La existencia de esta saga se acaba de dar a conocer, ya que, contrariamente a lo que suele suceder, no se anunció cuando se publicó el primer libro. “No son novelas correlativas”, pero las/os lectoras/es irán encontrando hebras que tejen un solo universo, cuenta la autora, que vuelve a recurrir a la sororidad y al espíritu del matriarcado vasco para escribir una historia protagonizada por mujeres fuertes.

¿Por qué la Sima de Legarrea?

La sima me ha dado una historia real, como me la dio el crimen real de la pequeña Ainara a manos de sus padres y de la secta a la que pertenecían que fue el punto de partida de la Trilogía de Baztan. Aquí he encontrado un relato que tiene la parte criminal, por supuesto, pero también la parte mística, esas motivaciones oscuras. También me ha llamado mucho la atención cómo este lugar está en la memoria colectiva de la gente de la zona casi como un sitio que temer. Y me sorprendí cuando me enteré de que, antes que a la familia habían encontrado otro cadáver (se refiere al de Iñaki Indart, encontrado en la fosa en 2014 tras seis años desaparecido). Sabemos que en nuestro territorio hay muchos lugares como este, sorginkobas, cuevas de gentiles, espacios mágicos de brujas... y, afortunadamente, la mayoría no están ligadas a un crimen real, solo a la leyenda. Pero la de Legarrea está ligada a las dos cosas, a las leyendas que cuentan que se encerró allí a una bruja y a una historia real.

Llama la atención que ubique su trama en 2020, cuando en 2016 se exhumaron y autentificaron los restos de la familia Goñi Sagardia.

Bueno, es que yo no hago novela histórica y no quería hablar exactamente de todos los hechos ya contados. Quien esté interesado en los sucesos reales tiene artículos y el libro La Sima, que abordan esa historia. Además, como también hice con el caso de John Biblia en Esperando al diluvio y de Ainara en la Trilogía de Baztan, hay que tener en cuenta que aún quedan familias, gente que les recuerda. Siempre reservo un espacio para narrar los hechos puros y duros y, a partir de ahí, cuento otra historia. No quiero contar hechos reales ficcionando algunas partes, me parece una falta de respeto. El true crime no es lo mío.

¿Tuvo algún contacto con Paco Etxeberria o con Aranzadi?

No. Me documenté sobre su trabajo y leí todas las noticias sobre el caso, pero no. Lo que sí hay en esta novela es un reconocimiento a él y a su grupo en la propia figura de Nash y su equipo. Ella no es antropóloga, sino otro tipo de forense, pero el homenaje está ahí.

¿Cómo nace Nash Elizondo?

Nace del deseo puramente literario de crear un investigador diferente. Distinto a Amaia Salazar, que representa a la policía y esta ya sale en muchas historias. Los forenses suelen estar presentes en las novelas, pero Nash ejerce una rama distinta, la psicología forense. El modo en que llega a esta investigación tiene que ver con el hallazgo del cadáver, lo que genera un vínculo de agradecimiento con los miembros de la familia de Andrea, que llevaban tiempo buscándola. Gracias a eso, Nash puede entrar a hacer su trabajo.

¿Qué hace una psicóloga forense?

Los psicólogos forenses normalmente no participan en las autopsias normales, porque con la inspección ocular y las analíticas ya les basta para saber qué ha ocurrido. Nash toma su nombre de las causas de la muerte: natural, accidental, suicidio u homicidio, pero su labor es muy abstracta, espectral. Tiene que convertirse en la psicóloga de los muertos, en este caso de Andrea Dancur. Para conocerla, indaga en su teléfono, en lo que compra y en cómo se relaciona con cada persona de su entorno. Y su investigación difiere de la de un policía en que, incluso en el caso de Amaia Salazar, que es una víctima y tiene esa sensibilidad especial, no llega nunca a ser tan profunda. El policía se tiene que centrar en el quién y en el cómo, pero no tanto en cómo se sentía la víctima. Es cierto que existe la victimología, pero se centra en sus atribuciones externas, en su comportamiento y en por qué la ha elegido el ejecutor, pero no tanto en cómo era ni en qué sentía.

Nash y Amaia se cruzan, se entienden y acaban trabajando juntas.

Aunque este caso lo lleva la Guardia Civil y no la Policía Foral, para mí era imposible hacer creíble la historia de la aparición de una chica muerta en una cueva de la zona sin que se acercara Amaia Salazar a ver si está relacionada con los casos que ella ha investigado. Además, creo que las dos forman un buen tándem tipo poli bueno-poli malo. Amaia es más inquisitiva y puede ser más dura desde su posición como policía, y Nash es la pura empatía.

En ‘Las que no duermen’ aparece no solo Amaia Salazar, sino también personas de otras de sus novelas. De alguna manera, este libro contiene todo su universo.

Es un homenaje a todos mis lectores. Los que vienen de otras novelas van a encontrar pequeños huevos de pascua que les gustarán mucho. Sin embargo, no es necesario haberlas leído para disfrutar de esta. Las que no duermen forma parte de un cuarteto de novelas no correlativas entre sí, que ocurren en distintos momentos, se narran desde diferentes voces y en diversos escenarios. Aun así, los lectores irán encontrando puntos en común, pistas. He querido llevarles por este laberinto porque no sólo hay que disfrutar del final de la historia, sino también del viaje.

Las mujeres fuertes vuelven a liderar el relato, y se refiere a ellas ya desde el título.

Sí, el título es, precisamente, un homenaje a esa inquietud femenina que no te deja dormir. En el medievo, las mujeres no podían levantarse durante la noche, y a las que se levantaban las consideraban influidas por el demonio o las brujas. Una mujer que se despertaba en mitad de la noche debía rezar hasta volverse a dormir, no fuera que se le ocurrieran ciertos pensamientos y le surgieran ganas de hacer cosas y de dominar su mundo...

¿Qué me dice de los fragmentos autorreferenciales? ¿Es rara ‘la Redondo’?

(Sonríe) La Redondo es un personaje, no soy yo. No lo conocía y he tenido acceso a él desde que paso más tiempo en Baztan. No me ha pasado en ningún otro sitio, ni siquiera en Cintruénigo. Aquí he oído hablar de mí muchas veces mientras yo estaba presente. Una de las ventajas que tenemos los escritores es que la gente no siempre nos pone cara, y a mí me ha ocurrido que he pasado junto a grupos o he ido a comprar el pan y he escuchado que hablaban de la Redondo. Dolores Redondo es una persona y la Redondo es una percepción. Me he permitido hablar de lo que dicen, que si es rara, que si ha tenido que tener una infancia terrible, que a ver qué hay en su mente... Y así he podido reírme yo también del personaje.