Con la Gewandhausorchester de Leipzig, la Orchestre de l’Opéra National de Paris y el donostiarra Xabier Anduaga como algunos de sus principales reclamos, y con el Requiem(s), del Ballet Preljocaj como cita inaugural este viernes en el Kursaal, arranca la 86ª edición de la Quincena Musical, para la que, tal y como confiesa su director, Patrick Alfaya, cada vez es más complicado cuadrar números ante los cada vez mayores costes de desplazamiento y, sobre todo, alojamiento en la ciudad.
Se trata de una edición algo diferente para la que se han buscado propuestas que no habían venido antes.
Sí, hay bastantes cosas que no habían venido antes, tanto orquestas como obras. La de Valencia no había venido nunca, aunque es verdad que es una orquesta muy joven, y la queríamos aquí porque es una gran orquesta que viaja muy poco. Tampoco Jordi Savall con sus grupos, solo lo había hecho para hacer cámara, y ahora viene con cien músicos que van a estar una semana ensayando en Vitoria. No recuerdo si la Ópera de París ha estado alguna vez, que es la orquesta más antigua de Francia y una de las más conocidas, aunque sale muy poco y viene por los 150 años de Ravel. Y luego está la Gewandhausorchester, que tampoco es una orquesta que se mueva tanto porque tiene muchos compromisos en Alemania.
¿Está buscada esa novedad o ha sido fruto de la casualidad?
Sí, siempre estás buscando cosas un poco diferentes. Igual que con la Euskadiko Orkestra hacemos dos obras que no hemos hecho nunca, Amaya y West Side Story, que se hace muy poco porque tiene muchísimos papeles, y eso es un problema, y porque hay cinco herederos de los derechos y no es un contrato fácil. Pensé en hacerla semiescenificada porque es una ópera que da para ello, pero es completamente imposible por contrato. Solo puedes hacerla como si fuese un concierto. Tratamos de buscar cosas así, como lo de Preljocaj, que es la última obra que han hecho y que fuimos a París a verla y dijimos que adelante.
Comenzar con ballet es, además, toda una declaración de intenciones.
Sí. La Quincena no puede vivir al margen de los tiempos y cada vez lo visual tiene más peso. La danza tiene un público y esa combinación con música, ya que es una obra que mezcla heavy, Mozart y barroco, funciona muy bien si es de calidad. Durante años la danza tuvo mucho peso en la Quincena y poco a poco lo fue perdiendo, sin desaparecer, por lo que que vuelva no me parece para nada mal. De hecho, el año que viene es probable que volvamos a inaugurar con danza.
Esa combinación les permite también programar otra música.
Los primeros compases empiezan con una banda heavy, así que es la primera vez en la historia que la Quincena va a empezar con música heavy. Al principio dudé, pero es algo que dura un minuto y luego ya pasa a música de Réquiem. Aún así, es una declaración de intenciones.
“Siempre estás buscando cosas diferentes. Los primeros compases de este año son de una banda heavy”
Ha comentado antes ‘West Side Story’. Quizás pueda ser el mayor reclamo para un público joven o incluso de otros ámbitos.
Creo que sí. La versión musical se hace con una partitura para doce músicos, pero aquí es para 70 u 80. Es la versión sinfónica, la que se utiliza para las películas, así que es bastante diferente. A pesar de que la película que hizo Spielberg no tuvo tanta trascendencia, a mucha gente le suena West Side Story, y esa idea de Romeo y Julieta puede ser muy atractiva. Además de que la música es una mezcla entre pop, jazz y ópera, por lo que es un lenguaje mucho más moderno.
¿Cómo va la lucha por atraer al público joven?
Siempre digo lo mismo: creo que la música clásica nunca ha tenido público joven. Eso no quiere decir que tengamos que renunciar. En danza, en Preljocaj, habrá público joven, y posiblemente en el segundo concierto de Valencia, porque actúa Xabier Anduaga, pero lo que no vamos a conseguir nunca es tener a mucho público joven viendo el Réquiem de Brahms.
