Cree firmemente en un teatro comprometido con aquellos temas que le “conmueven” y le “sacuden”. Como el del caso de Nevenka Fernández, que María Goiricelaya (Bilbao, 1983) presentará el 18 de marzo en el Teatro Coliseo, en el marco de las Jornadas de Teatro de Eibar. Nevenka es un referente en una lacra, el acoso sexual, que sigue generando muchas denuncias en el ámbito laboral. O el tema de Altsasu, en el que a pesar del reciente intento de censura por parte de Vox han imperado la libertad y el sentido común. Como dice la directora vasca, creadora junto con Ane Pikaza del sello artístico La Dramática Errante, “el teatro es espacio para la diferencia y la diversidad”, y la censura, un “retroceso en esta sociedad democrática”.

‘Nevenka’ pone sobre la mesa el acoso sexual, que lamentablemente genera denuncias constantes… Sigue siendo una lacra que se manifiesta en distintos ámbitos de la sociedad.

Sí, Nevenka es un referente muy conocido, uno de los primeros casos que abre en España el movimiento conocido como #MeToo, y ella fue una precursora en tomar la voz contra ese tipo de acoso.

Nevenka Fernández fue la primera mujer en conseguir una condena por acoso sexual contra un político en España. Aunque lamentablemente no ganó el juicio social, popular, no ha podido volver a su pueblo, donde el alcalde acosador goza todavía de apoyo y reconocimiento, y sufrirá el estigma de por vida… Qué injusticia, a pesar de haber ganado el juicio en los tribunales.

Sí, nosotras siempre decimos que hay una parte que es el juicio legal donde ella ganó la batalla, y luego ella perdió ese juicio social, que le supuso tener que exiliarse, tener que dejar Ponferrada y tener que ir a vivir a un lugar donde no sintiera todavía ese hostigamiento que sentía en Ponferrada. Recordemos que había muchas movilizaciones en aquel momento de apoyo al alcalde, y yo creo que ella necesitó salir de esa ciudad para volver a renacer.

Esto evidencia qué peso tienen el poder, la política, ciertos medios de comunicación… Incluso le han publicado un libro a Ismael Álvarez, el acosador, desmontando la verdad oficial…

Ah, no tenía constancia de ello. Sí que he visto varias entrevistas de él en diferentes medios donde cuenta su versión, sé que él envió una carta a muchos ciudadanos de Ponferrada para contar lo que había sucedido según él, y esa carta llegó a muchas personas y es pública, pero no tenía constancia de que había escrito un libro.

Usted se ha basado en parte para esta obra teatral en el libro de Juan José Millás sobre el caso.

Sí, Nevenka tuvo varias entrevistas con Juan José Millás para la publicación de ese libro, donde ella relata cuál fue su experiencia, y yo lo he utilizado como parte del material para inspirarme a la hora de trabajar en la dramaturgia del espectáculo; ese libro y los múltiples artículos, periódicos, entrevistas..., hay muchísimo material sobre el caso Nevenka. Efectivamente ese punto también es un relato importante.

Como profesional que cree en el poder del teatro, ¿qué le gustaría conseguir con esta obra en concreto?

Bueno, es una obra homenaje a una referencia, a lo que fue un caso muy sonado que todavía hoy resuena, porque, como bien decías al inicio de la conversación, siguen dándose muchísimos casos de acoso sexual en el ámbito laboral. Es una llamada a la sororidad, una llamada al encuentro, y también a la evaluación sobre cómo hemos evolucionado y dónde estamos hoy. Yo quiero pensar que el caso Nevenka sería hoy impensable, que ninguna mujer se sentiría en la soledad en que ella se sintió, quiero pensar que todo el mundo saldría a la calle a defenderla y no se harían contramanifestaciones como sucedió, y quiero creer que realmente estamos en un lugar muy diferente donde ese tipo de comportamientos serían absolutamente inaceptables.

En este sentido, ¿montajes como éste pueden contribuir a que se ganen juicios sociales como el que perdió Nevenka?

Claro, sí. Por supuesto, el juicio legal es importante, pero el juicio moral, el juicio social, también tiene que serlo, y es importante que las mujeres sepan que esto es intolerable y que el resto de la sociedad está aquí para ayudarlas.

¿Cuál ha sido el mayor reto a la hora de llevar este caso a escena?

Tiene que ver con el dispositivo de juego escénico. Es verdad que hay una actriz interpretando el personaje troncal, el personaje de Nevenka, y después tenemos a un actor y una actriz interpretando a todo el resto de personajes, a ese friso que acompaña a la protagonista, donde el mismo personaje que hace de Ismael el acosador hace después de padre de Nevenka, hace también de su novio, la que hace de su madre también es la abogada, es la fiscal… Hay un montón de personajes trabajando alrededor de esta protagonista que es Nevenka para configurar esta historia, este caso de acoso y este proceso que ella vivió.

