Donostia. A Julian Dean, un hombre rápido pero no un sprinter, al menos no de primera fila, no le pagan para que gane carreras. De hecho, aunque ha disputado infinidad de volatas, desde que en 2003 dejó el CSC, en Crédit Agricole y en Garmin sólo ha logrado dos veces el campeonato neozelandés. A sus 35 años y con quince temporadas como profesional, se mantiene en activo. Algo tendrá. "Es el mejor lanzador del mundo", dijo de él Thor Hushvod, entonces compañero en el Crédit Agricole. Ahora es Tyler Farrar quien se beneficia de esa labor, y Dean celebra los éxitos del norteamericano como si fueran propios. Ayer, como en Utrecht, cruzó la meta en la tercera plaza, tras su jefe y Fabio Sabatini.

En otro final rocambolesco que confirma la impresión de que en Italia no hay rectas de más de 150 metros -y si las hay, el Giro, que sigue liderando Alexandre Vinokourov, las evita-, Dean se puso al frente del pelotón, sacó partido de la habilidad adquirida en sus inicios en el BMX, y negoció la última curva con cuatro metros sobre el pelotón. Sólo el formidable sprint de Farrar, al que Sabatini achuchó, privó a Dean de una posible victoria que buscaron, en la fuga del día, Dario Cataldo (Quick Step), Hubert Dupont (Ag2r) y Charles Wegelius (Omega-Lotto). Columbia fue quien más trabajó para echar abajo esa escapada, pero André Greipel -séptimo- tampoco recompensó ayer a sus compañeros y Matt Goss tampoco lo remedió.