“Creo que la música clásica nunca ha tenido público joven. Eso no quiere decir que tengamos que renunciar”
Uno de los nombres clave en ello es, precisamente, el de Anduaga, cuya evolución se está viendo en el festival.
Es muy buen cantante y le están invitando a los mejores teatros del mundo. Es una persona con sentido común e inteligente. Llevo 30 años en esto y he conocido a muchos cantantes con talento que no han tenido la inteligencia para darse cuenta de que para mantenerse en el tiempo necesitan trabajar y estudiar. Xabier se ha dado cuenta de que está dotado de una voz muy buena, pero que para que vaya a más y se mantenga tiene que estudiar y trabajar, porque sino la fuerzas y acabas destrozado.
¿Cuánto hay de querer verle solo porque es de aquí y le va bien fuera?
Sin duda que lo hay. Me acuerdo hace muchos años que fuimos unas 30 personas a verle a una sala pequeña del Orfeón y ahora hay bofetadas por venir. Se ha vendido hasta mi entrada. En muchas ciudades, en cambio, la gente parece envidiosa y aquí parece no serlo.
“Hace años fuimos 30 personas a ver a Xabier Anduaga y ahora hay bofetadas por venir”
Han programado también la ópera de ‘Amaya’ y continúan, así, con la línea de recuperación de obras.
Sí, con Amaya había una deuda porque se programó en 2020 y se tuvo que cancelar. No se hace como mínimo desde hace 70 años y es una ópera interesante que nos permite recuperar a gente de aquí. Hemos tocado diferentes obras de Guridi y está bien también poder hacer una obra suya.
¿Sigue siendo complicado traer orquestas de países con tantos festivales como Alemania o Francia?
Ahora nadie coge un avión para venir a hacer un concierto e irse, lo que tiene todo el sentido del mundo. Movilizar a cien personas para tocar dos horas y volverse a Alemania es un disparate. Gracias a las colaboraciones podemos tener a la Gewandhausorchester o a la de París. Lo que pasa es que cada vez hay menos orquestas en gira. Lo ves mucho en otros festivales, como en Edimburgo, que ha sido siempre una referencia, y que este año tiene solo dos orquestas extranjeras. Lo demás es todo británico.
“Ahora nadie coge un avión para hacer un concierto e irse. Movilizar a cien personas para tocar dos horas y volver a Alemania es un disparate”
Pero, ¿puede ser también una reivindicación hacia sus orquestas?
Creo que el problema que tiene la música clásica es que el público cada vez reconoce menos a los artistas. Hubo un tiempo en el que había todo un mercado en el que se intentaba que la gente los identificara para comprar su disco. Esto se ha muerto. La gente ya no sabe quién es el director de la Filarmónica de Berlín y esto ha supuesto una bajada de espectadores, aparte del envejecimiento de la población y otros asuntos. Esto ha llevado a que se miren más los presupuestos, a pesar de que todavía hay, sobre todo, directores de orquesta que piden un caché que no producen en taquilla. Una parte del caché la tiene que condicionar tus ventas. Y si ya hablamos de una ciudad como ésta, en la que estamos pagando 300 euros la noche en hoteles, hace que las cuentas no den tan fácilmente. Cien personas de una orquesta son 30.000 euros de una noche de hotel.
¿Les afecta más el problema de los hoteles o el del transporte?
Los hoteles. Alrededor de Donostia no tienes hoteles que puedan albergar a cien personas. Lo más cercano es Bilbao, pero si tienes que ensayar con un coro, tienes que traerlos aquí a la mañana para dos horas, que regresen a Bilbao, vuelvan a la tarde para el concierto y de vuelta al hotel. Los coros, como es lógico, te dicen que no. Así que un concierto con coro puede ser tranquilamente unos 45.000 euros más que sin él y esto nos está llevando a plantearnos muchas cosas.
