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El Jazzaldia en San Telmo, más que asentado

Los cinco conciertos en el claustro del museo han cumplido con nota las expectativas del público

El Jazzaldia en San Telmo, más que asentadoLolo Vasco

Cinco conciertos, los primeros de cada día, cuando todavía tienes la mente limpia, han conformado la cada vez más atractiva programación que se ha presentado en esta edición del Jazzaldia en el claustro del Museo de San Telmo. Lo que empezó siendo una programación dedicada básicamente al piano, y que sigue priorizando este instrumento, da cabida ahora a otras propuestas.

Sorprende también el gran número de espectadores extranjeros presentes en estos conciertos. Señoras y señores de cierta edad que animan estos recitales y que gozan con estas propuestas íntimas en un escenario admirable.

El primer invitado, el pasado miércoles, fue el parisino de 51 años Baptiste Trotignon. Con una propuesta muy variada, que recorrió diferentes culturas, lo mismo se acercó al brasileño Egberto Gismonti que a The Beatles con una versión de With a little help of my friends, o a Cole Porter. Precioso también el recuerdo a Keith Jarret con la maravillosa My song.

Trotignon, durante el concierto

Todo ello siempre con una interpretación muy digerible, en la que el francés demostró una gran habilidad para los fraseos rápidos y en la que dejó en el ambiente una fuerte inclinación por la música de Jarret.

El jueves, el turno fue para el serbio Bojan Z (Bojan Zulfikarpasic). Era su tercera visita al Jazzaldia y ofreció un repertorio en el que, a pesar de comenzar muy lento, destacó la energía, su forma de tocar potente e intensa. Abrió con Full Half Moon y en Rhytmonesia manipuló y jugó con su piano, tocándolo por dentro y sirviendo rapidísimos fraseos repetitivos. Mama loya siguió enseñando lo vigoroso de su interpretación y esa querencia por lo repetitivo.

Cambió de tono recordando The peacock, un tema del que fuera pianista de Billie Holiday, Jimmy Rowles, con aires de estándar y desde luego mucho más clásico que lo que había ofrecido hasta entonces. Volvió a su repertorio particular dedicando un tema al vino francés, Good Wine, una pieza de estructura compleja, con continuos cambios y un final potente. Nedyalko’s eleven se convirtió en lo más delicado de la mañana e incluso el propio Bojan silbó parte de la melodía.

Concierto de Bojan Z en el claustro de San Telmo.

Y la fuerza bruta llegó de nuevo con Serb Proverb, donde castigó el pedal de resonancia y llenó el ambiente de tonos dramáticos con las notas más graves como protagonistas. Satisfacción y deleite para todos.

El tercer pianista del ciclo fue Pierre de Bethman, francés de 60 años y que, como los dos anteriores, también participaba en este Jazzaldia dentro del proyecto Pianoforte que reunió a cuatro distintos pianistas. Entre los pianistas del ciclo fue la suya la más exigente de las presentadas, con su querencia por las disonancias.

Pierre de Bethman, al piano en San Telmo

Actualizó composiciones de Cole Porter o de George Shearing. Podían parecer autores actuales. En todo momento exigió una concentración y un esfuerzo especial para entrar en un mundo de sorpresas, de música intrincada con movimientos inesperados. Temas largos y varias composiciones propias como Agape, En Plus o Greens.

Ya el sábado, y dentro del mismo ciclo, vimos una de las tres actuaciones que el prestigioso Marc Ribot ha dado en el Jazzaldia, en cada caso en un formato distinto. En San Telmo fue en solitario, con una guitarra acústica a la que exprimió hasta llevarla al límite.

Recordó a un guitarrista haitiano llamado Frantz Casseus en el tema Nan Guinan. Acordes clásicos que se resquebrajaban con las “irregularidades” de Ribot. Surgían sonidos insospechados, se acomodaba en las estructuras repetitivas y presentó algún tema que dudabas si es suyo o no. De hecho, bromeó con ello. My creole belle es una versión muy libre de un clásico del folk norteamericano atribuida a Missisipi John Hurt que sonó correcta hasta que Ribot decidió darle la vuelta y presentarla más áspera y rugosa.

Marc Ribot, en la prueba de sonido previa al concierto de San Telmo.

Ribot se inclinó e hizo que su guitarra formara parte de su ser. La mimó y la miró como exigiéndole complicidad en todo momento. Se mostró avergonzado de tener un gobierno americano como el actual y se puso más radical todavía con Lobster claw Symphonette, disco que hizo en colaboración con otro de los guitarristas más desafiante y crudo de la actualidad, Fred Frith. Merecido premio Donostiako Jazzaldia.

El ciclo lo cerró un cuarteto que consiguió dar una clausura perfecta a los conciertos de San Telmo. El cuarteto del trompetista Kirk Knuffke nos divirtió con su deconstrucción de temas impregnados de ritmos populares norteamericanos y a veces cercanos a las marching bands . Cuatro músicos interraciales con fuertes personalidades evolucionaron libres sobre el escenario, Bajo la dirección del propio Kirk Knuffke, sorprendieron cantando sin amplificación, sorprendentemente y a pesar de la libertad de expresión musical, guiados por partituras. Cada uno por su lado, pero confluyendo de manera magistral. Kirk Knuffke (corneta), Bill Goodwin (batería), Stomu Takeishi (bajo) y Bob Stewart (tuba), veteranos músicos acostumbrados a la experimentación, encantaron con su sonoridad única. Un fantástico final para un ciclo totalmente asentado en la programación del Jazzaldia.