El Museum Cemento Rezola de Añorga presenta una interesante exposición sobre las dos obras, el frontón y el bolatoki, que el ingeniero e investigador del cemento armado Eduardo Torroja (Madrid, 1899-1961) realizó a instancias de esta empresa, regentada por Julián Rezola, hace 75 años para esta población donostiarra. Ambas obras constan como excelentes en el Patrimonio de Euskadi y bien merecen ser preservadas con todos los medios. Torroja es el máximo especialista en construcción en hormigón de su época a nivel estatal, y es autor de obras tan significativas como la cubierta del Mercado de Abastos de Algeciras, el Frontón Recoletos y las cubiertas y los graderíos del Hipódromo de la Zarzuela. Fue creador a su vez de la empresa ICON, con laboratorios de investigación y medición aplicables a todo tipo de modelos para la construcción, y primer secretario de la revista Hormigón y Acero, hoy editada por la Asociación Científico-Técnica del Hormigón Estructural.
La muestra trata de acercarnos a su filosofía de diseño y a sus trabajos más emblemáticos proyectados en hormigón armado y en los que prescindió de la decoración para crear obras puras, en apariencia sencillas, pero llenas de soluciones complejas y originales y con un gran dominio de la geometría.
El ingeniero aprendió con su padre, el arquitecto Eduardo Torroja Cabaile, las nociones de la pureza geométrica, y con el ingeniero José Eugenio Ribera las técnicas constructivas, realizando unas obras en hormigón armado, de superficies lisas y continuas, y jugando con espirales, logaritmos, dodecaedros, casquetes esféricos e hiperboloides. Amante de la línea curva matemática, unirá en muchas de sus obras organicismo y racionalismo al mismo tiempo, heredero del funcionalismo y de un cierto barroco en lo profundo.
La empresa Cementos Rezola, con ojo certero, contó con él para la cubierta del frontón de Añorga, en colaboración con el arquitecto Juan Batanero, y la realizaron entre 1948-49. Cubierta ondulada de lámina de hormigón armado de 5 centímetros de 12 x 35 metros y que parece levitar sobre la cancha de juego. Y la bolera en 1958, a base de un muro corrido sobre pilares y vigas, de suave y delicada geometría. 5 x 36 metros, hoy algo deteriorada, y necesitada una la restauración adecuada.
De ambas obras se muestran maquetas realizadas en 3D, así como planos, dibujos, cartas y documentos que enmarcan y contextualizan las obras de este importante ingeniero creador de obras puras, simples, y de un sobrio racionalismo, y que se muestran a su vez en este pequeño y funcional museo obra del arquitecto Luis Peña Ganchegui.