No fuimos. No somos. No seremos. Así, silenciando episodios históricos claves en el devenir de un pueblo es como los vencedores imponen su memoria y borran la de sus oponentes. Es la batalla por el relato, como se dice ahora. “Nosotros hemos sido un país conquistado desde el siglo XVI” y, como acostumbran a hacer, “los conquistadores han ocultado acontecimientos” para sofocar reivindicaciones futuras. Así lo afirma el escritor tafallés Jose Mari Esparza, que en Zumalacárregui y la República de los Pirineos (Txalaparta) defiende uno de esos “hechos” escondidos en aquella época, pero también en esta por una “casta de catedráticos que nos engañan”. Y es que, en la primavera de 1834, Tomás de Zumalakarregi proclamó en Estella una república federal independiente con las cuatro provincias de Euskal Herria de este lado de la cordillera. Apenas duró tres meses, pero existió, según las tesis de Esparza, que se ha apoyado en documentación histórica y en artículos de prensa de numerosos medios europeos que dieron cuenta, entonces, de lo que sucedía aquí durante la primera guerra carlista.
En este nuevo libro, el ensayista recoge numerosos testimonios de viajeros, escritores, periodistas, historiadores y militares que “desde diferentes países e ideologías hablaron y escribieron sobre estos sucesos y afirmaron que fueron la defensa de los fueros y el afán de independencia “el motivo principal de las sublevaciones”, señala Ane Eslava Serrano, editora de Txalaparta. “11 historiadores reconocidos han introducido correcciones y aportaciones en el libro”, añade, y apunta que Xabier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, es el responsable del epílogo de un volumen que incluye ilustraciones y algunos documentos inéditos.
También es memoria histórica
Bregado en las investigaciones sobre el pueblo vasco, después de décadas de trabajo, dos de ellas dedicadas al siglo XIX, “te das cuenta de que cuando hablamos de memoria histórica no hay que circunscribirse al 36, ya que la lucha por la memoria se da en todas las guerras”. Es más, defiende que lo sucedido en esta zona durante la guerra civil española –ajusticiamientos– está directamente conectado con lo que pasó en la primera guerra carlista. En aquellos años, “todo el pueblo estaba en contra de lo que traía el liberalismo, que consistía en quitar los fueros, establecer fronteras, estancar el tabaco, los sellos y la sal y subir las contribuciones”. También “imponer el servicio militar” y, a partir de 1855, “con las leyes desamortizadoras, pusieron en venta los comunales”. “Los ayuntamientos estaban arruinados por las guerras y porque, para evitar que los mozos fueran a las quintas –que podían ser de ocho años en Puerto Rico o Filipinas–, compraban sustitutos; incluso se dice que la diputación llegó a pagar por una quinta entera”. Esto les arruinó y tuvieron que vender las tierras, lo que generó revueltas y problemas que se saldaron, un siglo después, en “las masacres del 36”.
Monos, simios, salvajes
Sin embargo, “frente a ese pueblo unánime vasconavarro que se alza, tenemos a señores historiadores diciendo que el ejército liberal representaba la revolución y el librepensamiento; claro, es que fue el que al final se impuso”. En cambio, los habitantes de estas tierras eran descritos poco menos que como “monos antropoides, simios que no tenían ningún sentido de la nacionalidad moderna y que demostraban esa condición salvaje tomando las armas en defensa del absolutismo y la teocracia y en contra de la razón”. Es decir, según sostienen esos historiadores y denuncia Esparza, “no había ímpetu independentista, solo ignorancia y animalidad”. “Eso es mentira, una patraña más” del discurso oficial en torno a las guerras carlistas.
Frente a estos descalificativos y “engaños”, ha recogido en su libro pruebas como el acta en la que “concedieron a Zumalakarregi el mando supremo del ejército de Navarra para que defendiera los derechos de Carlos VIII de Navarra y V de Castilla, fuera fiel a los fueros y a las libertades de este reino”. Un mandato que “ocultan porque desmontaría sus tesis posteriores”. También aporta la carta de Zurbano, “el hombre de negocios de la Diputación Liberal de Navarra en Madrid”, a Miguel Basset, secretario de la institución en ese momento, en la que le comunica que a Madrid “ya ha llegado la proclama de Zumalakarregi en la que señala que, en atención a la inactitud y abandono con el que mira la defensa de su causa don Carlos, se declara el reino de Navarra y las provincias vascongadas república federal”. Esta misiva fue hallada hace un par de años por Mikel Sorauren en el Archivo General de Navarra y, como otros documentos, libros y artículos “está al alcance de quien quiera”. Otro material que refleja Esparza es el escrito que el general Arizpe de Baigorri remitió al gobierno francés comunicándole la noticia de la independencia, y “añadiendo algo muy curioso” de su puño y letra, y es que “no se puede negar que la separación fuera algo muy fácil e incluso popular en estas provincias porque están unidas a España tan solo con unos vínculos muy débiles”.
El libro
- Título. Zumalacárregui y la República de los Pirineos.
- Autor. Jose Mari Esparza Zabalegi.
- Editorial. Txalaparta.
- Páginas. 344.
- Precio. 18 euros.
- Durango. Es una de las novedades de Txalaparta para la Azoka.