A la espera de la posible reunión de Radiohead tras ocho años de retiro, The Smile, el proyecto paralelo puesto en marcha por dos de sus miembros, con su líder Tom Yorke al frente, sigue calmando las ansias de sus seguidores con su excepcional tercer disco. Cutouts (XL Recordings/Popstock!), segundo álbum del trío en este 2024, sigue fiel a su visión heterodoxa del pop, que vuelve a dejar pasajes jazz, electrónicos, progresivos y psicodélicos, aunque cada vez más juguetones y asequibles al oído no iniciado.
Hay mucha gente frotándose las manos desde que Colin Greenwood, bajista de Radiohead, confirmó que la banda se había reunido tras ocho años de separación para ensayar canciones antiguas. Y es que son ya ocho años desde que los de Oxford, autores de discos que han marcado el presente pop reciente como Ok Computer, editaron su último álbum, A Moon Shaped Pool. A la espera de qué sucede realmente, conviene agarrarse al presente y disfrutar del genio del activo Tom Yorke, bien en sus discos en solitario o a través de los sobresalientes pasos dados con The Smile.
Trío que completan el también guitarrista y multinstrumentista de Radiohead Jonny Greenwood y el dotado batería Tom Skinner, miembro del cuarteto de jazz-funk Sons of Kemet y colaborador del proyecto electrónico Floating Points, The Smile ha publicado tres discos en apenas dos años –un par en este 2024–, todos sobresalientes. Cutouts, disponible desde este fin de semana, consolida su estilo aguerrido, valiente y heterodoxo, y lo expande hacia nuevos horizontes. Álbum grabado durante las sesiones del anterior Wall of Eyes, entre la ciudad de Radiohead, Oxford, y los Abbey Road Studios de Londres, Cutouts ofrece una decena de canciones a lo largo de 44 minutos que fluctúan entre la experimentación futurista y el uso del pop art más o menos tradicional, con un espíritu libérrimo que lo emparenta con el jazz y bebe también del sinfonismo o los sonidos progresivos. Catalogaciones que resultan insuficientes en su caso, donde los estilos se diluyen y acaban unificándose formando un magma sonoro único y personal en torno a las letras paranoicas de Yorke.
Cutouts se abre con la belleza contenida de Foreign Spies, una balada electrónica que remite tanto al trabajo en solitario de Yorke como al Burial más explorativo y al John Grant en su prosodia y melodía, y se cierra con Bodies laughing, entre aires de bossa nova espacial con guitarra acústica y sintetizador. Y entre ambas, nos proponen un viaje sin ataduras, libérrimo y apasionante que tiene cumbres como Instant Psalm: un salmo instantáneo de sonido orgánico, melodía embriagadora, psicodelia y cobertura orquestal de la London Contemporary Orchestra que, retorciendo nuestros recuerdos y deseos, puede remitir a gemas de Radiohead como No Surprises.
El riff nervioso de guitarra, su ritmo motorik, el bajo inquietante y la voz de Yorke lanzada con la cadencia del rap destacan en Zero Sum frente a la experimental Don’t Get Me Starting, casi 6 minutos de espaciosas notas sintetizadas, voz reverberada y percusivos ritmos que brotan y desaparecen. Y entre tantos ambientes y texturas, The Smile juegan y se divierten, más que nunca, con el ejercicio de free jazz de Eyes & Mouth, donde la batería de Skinner se muestra audaz, como polirrítmica en Colours Fly, entre ecos dub y una guitarra funk que se escapa hacia Oriente.
Cutcuts es un disco que nos desafía tanto como nos conmueve y nos descoloca, ya que nos masajea con el pop de No Words a la vez que nos lleva del extremo motorik de The Slip, con unas guitarras que podrían firmar exploradores de las seis cuerdas como Adrian Belew o Robert Fripp, a la desnudez de bar oscuro, con piano y humo, de Tiptoe, la más tradicional y ambiental del lote, que refrendan las cuerdas de la orquesta londinense.
Caídas y Soledad
Y entre tanto juego y balanceo rítmico y de texturas, sobresalen las siempre paranoicas y humanistas letras de Yorke, capaz de fotografiar la angustia y los retos a los que se enfrenta la sociedad actual desde el desasosiego introspectivo y personal. Ya en la primera canción asegura que aunque “el mundo sea maravilloso”, vamos “cayendo, atados con bridas” y que “agarran cuchillos de cocina cada vez que les damos la espalda”.
“El vacío tiene muchas formas… y la soledad es una forma de ahogarse”, declama también antes de reincidir en los peligros –y nuestra excesiva confianza– de la tecnología. “No me entiendes”, se lamenta después, y reincide en el verso “no podemos escapar” antes de acabar en Bodies Laughing con la sentencia: “perros ladrando, címbalos chocando, lenguas azotando, convulsiones lentas… y todos riendo”. No, definitivamente, no son para animar una fiesta.