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“Mikel Laboa dejó un montón de partituras en mi carpeta emocional”

Chillida Leku acogerá hoy un aperitivo de lo que será el 59º Jazzaldia, un concierto de Iñaki Salvador en el que improvisará sobre melodías del cantautor

“Mikel Laboa dejó un montón de partituras en mi carpeta emocional”Arnaitz Rubio

Iñaki Salvador ofrecerá este domingo en Chillida Leku un concierto que servirá de aperitivo al 59º Jazzaldia, que arrancará oficialmente el martes en el Kursaal con el recital de la catalana Sílvia Pérez Cruz. Salvador, profesor de Musikene y uno de los referentes jazzísticos vascos, deleitará al público con un repertorio basado en su admirado Mikel Laboa, cantautor con el que el pianista colaboró durante un cuarto de siglo. Acompañado por Ainara Ortega (voz), María Berasarte (voz), Hasier Oleaga (batería), Aitor Bravo (batería), Javier Mayor (contrabajo) y Ángel Unzu (guitarras, buzuki, percusión), el músico presentará Txoria nuen maite, un disco de versiones de populares canciones de Laboa sobre las que, además, improvisará. “Laboa ha dejado en mi carpeta emocional un montón de partituras”, explica.

Se trata de un proyecto de largo recorrido que nació gracias al encargo del festival Loraldia de Bilbao en 2016. En un origen, el espectáculo se tituló Laboa Jazz, aunque luego adquirió un cariz “más poético”. Este recital con vida propia ha seguido hasta la fecha e, incluso, llevó a sus músicos hasta Japón, gracias al convenio que el propio Jazzaldia tiene con otro festival similar que se desarrolla en la ciudad de Kanazawa. Tras unos años en los que la propuesta funcionaba y viendo que ya su vida en los escenarios comenzaba a decaer, apostaron por grabar un disco como final de trayecto. “Los músicos de la banda fueron los que me convencieron de que sería una pena que no quedase grabado”, cuenta Salvador.

Y así lo hicieron. Txoria nuen maite recopila catorce temas de Laboa, algo que Salvador siente como un “legado”. “Yo toco estándares de Mikel Laboa, es lo que me ha legado. Su música ha pasado a ser parte de mi repertorio de una forma natural”, cuenta el pianista que, añade, cuando ofrece conciertos a piano solo, que se caracterizan por la enorme libertad de la que goza el músico, de forma muy natural le surgen de los dedos los temas del cantautor: “Puedo acabar de tocar algo de Duke Ellington y, para cuando me quiero enterar, me ha venido a la mano alguna melodía de Mikel sobre la que improvisar”.

El pianista conoció al cantautor en 1983. Laboa tenía 49 años y ya era un artista consagrado; Salvador era un joven pianista de 21 que comenzaba a hacer sus pinitos en algún grupo de verbena y a tocar algo de jazz en locales como el Etxekalte, de esos que ya no quedan en Donostia. Desde entonces, y a excepción de momentos muy puntuales, Salvador participó en todos los conciertos y todos los discos del que fuera miembro de Ez Dok Amairu. Les presentó el promotor hernaniarra Txelo Larretxea Goño. Laboa llevaba un tiempo sin actuar, provocado por el “cierto aturdimiento” que le causaba el contexto sociopolítico de la época. No obstante, quería volver a los escenarios y buscó a un músico joven: Iñaki Salvador. Haber vivido su propia “evolución personal en el mundo del jazz”, mientras acompañaba el desarrollo musical de Laboa, hace que para Salvador, la influencia de aquel sea “incalculable”. Considera que fue algo de “mutuo aprendizaje”, por lo menos eso le trasmitía Laboa. De hecho, cuando el pianista decidió marcharse a Barcelona a profundizar en su conocimiento de este estilo, el cantautor donostiarra no tuvo ningún problema en esperarle: “Pensaba que me iba a echar, hubiese sido lo lógico. Para nada. Todo lo contrario. Incluso llegó a venir a verme al pueblo en el que yo vivía. Nunca pensó en algo así”.

“Mikel Laboa era una persona muy especial”, rememora el pianista. Era un hombre “claro y directo”, describe. También era “un gran transgresor y experimentador”, algo que se hace evidente en sus Lekeitioak, a la vez que “amable y cercano”, tal y como se percibe en canciones bien conocidas, como Txoria txori. “Era muy valiente –continúa– y, a la vez, un gran tímido en la distancia corta”. Pone de ejemplo el concierto que ofrecieron en los ochenta en el polideportivo de Anoeta compartiendo cartel con Lluís Llach. Como era costumbre, tanto la capital como los municipios colindantes se llenaron de carteles con la cara de ambos cantantes. Laboa, no obstante, optó por recluirse en casa:“Se agobió de ver su cara en las paredes”.