Aunque Martxelo Rubio debutó a lo grande en el cine, protagonizando junto a Maribel Verdú 27 horas, de Montxo Armendariz, no fue con el paso del tiempo hasta cuando realmente se sintió actor. Ahora, a sus 57 años, el fruto a tantos años de trabajo y esfuerzo tiene su recompensa con una nominación al premio Goya al mejor actor de reparto.

¿Cómo vive estos días previos? 

El nerviosismo va en aumento (risas). Pero, sobre todo, lo que predomina es la alegría y la ilusión. Estoy muy contento la verdad.

¿Va con algún tipo de expectativa o prefiere no hacerlo?

A veces pienso una cosa y otras la contraria (risas). Siempre digo que hay un 20% de posibilidades porque somos cinco y si estás ahí es por algo. Está difícil. También es verdad que estoy en una película que es una ola ganadora, pero tengo un papel pequeño. Es muy bonito y es importante, pero compito con actores que tienen personajes más grandes y que son grandes intérpretes. Es difícil, pero hay una posibilidad pequeña.

Cuando le llegó el proyecto, ¿se imaginaba tal repercusión?

En absoluto. Cuando leí el guion y cuando estaba haciendo la película, tenía el pálpito de que iba a ser una buena película y que, tuviese el eco que tuviese, iba a ser un trabajo bueno y bien hecho. Ahora, lo que ha venido después, ni en el mejor de los sueños.

Encima, desde el primer momento en Berlín.

Lo de Berlín debió de ser espectacular, pero la película allá dónde va gana premios. Y, más que eso, que está muy bien, es cuánto ha llegado al público y cómo lo ha hecho. La gente ha conectado mucho con ella. Tengo hijos pequeños y me ha pasado que madres, con las que no he tenido relación, se me han acercado en el parque para decirme cómo les había gustado la película y que se habían emocionado con ella. Eso vale mucho. 

Seguramente más que los premios.

Sí, sí. Es muy gratificante porque, al final, la finalidad de la película es hacer algo. La película tiene una vocación clara de mejorar algo y parece ser que está cumpliendo el objetivo.

“La película allá dónde va gana premios. Y, más que eso, es cuánto ha llegado al público y cómo lo ha hecho. La gente ha conectado”

La primera vez que se proyectó fue en Berlín en febrero del año pasado. La temporada de la película está siendo muy larga.

Sí, y parece que la van a reponer ahora en las salas con motivo de los Goya. Todo lo que sea que se vea, genial. Para eso se ha hecho. Y, sobre todo, para que intente cambiar las conciencias o mejorarlas. Que sirva para visibilizar, poner el foco y naturalizar esta situación. 

Interpreta a uno de los pocos personajes masculinos del filme. ¿Qué le pidió Estibaliz Urresola?

El primer día de rodaje, al llegar a casa, le dije a mi pareja: la ayudante de dirección no dice prevenidos, dice prevenidas. Y, claro, miraba alrededor y el 80-90% del equipo era femenino y todos los departamentos con poder de decisión estaban liderados por una mujer. Es normal que dijera prevenidas. Esti me ha tratado como a uno más y me he sentido supercuidado y valorado. Ha sido un placer trabajar con ella. Le gusta mucho crear antecedentes, así que hubo muchos ensayos con improvisación. Fue un trabajo muy interesante, al margen del texto. Hacíamos experimentos que luego han dado su fruto. Creo que la película se ve enriquecida por ello. 

¿Le habló de casos concretos o pudo hablar con algún padre?

La herramienta que, sobre todo, utilicé fue el libro Tránsitos. Son experiencias de padres y madres en estos casos. Ese libro fue clave para entender y para darme herramientas con las que ponerme en los zapatos de Gorka –su personaje–. Se lo recomiendo a todo el mundo. Estés en esa situación o no, es un libro interesantísimo que como persona te va a aportar. Eran historias cada una de su padre y de su madre, muy diferentes, con tránsitos más traumáticos y otros menos. Incluso trágicos, pero había un denominador común en todos que era que cuando se aceptaba el tránsito, los niños y niñas... (hace una pausa emocionado) ...volvían a la vida. Me emociono de pensarlo (pausa). Reían, sonreían y se sentían lo que son. Cuando la mirada externa cambiaba y se aceptaba, empezaban a vivir otra vez.

Todo el elenco está nominado a los Goya. Solo Sofía Otero que, por edad, no puede estarlo. ¿Cree que se debe a esa improvisación previa que comentaba antes y con la que construyeron esa familia?

Sí, sí. Estibaliz hacía mucho hincapié en ello. Fue un método de trabajo al que no estamos tan acostumbrados, pero que fue muy interesante. Recuerdo días de pasar una mañana entera en la que la familia nos íbamos de picnic y ella nos grababa mientras nosotros improvisábamos. Siento que esta nominación tiene mucho que ver con el hecho de que alrededor mío mucha gente ha hecho muy muy bien su trabajo. Actores y técnicos también. Estar al lado de Patricia López-Arnaiz, Ane Gabarain, Itziar Lazkano... hace que tu trabajo brille más.

¿Y cómo fue el trabajo con Sofía? Porque no deja de ser una niña.

Es una niña, pero más viva que... Es muy despierta. En nuestro caso, nuestros personajes tienen un vínculo un poco raro con el tema del sexo y ella era más de la madre, pero fue muy bien. Es una chica que tiene un don para la interpretación. Ha nacido para esto. Hay niños que los cogen para una cosa determinada y se quedan en eso, pero con ella no va a ser el caso. Sabe lo que quiere y lo que más desea.

