Rugby en zapatillas de casa
El deporte del balón oval, ideado según reza la leyenda por un estudiante inglés de Teología a partir de una trampa, alcanza cada año su máxima expresión en el centenario Torneo de las VI Naciones.
Cuentan las malas lenguas inglesas, las mismas que conducen por la izquierda, que fue el estudiante de Teología de la universidad de Rugby William Webb Ellis quien inventó este deporte en 1823 cuando en un partido de fútbol agarró el balón con las manos y lo llevó hasta la zona de marca contraria. Sería digno de ver cómo una persona que después pasaría toda su vida dentro de una iglesia hablando sobre los comerciantes del templo inventaba un deporte como el rugby intentando hacer trampa en un deporte como el fútbol. ¿Vestiría sotana cuando corrió con el balón? ¿Pensaría en Judas mientras corría? Se sabe que después se ordenó sacerdote, que murió en Menton, Francia, y que no volvió a jugar a rugby a pesar de que casi todos lo consideran como su inventor. En Rugby existe una placa que reza: "Esta lápida conmemora la hazaña de William Webb Ellis, quien haciendo gala de una gran indiferencia por las reglas del fútbol que en aquellos tiempos se jugaba, corrió por primera vez con la pelota entre las manos, dando así origen al hecho diferencial del juego de rugby. A.D. 1823".
La ruptura de las normas a cargo de un sacerdote en pleno siglo XIX puede parecer ciencia ficción, pero quizá habría que matizar un tanto las circunstancias. La verdad es que en aquella época parece que cada college inglés utilizaba sus propias reglas para jugar al fútbol, y antes de los encuentros debían reunirse los delegados de cada equipo para pactar las que utilizarían ese día. Y como vieron que un deporte que cambiaba de normas a cada encuentro era psicológicamente engorroso y como la gente de universidad tiende al documento escrito, en 1845 varios estudiantes de Rugby (William Delafield Arnold, W.W. Shirley y Frederick Hutchins) procedieron a imprimir unas cuantas normas que valiesen para todos.
una versión más tranquila Pero jamás todo vale para todos y pronto comenzaron las discusiones. Algunos decían que el fútbol que se practicaba en Rugby era demasiado violento; comentario que nos hace pensar que no conocían los deportes practicados por sus propios antecesores en las islas unos siglos antes, pues no había competición de pelota que no finalizase con algún muerto. Pero la realidad es que algunas universidades, Cambridge entre otras, decidieron optar por una versión más tranquila del deporte y, si los documentos históricos no son demasiado falsos, el fútbol y el rugby se separaron definitivamente en 1863.
El deporte del balón oval, desde entonces, ha mantenido esa dinámica actitud de renovarse a cada momento. Existe un Centro del Análisis del Juego en el IRB (International Rugby Board) en el que personas como el antiguo árbitro internacional Corris Thomas analizan mes a mes el estado del deporte. Como todo aquello que quiere mantenerse vivo, evoluciona y trata de adaptarse a los tiempos. Éste que algunos consideran un deporte rudo y sin cabeza reflexiona más y mejor sobre su estado que la mayoría de deportes de éxito entre nosotros. Quizá el fútbol crea que, en su superioridad numérica y económica, no deba revisar sus fórmulas, pero es raro ya el partido en el que no nos aburramos hasta el bostezo, nosotros que hemos vivido con un balón de fútbol bajo el brazo desde que tenemos uso de razón y pies debajo de las rodillas. Hace tiempo ya, por ejemplo, que el rugby utiliza un juez de televisión para las jugadas dudosas, algo que no merma en absoluto el espíritu del juego, como dicen algunos que sucedería en el fútbol, ni hace revolverse en su tumba al bueno de William.
Y es que el rugby ha cambiado terriblemente desde que yo empezase a aficionarme allá por el año 1982 (imaginemos cómo habrá cambiado entonces desde 1823 a 1981?), cosa que no ha diluido, en lo más mínimo, mi afición por este deporte. Ha cambiado no sólo en sus reglas, sino también en la velocidad de juego y en el aspecto físico de los jugadores. Los jugadores de delantera, los de la primera línea sobre todo, eran antes tirando a bajos y algo rellenos. Los jugadores de la tres cuartos, en cambio, solían ser estilizados, incluso delgados. Hoy podríamos decir que los quince jugadores son similares (quizá sea la altura la mayor diferencia): todos están en torno a los cien kilos (entre 85 y 115) perfectamente proporcionados y, en muchas ocasiones, el número 3 es tan rápido como el 12. El medio de apertura del equipo de Nueva Zelanda de 1973, por ejemplo, pesaba 74"4 kilos, el mismo puesto en 1999 pesaba 86"3 y Dan Carter, uno de los actuales, pesa 91. Jonah Lomu, el mítico jugador de los All Blacks, con 1"96 de altura y 120 kilos de peso, jugaba de ala y le llamaban The Speed.
un deporte para inteligentes Todos estos cambios en las normas, en el aspecto físico o en los sistemas de juego convierten a este deporte en uno de los que ofrece mayores posibilidades y, por ello, en uno de los más inteligentes. A pesar de que visto desde fuera y por personas desconocedoras puede parecer un deporte en el que prima la fuerza física por encima de cualquier otra consideración, rara vez llegará un jugador sin cerebro a las cotas más altas de este juego durante un periodo extenso de tiempo. Si los cálculos médicos están en lo cierto, intuyo que, a pesar de las evidencias, casi todo el mundo tiene por lo menos un cerebro, y no hay duda de que el rugby enseña a utilizarlo.
Y como no podía ser menos con todo este torbellino de cambios, también la competición que comienza esta semana, el campeonato de las VI Naciones, ha sufrido cambios a través de su historia. Comenzó en 1883, y por entonces no participaban más que los cuatro equipos de las islas: Inglaterra, Irlanda, País de Gales y Escocia. Pronto se admitió también a Francia (1910), país que había conseguido para entonces un gran nivel en este deporte. Durante la Primera (1915-19) y la Segunda Guerra Mundial (1940-46) no se celebró, por supuesto. Pero entre estos dos desastres de la historia, ocurrió un curioso altibajo: Francia fue expulsada de la competición en 1932. Volvió a entrar, sin embargo, en 1947, después de la guerra, y el campeonato se convirtió de nuevo en el conocido V Naciones hasta el año 2000 en el que se incorporó Italia. Así se llegó al actual VI Naciones.
el torneo de 2010 ¿Y quién, después de todo esto, no espera con ansiedad la reanudación del torneo? Ayer mismo recibí un correo electrónico del reverendo William Webb Ellis. Me decía que él está mayor ya para pasar frío en los campos, en Twickenham sobre todo, y que le gustaría ver los partidos desde su casa, con una manta en las rodillas, pero que no hay manera de que los retransmitan las cadenas públicas, como hacían en 1982, cuando él acababa de cumplir 176 años y yo me empezaba a aficionar a este deporte con Serge Blanco y Jonathan Davies.