Prácticamente no existe nadie en Navarra que no haya oído hablar del Moscatel de Ochoa. El vino más emblemático de la bodega de Olite cuenta ya con más de tres décadas a las espaldas y el cariño de muchas personas que recurren a él para celebrar momentos especiales. En la familia Ochoa lo defienden con entusiasmo a pesar de que confiesan que tienen la sensación de predicar en un desierto. “Está aquí desde los reyes Teobaldos, creemos que es parte de la identidad de Navarra y que da vinos muy singulares” nos explica Adriana Ochoa, su elaboradora. “Ojalá más gente en Navarra se animará a cultivarla”. Y es que casi aproximadamente el 25% de las algo más de 100 hectáreas de moscatel en Navarra pertenecen a Bodegas Ochoa.
“Está aquí desde los reyes Teobaldos, creemos que es parte de la identidad de Navarra y que da vinos muy singulares”
La moscatel de grano menudo, muy diferente del moscatel de Alejandría más presente en los moscateles mediterráneos y del sur de la península, es bien particular. Una uva poco productiva y sensible a enfermedades como el mildiu o la polilla del racimo, no es ni ha sido precisamente muy popular entre los viticultores. En los 90 fue cuando Javier Ochoa, padre de Adriana, decidió plantar con material vegetal de viejos viñedos de Olite y Corella una nueva viña de moscatel. En la familia ya había una larga tradición en la elaboración de vinos dulces y aunque en esos años desaparecieron muchas viñas de moscatel, en Ochoa decidieron ir contracorriente apostando por plantar una. Para la familia tenía todo el sentido.
Años más tarde, Robert de Niro entraría en el restaurante madrileño Zalacaín y probaría por primera vez el Ochoa Moscatel Vendimia Tardía. El prestigioso actor norteamericano salió de allí con alguna caja y el contacto del distribuidor para su restaurante en Nueva York. Esta es una de las anécdotas más conocidas del Moscatel de Ochoa que refleja muy bien lo que muchas personas sienten cuando lo prueban. Están ante algo delicioso y sin duda único. “Mucha gente nos confiesan que no les gustan los vinos dulces, pero que el moscatel de Ochoa sí”, confiesa Adriana Ochoa. Es posible que a estas personas sí que les gusten los vinos dulces, pero los que están bien hechos y tienen sentido.
"Mucha gente nos confiesan que no les gustan los vinos dulces, pero que el moscatel de Ochoa sí”
Vendimia tardía
Elaborar un vino dulce natural de vendimia tardía es querer meterse en problemas. La mezcla final del vino comienza precisamente en la viña. Los primeros moscateles que se vendimian son más frescos, florales y herbáceos.
Conforme van evolucionando en la cepa comenzamos a tener más frutas exóticas y finalmente los más tardíos son muchos más amielados. Estos últimos se vendimian en noviembre y son los que dan personalidad al vino, de ahí que este moscatel venga con el apellido “vendimia tardía”. Esta combinación permite a la enóloga navarra jugar para encontrar el vino de moscatel perfecto cada añada. “Intento que haya una continuidad entre añadas pero si eres muy fan de este vino o catas varias añadas juntas, vas viendo sutiles diferencias que reflejan el año”.
Los moscateles más tardíos son muchos más amielados,se vendimian en noviembre y son los que dan personalidad al vino.
Nuevos estilos
No contentas con esto, en la primera década de los 2000 nacía una nueva versión del moscatel clásico de Ochoa tras un viaje de Adriana al Piemonte italiano, el hogar de los moscatos. La moscatel además de tener distintas fases en su maduración no se comporta igual en todo el viñedo.
En zonas más frescas el perfil de la uva es más delicado, tiene mayor acidez y una fruta más cítrica, perfecta para un moscato. Se abrió así una nueva línea de investigación e innovación en la bodega hasta controlar por completo el proceso. A la innovación tecnológica en la elaboración se le unió el reto de un packaging novedoso.
“El tapón te permite guardar el vino intacto hasta 5 días en la nevera aunque mucha gente confiesa que no llegan a tanto porque se lo beben antes”
El moscato no sólo era un nuevo estilo de vino para la bodega, apelaba a un nuevo tipo de consumidores dispuestos a dejarse llevar por vinos más informales, a disfrutarlos sin la excusa de los grandes momentos, más del día a día y con un consumo más moderado, ya de partida es un vino con menos alcohol. Así que en la bodega pensaron que el cierre de la botella, además de aguantar la presión debía permitir volver a cerrar la botella y guardarla en la nevera hasta el próximo momento de disfrute. Crearon así un tapón que llama la atención por su color, un amarillo canario intenso, por su practicidad y por ser además reutilizable en cualquier otra botella de espumoso. “El tapón te permite guardar el vino intacto hasta 5 días en la nevera aunque mucha gente confiesa que no llegan a tanto porque se lo beben antes” confiesa orgullosa Beatriz Ochoa, gerente de la bodega.
¿Habrá más moscateles antes de acabar esta década? “Sólo puede decir que somos una familia inquieta”, confiesa entre risas Adriana. En la bodega en realidad lo que más producen son tintos pero la sombra del moscatel es alargada. Eso sí, la filosofía en todos los vinos es la misma, coherencia con el lugar en el que están, con la historia de su territorio y con el legado de una familia que lleva haciendo vino desde 1845.