"AQUÍ, lluvia se dice sirimiri. Aquí, campeón se dice txapeldun. Aquí, tapa se dice pintxo. Aquí, peque se dice txiki. Aquí, café se dice Baqué", dice la voz en off de una popular campaña publicitaria de la firma durangarra, que, desde este año, puede agregar que aquí, triunfo es Daniel Díaz, su perla, un ciclista enjuto (1,68 metros y 64 kilos), pata negra, que en cinco semanas ha logrado cinco de los seis triunfos del equipo de Rubén Gorospe y Joseba Beloki. El sexto lo firmó el colombiano Sebastián Tamayo.

El argentino (Salta, 1989) llegó a Euskadi el 23 de abril, y cinco días después, en su debut en el Memorial Valenciaga (77º), ya mostró su instinto. En cuanto vio una pancarta, sprintó y fue segundo en la primera meta volante, tras su compañero Borja Abasolo, al que ayudó a ganar esta clasificación. Desde entonces, va a triunfo por semana: 2º en Peralta, 1º en Beasain, 1º en Estella, 61º en Durana, 1º en Palencia, 9º en Balmaseda, 1º en Legazpi y 1º en Urraki.

Su trayectoria ha despertado gran expectación, pero quiere ir "poco a poco" y "hacer las cosas lo mejor posible en Baqué, y luego ya veremos qué surge. Mi idea es tirar para arriba (a profesionales); soy consciente que para eso necesito buenos resultados, y es lo que estamos buscando".

Su sueño de "poder vivir de esto" es el de toda su familia, que vive el ciclismo con intensidad. "Empecé por herencia de mi papá y mis cuatro hermanos. Cuando nací, todos eran ciclistas. A su debido tiempo me compraron mi bicicleta y empecé a correr carreritas en el barrio. Dos hermanos, Gabriel, "el mayor, que me saca diez años", y César, "corren en Salta. Ellos estudiaron y ahora trabajan; el ciclismo es su segunda actividad". Gabriel es su preparador físico: "¡Quién me va a conocer mejor que mi hermano!", exclama.

"La familia, el papá (Daniel, visitador médico) y la mamá (Irma), siempre me apoyaron. Como cualquier familia, la mía también sufrió la crisis. Lo superó, pero 2001, 2002 y 2003 fueron años bastante difíciles", explica desde la casa que Baqué posee en Bolibar para la escuadra. "Normalmente vivo solo, aunque a veces se queda Tamayo. Es complicado estar tan lejos de casa, pero sé a qué vine".

La posibilidad de cumplir "el sueño" de correr en Europa surgió en 2009. "Hice un gran año en Argentina. Gané la Doble Bragado, que es como la Vuelta a Colombia en Colombia. El técnico de la selección, Roberto Braghette, me dijo de ir a los Juegos Panamericanos, y le comenté que me gustaría tener la opción de venirme para acá. Me dijo que contactara con (el donostiarra) Unai Erentxun, que es representante, y acá estoy".

Su adaptación ha sido como él, rauda y veloz. "Me encuentro feliz. Tanto Rubén (Gorospe) como Unai están muy pendientes de mí, lo que hace más fácil todo. Estoy muy agradecido del recibimiento que me hicieron en el País Vasco, porque adonde fui siempre me trataron muy bien".

Perdió peso antes de venir Díaz vino con etiqueta de corredor completo, y lo cierto es que destaca en todos los terrenos. "De por sí, tengo facilidad en el sprint, en la velocidad", se define. Sin embargo, en Beasain arrancó en Mandubia, en Legazpi se fue tras De la Parte en Deskarga y en Urraki controló con autoridad. "Sabía adónde venía, y antes de venir trabajé mucho en la montaña. Bajé dos o tres kilos y, aunque perdí algo de punta de velocidad, me viene bien para pasar la media montaña".

Para ello, emigró de Argentina. "En Salta, ya hay algún puerto de tres kilómetros. No es tan llana como Buenos Aires, la Pampa y todo el centro del país. En octubre y noviembre corrí en Bolivia (con el equipo Glass Casa Real) y Ecuador (con la selección). Ya había surgido la oportunidad de venir y quería mejorar la montaña. Allá encontré puertos más largos, con menos pendiente pero mucha altitud. Acá hay muchos y seguidos", explica. En diciembre, trabajó el aspecto físico y "en los primeros días de enero, empecé a correr en Argentina tras dejar el gimnasio".

Favorito en Bidasoa Ante la suspensión de la Bira, desea brillar en dos rondas que Baqué marca con equis: Navarra y Bidasoa, que arranca mañana con su dorsal, el 152, subrayado con fosforito. "Soy consciente de lo importante que es esta vuelta, y el equipo y yo esperamos estar lo más arriba posible. No será fácil, porque habrá gran participación" y la ronda "será muy dura". Ayer visionó "los puntos claves, y con las instrucciones de Rubén y Beloki es más fácil la estrategia en carrera". Sin embargo, no era muy amigo del pinganillo. "Con su prohibición desde el 1 de enero, no lo extraño demasiado", señala entre risas. Y "depende de quién esté al otro lado, menos", bromea. "Sin el pinganillo, está bien que las carreras sean más abiertas, ya que los equipos fuertes se demoran en organizarse y da opción a los menos fuertes", concluye.

Sabe que Bidasoa es un gran escaparate para el profesionalismo, que conoció en enero en el Tour de San Luis, pero "mi nivel físico sólo me dejó ayudar al equipo, porque debía estar fuerte acá". Tras vencer en Legazpi, Braghette afirmó en la web salteña sportmediasalta.com que para Díaz "ganar tanto en tan poco tiempo es un arma de doble filo". "Sabemos que esto debe ser un trabajo a largo plazo... no menos de dos años, para que se afiance y crezca". El técnico advierte de que los éxitos están haciendo a su pupilo "saltar algunas etapas que puede lamentarlo más adelante". Afirma haber recibido la llamada de "dos equipos profesionales importantes", y la información asegura que uno es Euskaltel. "Dos o tres han mostrado interés, pero no Euskaltel. Dani no cumple el requisito de estar formado aquí. Hasta septiembre tiene contrato con Baqué, recuerda Erentxun.

Ajeno a los rumores, Díaz sueña con emular a sus ídolos: "De chico, en casa mamé todos los que fueron pasando: Indurain, Pantani, Armstrong, Ullrich... Ahora, más que ídolos tengo un ideal, que sería formar parte de un equipo ProTour o profesional y vivir bien de esto. Para ello necesito resultados". De momento, aquí, los triunfos llevan su nombre.