“Un concierto con coro pueden ser unos 45.000 euros más que sin él por los hoteles y esto nos lleva a plantearnos muchas cosas”
¿Facilitaría que la Quincena se celebrase en otoño o invierno?
Facilitaría los hoteles, pero, la mayoría de las orquestas tienen temporada, así que sería muy difícil traerlas. Podrías invitar a una, pero hacer un festival con cinco o seis que puedan dejar su ciudad y venir a tocar no es fácil. Es como si la Euskadiko Orkestra nos dice que este año va a hacer menos conciertos porque se va a ir a tocar fuera cuando los que les pagamos somos nosotros con nuestros impuestos. Por eso no hay casi festivales fuera del verano.
¿Les han afectado los cambios en la Euskadiko Orkestra?
No, la verdad es que no. Ha cambiado el gerente, pero se mantiene toda la estructura. Treviño no iba a dirigir en la Quincena, así que no nos hemos pillado los dedos por ningún lado. Con él me entendía y con Oriol Roch, pero no me meto en casa ajena. A Oriol, evidentemente, le llamé, pero a Roberto Ugarte también le conozco desde hace mucho tiempo. Sé que había inquietud por qué iba a pasar.
¿Que haya habido un cambio de gerencia puede modificar de alguna manera la relación?
Todavía hay mucho que ver y Roberto también necesita tiempo pasa asentarse, pero a mí me gustaría retomar los conciertos con estructura de cámara. Hacer conciertos en localidades más pequeñas estaría bien. Y luego a mí, si tuviésemos más dinero, me encantaría hacer conciertos en la playa. No vas a hacer una sinfonía de Brahms, pero música de cine, como una noche de Morricone o de John Williams, sí. Puedes meter cosas de música clásica, evidentemente, o puedes invitar a artistas que se salgan de ella y puedan hacer algo. Habría que tener en cuenta que la humedad desafina mucho los instrumentos, así que no sé si la playa sería el mejor sitio, pero en una ciudad que está junto al mar...
“El consumo de música clásica ha cambiado mucho y la gente compra a última hora. Esto te genera mucha inquietud con las cuentas”
¿Han buscado algún tipo de patrocinio para hacerlo?
Sí, pero últimamente lo que nos aparecen son patrocinadores como el Instituto Ramón Llull, que ha patrocinado lo de Savall, para cosas puntuales.
¿Ve con cierta envidia los conciertos en la playa y en las terrazas del Jazzaldia?
No. Bueno, lo puedes ver como cierta envidia sana porque me gustaría poder tener el dinero para montar un escenario así y hacer un par de conciertos. Pensando siempre en hacerlo con gente de aquí, porque no tendría sentido traerte a la orquesta de París para tocar en la playa. Eso sí, no creo que si mañana hacemos un programa de Morricone en la playa la mayoría de los que vengan se van a comprar una entrada para ver a la Euskadiko Orkestra en temporada. Se ha intentando antes y no ha funcionado. Todo está inventado (risas).
¿Cómo va la venta de entradas?
Tenemos el 75% de lo que tenemos que recaudar, que son 800.000 euros, así que estamos bien. Esperemos llegar a esos últimos 200.000 euros. Antes se vendía mucho antes y durante el festival se compraban muy pocas entradas, pero el año pasado se vendió una barbaridad durante el festival, unos 250.000 euros. Esto te genera mucha inquietud porque estás mirando todos los días la hoja de cálculo. El consumo en música clásica ha cambiado mucho y la gente compra a última hora. Luego ves a Bud Bunny, que ha vendido 600.000 entradas para conciertos que no sé cuándo son, pero a nosotros nos ocurre que el día antes acabas vendiendo lo que no vendías antes. Esto te obliga a tener mucha presión con la comunicación y las redes sociales, y ya no sabes ni por qué apostar. Ahora menos, pero hubo una época en la que venían por nuestras oficinas cada dos por tres propuestas de influencers, que con música clásica parece que no tiene nada que ver, pero ya no sabes ni por dónde tirar.