Hace un siglo, en 1924, Cristóbal Balenciaga abrió en la avenida de la Libertad de Donostia un taller que bautizó con su nombre y su apellido. Desde joven, el diseñador de Getaria tuvo acceso a la aristocracia y a la realeza, gracias a que su madre era modista de la marquesa de Casa Torres. Como un couturier de prestigio, Balenciaga llegó a ser el diseñador de la reina Victoria Eugenia. Y, precisamente, ha sido en el teatro de Donostia que recuerda a esta regente donde se han presentado este lunes los tres primeros episodios -de un total de seis- de la serie Cristóbal Balenciaga, centrada la vida de uno de los vascos más universales y que ha sido encargada por la todopoderosa factoría Disney –la temporada única se encuentra disponible completa en su plataforma de streaming–. Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga, trío responsable de éxitos como Loreak, Handia o La trinchera infinita, son los directores que firman esta ficción, una de las primeras que Disney+ ha desarrollado en el Estado.
La cita en el Victoria Eugenia se ha organizado bajo el impulso del departamento de Cultura de la Diputación y del festival de series y pensamiento Crossover –las invitaciones para el pase se agotaron la semana pasada a los pocos minutos de ponerse a disposición del público– y ha comenzado con un photocall en el que han participado los principales protagonistas. Además del trío de realizadores, han posado, entre otros, el madrileño Alberto San Juan, que interpreta a Balenciaga; el donostiarra Josean Bengoetxea y la bilbaina Cecilia Solaguren, actores que se meten en la piel del matrimonio Bizkarrondo-Mendizabal, socios capitalistas del modisto durante su estancia en París, a partir de 1937.
Cristóbal Balenciaga ha sido coproducida entre Irusoin y Moriarti y ha contado con un importante equipo delante y detrás de la cámara –100 profesionales–, entre los que destacan el compositor Alberto Iglesias, nominado cuatro veces al Óscar, y la jefa de maquillaje Karmele Soler, Goya por La piel que habito, de Pedro Almodóvar. La serie se filmó durante 18 semanas en localidades como Getaria, Paisaia, Irun, Asteasu, Azpeitia, Oiartzun y Hondarribia. A su vez, ha contado con 90 decorados y con hasta 4.000 figurantes.
Balenciaga, el hombre tras la cortina
Al igual que ocurría en El mago de Oz, los Moriarti han retratado a un Balenciaga que hacía su magia tras la cortina. El trío de realizadores, que se encuentran embarcados en su siguientre proyecto fílmico, Marco, y Lourdes Iglesias firman el libreto, en el que se han centrado en la etapa parisina del modisto, dejando atrás su infancia en Getaria y sus primeros pasos en la moda que, en los seis episodios de una hora cada uno, apenas ocupan unos pocos minutos. La acción se sitúa en 1971 –Balenciaga falleció un año después–, en el funeral de Coco Chanel, dama de la alta costura que aupó al vasco en varios momentos de su carrera, pero de la que acabó distanciado. En ese contexto, la periodista de The Times Prudence Glynn, a la que da vida Emma Whelan –actriz británica bien conocida por su papel de Yara Greyjoy en la popular Juego de Tronos–, aborda a un Balenciaga retirado desde hace tres años. Siempre reticente a mantener un contacto con la prensa –además de la de Glynn, sólo ofreció otra en 1968 a París Match con motivo del anuncio de su retiro–.
La conversación con Glynn sirve de excusa para abordar distintas aristas de un personaje esquivo, tanto en lo público como en lo privado. Así, Cristóbal Balenciaga habla de su papel equidistante durante la ocupación nazi y el Gobierno de Vichy. Asimismo, aborda abiertamente la homosexualidad del considerado como mayor innovador de la alta costura y de sus relaciones románticas con Wladzio Jaworowski D’Attainville y, tras la muerte de este, con el navarro Ramón Esparza. Su competencia con Dior, su amistad y admiración por Givenchy, su reticencia a ceder al prêt-à-porter y el proceso de creación del vestido para la reina Fabiola de Bélgica son algunos de los elementos principales de la trama.
