David Bowie tenía solo 19 años cuando editó su debut homónimo, en pleno auge del Swinging London y tras tres singles fallidos. Diamante todavía sin pulir, el británico estaba a la búsqueda de definir su sonido y dejó un álbum extraño, incomprendido y subestimado que mezclaba pop, folk, arreglos sinfónicos, interpretaciones teatrales y psicodelia, y que ahora Universal reedita, 58 años después, con varios inéditos.
Swinging London
Casi cada mes tenemos un nuevo lanzamiento que proyecta más luz sobre la discografía de Bowie, fallecido en enero de 2016 tras publicar Blackstar coincidiendo con su 69 cumpleaños. Tras el reciente Rock´N´Roll Star, una lujosa caja con 5 Cds de rarezas, 29 grabaciones inéditas y tomas en vivo que documenta el proceso que condujo a la grabación del inolvidable Ziggy Stardust, ahora le da el relevo el germen de esa carrera audaz, inconformista y desprejuicida que nos regaló 25 discos inolvidables.
Su debut, ahora publicado en sendas ediciones en vinilo doble de color verde, cada una con un tema inédito, y en doble compacto con ambos incluidos, nos lanza por el túnel del tiempo para situarnos en el Swinging London en el que Bowie, con solo 19 años y tras lanzar tres singles fallidos en el sello Pye Records, editara su primer álbum, que pasó desapercibido para el gran público, pero sí fue loado como “refrescante”, “una colección gratificante” y hasta algún “excelente” por parte de la crítica británica.
Pongámonos en situación: Bowie solo ofrece en este disco recuperado ahora pequeños atisbos de lo que fue su carrera posterior. Era un artista en pleno crecimiento, con ideas –propias y esas de las que fue apropiándose durante toda su carrera y reconvirtiendo en personales gracias a su fuerte personalidad–, pero sin la capacidad de expresarlas y proyectarlas como sí sucedió desde su álbum posterior, gracias, sobre todo, a su canción Space Oddity.
Curiosidad total
El joven Bowie proyecta en estas canciones su curiosidad infinita por diferentes artes –de la literatura de Oscar Wilde, James Waldwin y Saint–Exupéry al teatro, el mimo, los musicales y el rock experimental y el de las alcantarillas de la Velvet Underground– y la religión budista. Un joven que todavía vivía en casa de sus padres y que tras sus primeros y fallidos singles sedujo a los responsables de Decca Records, a través del subsello Deram, y publicó en single Rubber Band. “Nos pareció increíble”, relatan desde la discográfica, tal y como se recoge en el libro enciclopédico sobre el artista editado por Blume.
Con el apoyo de su manager, Kenneth Pitt, y sus fieles The Buzz – Derek Fearnley (bajo), Jon Eager (batería) y Derek Boyes (piano)–, más músicos de sesión como el trompetista Chick Norton, Bowie grabó su debut bajo la producción de Mike Vernon y el apoyo en varias canciones de la London Philarmonic Orchestra. La edición ampliada actual del álbum, editado el 1 de junio de 1966, incluye también como extras los primeros diamantes registrados junto a su productor Tony Visconti, hasta 14 temas más.
Su gusto teatral se extiende por todo el disco, en su interpretación vocal e instrumental, así como su gusto por los cuentos infantiles. “Líricamente, supongo que me esforzaba por ser el narrador de historias cortas”, explicó Bowie, quien, en lo musical nos entrega ramalazos de folk, pasajes orquestales, pop, psicodelia, el vals, music hall… “Musicalmente es bastante extraño. No sé dónde estaba. Parecía tener sus raíces por todas partes, en el rock, el vodevil, el music hall y no sé qué más. No sabía si era Max Miller o Elvis Presley”, apostilló el músico.
Guitarra
Ávido de referencias, el británico, que cuenta con la estimable guitarra de John Renbourn como refuerzo, incluyó canciones de aire medieval con oboes como Uncle Arthur; el single Rubber Band, con sus aires militares; arreglos de easy listening en There Is A Happy Land; el pelotazo pop, ingenuo y candoroso de Love You Till Tuesday; el vals orquestal Little Bombardier; folk de influencia USA en Come And Buy My Toys con la técnica fingerpicking de Renbourn; el music hall de Join The Gang o la tétrica Please Mr. Gravedigger, en ocasiones aderezadas con múltiples juegos vocales, como sucedía en la olvidable The Laughing Gnome, de la que su autor llegó a renegar.
La reedición incluye caras b de sus singles, dos inéditos –una embrionaria Space Oddity con flauta en lugar de guitarra en su solo, y Sell Me a Coat, un medio tiempo con lalalas– y las primeras canciones compartidas con Visconti, donde se advierte una apertura a la electricidad del rock y el blues, caso de The Gospel According to Tony Day y Let Me Sleep Beside You. Demasiada dispersión y lío mental para un año donde triunfaban Pink Floyd, Procol Harum, The Beatles, The Doors, Jimi Hendrix… Tras el fracaso en ventas, dejó el sello para, tres años después, ya maduro, despegar en el cohete de Mayor Tom.