguna duda: el beneficio del ejercicio regular supera con creces el riesgo del momento del esfuerzo. Sin ninguna duda, todos debemos realizar ejercicio físico de forma regular. La prevención de la muerte súbita en estos casos es la prevención de la propia enfermedad coronaria, siendo muy importante la correcta alimentación, evitar el sobrepeso, mantener correctas cifras de tensión arterial, colesterol y glucosa en la sangre y abstinencia total en la toma de sustancias tóxicas, incluido el tabaco (resulta llamativo ver cómo personas que practican deporte regularmente puedan ser fumadoras).
Cuando la edad es inferior a los 35 años, son enfermedades propiamente del corazón las responsables de estos acontecimientos dramáticos (miocardiopatías, alteraciones eléctricas del corazón, dilataciones de la aorta, anomalías congénitas coronarias…). Este grupo es el que representa el mayor problema ya que en muchas ocasiones existen grandes dificultades para su diagnóstico y también, dado el carácter evolutivo que presentan algunas de estas enfermedades, podemos encontrarnos con marcadas anomalías en una exploración cardiológica no existentes en otro reconocimiento realizado previamente.
Constituyen el grupo en el que la aparición de un episodio de muerte súbita implica una gran conmoción médica y social. Son deportistas, jóvenes y sometidos a exhaustivos reconocimientos médicos en el caso del deporte profesional. No nos explicamos cómo puede ocurrir esto. Es evidente que la realización de repetidas exploraciones cardiológicas, correctamente dirigidas por un especialista, es el único método de detectar el mayor número posible de casos y actuar en consecuencia.
Quisiera hacer un comentario sobre la prevención de la muerte súbita del deportista en la población joven global, no únicamente en los deportistas de alta competición. Como he comentado al inicio, hablamos de un fenómeno poco frecuente. No obstante, todo joven que practique deporte debe realizar un chequeo médico que puede ser sencillo y de bajo coste económico: unas pocas preguntas del médico (muy importante conocer si existen antecedentes familiares de muerte súbita), una exploración física rutinaria y la realización de un electrocardiograma, pueden inicialmente ser suficientes si nos referimos a la población general.
En una persona sin ningún tipo de síntoma en el ejercicio, sin historia familiar de muerte súbita, con normal exploración física y con normalidad total de un electrocardiograma, es extremadamente poco probable la posibilidad de un episodio de muerte súbita en la práctica deportiva. Si existiera algún hallazgo en estos estudios básicos, se procedería a la valoración por parte del especialista (prueba de esfuerzo, ecocardiograma, Holter…) a fin de concretar la importancia o no de dicho hallazgo. En personas con una edad superior a 35-40 años, sí sería recomendable añadir una prueba de esfuerzo al examen médico, dado que la enfermedad coronaria es la primera causa de muerte súbita a partir de esta franja de edad.
Al contrario, la muerte súbita en niños y adolescentes es de origen cardiaco en únicamente el 10% de los casos, siendo otros los procesos relacionados con estos acontecimientos.
Resulta llamativo comprobar cómo en Italia en los últimos años se ha reducido la incidencia de muerte súbita del deportista en un 80%, resultado obtenido únicamente por haber realizado de forma global a los deportistas jóvenes aficionados un reconocimiento rutinario más un electrocardiograma.
Un último punto de prevención a tener presente es la situación climática y nuestro estado el propio día de la prueba. El viento, el grado de humedad, la temperatura, etc., pueden hacernos todavía más dura la carrera. Es muy importante comer e hidratarse durante la prueba, aunque no nos apetezca demasiado. Y, por supuesto, nunca participar si ese día no nos encontramos en correcto estado de salud, especialmente si tuviéramos algo de fiebre -¡nunca se debe hacer deporte con fiebre!- y en el caso de percibir síntomas o encontrarnos mal en el curso de la carrera, retirarnos. La Behobia nos aguardará también el año que viene.
Mis mejores deseos a todos los participantes, que la Behobia sea algo con lo que disfrutar y pasárselo bien y, por favor, no olvidar las mínimas medidas de precaución.