Es inevitable preguntarle cómo está viviendo la polémica en torno a su obra ‘Altsasu’. La protesta de Vox no tuvo respaldo, se desinfló, la obra está agotando entradas… Pero imagino que le queda un regusto agridulce. Pretender censurar una obra a estas alturas… Una obra que cuestiona el funcionamiento de la justicia, que aporta una mirada muy necesaria.

No nos queda un regusto agridulce, la verdad. Yo creo que nuestro paso por Madrid con Altsasu ha sido para nosotras una experiencia bonita a pesar de todo. Sobre la censura hemos hablado bastante y creo que tenemos que reflexionar todos sobre lo que significa la palabra censura en la sociedad democrática actual y qué es lo que hace la censura, que no hace otra cosa sino privar al espectador de un relato y de una mirada diferente. Yo creo que los espectadores son personas absolutamente críticas y capaces de poder disfrutar de cualquier espectáculo y después sacar sus propias conclusiones. Entonces, Madrid ha sido para nosotras una experiencia donde nos hemos sentido muy acompañadas, muy protegidas por La Abadía, por muchos compañeros de profesión que han manifestado su repulsa a este tipo de actos que quieren coartar la libertad de expresión, las entradas se agotaron todos los días, el público disfrutó de Altsasu y se puso en pie en cada función, así que no puedo pedir mucho más. Sobre todo firmeza a la hora de vigilar este tipo de actuaciones que pretenden cercenar la libertad de expresión.

Cuando inició el proyecto ‘Cicatrizar: dramaturgias para nunca más’, se planteó la siguiente pregunta: ¿Puede el teatro, sin adoptar una posición vengativa o compasiva, contribuir a restañar las heridas y a desvelar las cicatrices? ¿Ha llegado a alguna conclusión sobre este potencial del teatro?

Quizá hablar de conclusiones es demasiado, pero yo no tengo ninguna duda de que cada persona que ha venido a ver Altsasu ha salido transformada de alguna forma, y de que eso sin duda alguna ayuda a evolucionar en una sociedad democrática. La reflexión, el debate, el encuentro, son cosas muy sanas que debemos practicar, y también el cuestionamiento de nuestras propias certezas; de esta forma podemos avanzar. Censurando formas de opinar o ideas es cuando yo creo que retrocedemos.

Vox acusó al montaje de “simpatizar con ETA”… ¿No van a dejar de utilizar ese recurso para generar división? Cada vez tendemos a una mayor polarización, no se permiten los grises, y nadie ni nada es blanco o negro… Caer en esa polarización es un riesgo.

Bueno, el riesgo es tener una cultura que no sea diversa, que no sea plural, donde la diferencia no tenga cabida. Y yo creo que el teatro es para eso. Es un espacio para la diversidad, es una casa para la paz y la libertad, como decía Juan Mayorga el día del estreno de Altsasu en La Abadía, y yo creo que esto no podemos perderlo de vista.

El teatro tiene que resistir porque, como ha dicho en alguna ocasión, se corre el riesgo de que se vuelva blanco, de que se aleje de la crítica y el cuestionamiento de la realidad.

Bueno, lo que preocupa a las compañías es que alguien nos tenga que contar qué podemos contar, valga la redundancia, sobre los escenarios y qué no. Los artistas tenemos que tener libertad de creación absoluta, y nadie tiene por qué decirnos de qué temas podemos hablar o no. Y si la censura se aplica a los circuitos, corremos el riesgo de acabar contando historias a merced de partidos políticos, y esto sería muy triste, la verdad.

A pesar de este intento de censura por parte de Vox, ¿siente que ha triunfado esa libertad? ¿Cómo lo valora?

Bueno, no sé si valorar es la palabra, a mí lo que me queda es agradecer a La Abadía su apuesta por esta diversidad y la programación de un espectáculo más allá de que luego su propia programación sea cuestionada como algo pertinente o no, como también estoy muy abierta a que se cuestione lo que está dentro del espectáculo, como pertinente o no. Para mí lo importante es que las personas sepamos juntarnos dentro de un espacio para reflexionar, comunicarnos y, desde el máximo respeto y empatía, hablar de esos puntos que nos unen o nos desencuentran.

Ha dicho alguna vez que las etiquetas que se le ponen a nivel político tienen que ver con su apellido, con el hecho de ser una creadora vasca.

Bueno, no he dicho exactamente eso, lo que he dicho es que mi apellido probablemente puede suscitar no sé si inquietudes en relación a los temas con los que trabajo. Pero la realidad es que yo soy una creadora vasca que trabajo con temas sociales muy diversos: acabo de estrenar en el Centro Dramático Nacional un espectáculo para niños sobre la tecnología, la nomofobia y el phubbing (ignorar a una persona por estar prestando atención al teléfono móvil), hace dos meses estrené Festen sobre el abuso sexual a menores en la familia, hace unos días también estrené Yerma en el Teatro Fernán Gómez sobre las diferentes maternidades y sobre la infertilidad, y Altsasu es un tema más. Entonces, la etiqueta con la que yo me identifico es la de llevar, junto con mi socia Ane Pikaza, una compañía comprometida con temas sociales que nos conmueven y que nos sacuden.