En eso es muy diferente a usted, ya que llegó al cine sin pensar en ser intérprete.

Sí. Mi carrera es totalmente atípica. Es inversa a lo normal. La gente empieza en el teatro y pasa al audiovisual y yo empecé con un protagonista en un peliculón como 27 horas, que en su momento tuvo mucho eco. Yo era lo que más se aproximaba a lo que Montxo Armendariz tenía en la cabeza y siempre digo que yo no me atribuyo ningún mérito en aquella película. Estaba rodeado de un grandísimo guion, de un grandísimo personaje y de un grandísimo director que sabía lo que quería de mí y me lo sacaba de una manera muy hábil. Con también una gran producción y con Elías Querejeta. Ahí mucho mérito no tenía.

Bueno, había que estar.

Sí, sí (risas), pero ahora yo soy más dueño de mi trabajo. En su día, esa película me colocó en un sitio que igual no lo merecía. Ahora, sin embargo, lo que está llegando es fruto de mi trabajo y de mi esfuerzo.

¿Cómo recuerda el rodaje de ‘27 horas’?

Lo recuerdo muy bonito, como un juego porque yo estaba jugando. Era ajeno completamente a todo y encima no paraba de recibir halagos diciéndome que lo hacía muy bien. Luego, la peli se estrena en el Zinemaldia, queda segunda y empezamos a viajar y nos llevan por todos los lados. Lo viví como un sueño. Una cosa un poco irreal. Me sirvió para abrir puertas y para colocarme en el mercado. Estoy agradecidísimo a esa película. Dio un giro a mi vida. Me dedico a esto por ella.

“27 horas’ me colocó en un sitio que igual no lo merecía. Ahora, sin embargo, lo que está llegando es fruto de mi trabajo y de mi esfuerzo”

Tras su estreno, marchó a estudiar a Madrid.

Sí. Aposté por ello y me fui a la escuela de Cristina Rota. Ví la profesión desde otro sitio.

¿Cómo fue el cambio de Donostia a Madrid después de un éxito así?

Me fue muy bien. Fue llegar a Madrid, empezar a formarme y enseguida me salió trabajo, producto de haber hecho 27 horas. Fui protagonista de una serie en La 1, cuando solo había dos canales. Tener ese reconocimiento a esa edad... no le podía pedir más a la vida (risas).

Aún así, decidió volver a Donostia.

Estuve más tiempo en Madrid. Empalmé periodos en los que había más trabajo con menos, también me salió trabajo aquí... Pero siempre he estado a caballo entre los dos lugares. He tenido fases en las que he estado más aquí y otras allí, siempre en función del trabajo.

Una de esas fases muy importantes aquí es la de ‘Goenkale’. Entiendo que profesionalmente le dio una estabilidad muy necesaria.

La palabra es esa, estabilidad. Es un bien tan preciado y que tan poco tenemos los actores.... Tener una serie diaria, que ha sido una escuela para tantos actores, ha sido muy importante. Yo le estoy muy agradecido. Muchas veces pienso que he sido padre por Goenkale. Fue lo que en su día me dio una estabilidad económica que me animó a serlo. Si no me hubiese costado mucho más, estoy seguro. 

Con esa estabilidad también llegó su salto al teatro.

El teatro no me daba respeto, me daba vértigo (risas). En un plató yo me sentía en casa, pero el teatro para mí era como el Everest. Era un reto que estaba ahí y que como actor sabía que tenía que pasar, pero le tenía mucho respeto. Hoy en día, pasa un poco al revés. Estoy haciendo más teatro y es dónde me siento más en casa. 

Antes, parecía que había que ir sí o sí a Madrid para ser una cara conocida y para hacer cine y parece que ya no es así, ¿no?

Sí, antes parecía que si no estabas en Madrid te estabas perdiendo algo. Ahora todo está mucho más diversificado. Hay buen cine y buen audiovisual en todos los lados. Ahora mismo más que Bilbao no creo que haya un lugar en el planeta donde se esté rodando más. El otro día estuve grabando una película de Icíar Bollaín y hace un mes la serie de Alauda Ruiz de Azua. Cada vez veo más actores en series estatales que me preguntó quiénes son y luego miras y puede ser un actor con una trayectoria increíble en Galicia o Catalunya y tú no tienes ni idea. El centralismo se ha perdido.

Y también el idioma.

Exactamente. Que los Moriarti hagan cosas en euskera de tanta calidad o que en 20.000 especies de abejas salga una parte en euskera cuenta mucho. Y cada vez se hará más. Se normalizará, habrá subtítulos y que cada uno mantenga su esencia.

En su caso, ¿la nominación ha hecho que suene más el teléfono?

Por ahora, no lo sé. Sí creo que te pone más en la órbita. Llevo una racha en la que no me quejo. Estoy enlazando una cosa con otra, así que ya veremos.

La gala de los Goya estará marcada por el caso de Carlos Vermut. ¿Cree que está cambiando la industria en ese aspecto?

El otro día lo comentaba en el rodaje con Bollaín. Parece que se están dando pasos, pero también que hay miedo. Con directores consagrados, con una trayectoria sólida y películas que están pasando a la historia, ¿quién se atreve a sacar algo? Hay casos y algunos están saliendo, pero entiendo que tampoco es fácil dar el paso. Aquí no habido un movimiento #MeToo. Tampoco creo que haya habido una figura como Wenstein, pero casos pequeños sí que los ha habido. Amigas mías me han contado casos. Creo que van a salir más casos desgraciadamente.