En el principio y al final fue la arcilla, el metal, el agua y el fuego. Eso creen al menos los pueblos primitivos, y al fin y a la postre, también las culturas modernas.
En esas coordenadas se instala y se mueve la obra del escultor y ceramista argentino Gabriel Chaile (San Miguel de Tucumán, 1985), instalado hoy en Portugal, que hunde sus raíces en la cerámica ancestral de su país, con aditamentos de las últimás vanguardias. Tradición y vanguardia producen una obra monumental con rasgos de la cultura malinche, en la que los rasgos antropo-zoomorfos producen una cerámica de rasgos propios, y al mismo tiempo, modernos. Lo más antiguo es lo más moderno, así lo afirmó Picasso.
La exposición se abre con una escultura minimalista, Parábola, con contrapeso y huevo sobre cartón, que remite a las fuerzas elementales y primigenias en la que se mueven todas las culturas (2023), dando paso a su gran mural, Selva Tucumana (2024), cerámica monumental con dibujos incrustados de dos tapires bebés que bajaron del cielo y mutaron a humanos. Del muro se despega una instalación en metal que lo tridimensiona y enriquece.
Pero donde Chaile cobra mayor fuerza y potencia es en sus grandes vasijas de arcilla y barro con nombres de mujer, Irene (2024), Malinche (2019), y en Por qué has corrido tan lejos (2024), en las que su gran tamaño, unido al poderío de la arcilla trabajada con las manos, y sus propias formás elementales y primigenias, obtienen altas cotas de valor y de belleza. Nada hay más bello que las formas elementales, y esto los pueblos primitivos lo saben y lo potencian. Así lo afirmaba Julio Caro Baroja. Sus voluminosas y rotundas formas femeninas, convertidas en algún caso en hornos de fuego, adquieren un alto grado de significación y de ternura.
También resultan hermosas sus ollas y cazuelas de metal usadas y cargadas de repertorios antropo-zoomorfos de gran calado y fineza como Aguas calientes (2019). Obras más conceptuales resultan su horizontal instalación Salir del surco o labrar la tierra (2014), ladrillos, huevos y luz, así como su ingeniosa Ingeniería de la realidad(2012).
Invitados en la muestra aparecen también las dos instalaciones pictóricas de Tomás Bargao, pinturas abstractas sobre ondulados de uralita y plástico en posiciones diagonales, y los retratos indígenas sobre pan de oro, a la manera de iconos orientales de otro pintor de su taller de trabajo. Todos estos artistas borran y difuminan las barreras entre lo popular y lo culto, entre la artesanía y el arte, entre lo objetual y lo artístico, entre lo verdadero y lo falso, y pretenden conectar y homenajear a Eduardo Chillida en su centenario.