Cuando la música de Crystal Fighters entra por la puerta, el mal rollo salta por la ventana. El grupo británico, muy ligado en su origen a la cultura vasca mediante el uso de la txalaparta, publica su nuevo disco, Light + (Pias), en el que ofrece más luz, esperanza y baile que nunca, con un repertorio que recalará el 14 de febrero en el Kursaal de Donostia y que marida, sin prejuicios, sonidos de rave, electrónica, pop y folk latinoamericano, entre la raíz y lo contemporáneo, y con una filosofía espiritual basada en el amor, la esperanza y la colectividad.

Cuatro años después de Gaia & Friends y pandemia mediante, el grupo da señales de vida con un quinto disco que no desvirtúa –al contrario, asienta– su propuesta de pop desprejuiciado en el que el amor, la convivencia y los sueños se pueden hacer realidad a través del baile. Hippies indies del siglo XXI, el grupo deslumbró a la crítica hace más de una década con Star of Love, disco que fusionaba el baile contemporáneo con ligeras gotas de folk euskaldun.

Asentados en la escena alternativa mundial y tras actuar en lugares simbólicos como las cuevas de Zugarramurdi o San Mamés, junto a Muse y Berri Txarrak en una fiesta de MTV, Crystal Fighters publican ahora en formato digital un quinto disco que también se podrá disfrutar en Euskadi con la gira estatal que los británicos realizarán en el mes de febrero.

Siguiendo la fórmula habitual de aprovechar los viajes como gasolina para el proceso creativo, volvieron a tirar de sus experiencias, descubrimientos y aprendizaje en otros países para conformar Light+; en este caso, durante la pandemia. Separados en distintos continentes, miraron hacia dentro y empezaron a darse cuenta de qué les faltaba. El objetivo era recuperar la energía de sus primeras grabaciones y el confinamiento fue casi un alivio, un respiro de una agenda inabarcable.

Sebastian, que ya se había revitalizado para antiguos discos en Nigeria o Brasil, se asentó en Colombia, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en la costa caribeña del país. “Fue como vivir fuera del tiempo normal”, dice. “Estaba en una playa, sin mucho acceso al mundo exterior. Fue un alivio, la verdad. Pude disfrutar de la vida y reflexionar sobre mis experiencias”, agrega. Gilbert Vierich permaneció en el Reino Unido, mientras que Graham Dickson estuvo en esa temporada en Estados Unidos.

El disco fue cogiendo forma –de vuelta a Gran Bretaña en el verano de 2021– tras llamadas telefónicas, reuniones de Zoom y WhatsApp. Puede que el mundo se ralentizara, pero su creatividad aumentó. “Escribíamos sólo para nosotros”, señala el cantante, que explica que grabaron 60 canciones en una maqueta. “Hay una cantidad infinita de cosas nuevas que se pueden hacer. Eso es lo que me mantiene interesado. Es cómo puedes mezclar música antigua y nueva, sonidos tradicionales con música electrónica de vanguardia”, apostilla.

Renovación

La idea de Light + fue diáfana: ofrecer una renovación del grupo sin renunciar a sus valores fundamentales, regresando “a la raíz de lo que somos” y a “cómo nos sentíamos cuando empezábamos”. ¿El resultado? Pues un disco luminoso, accesible, positivo y espiritual, cuyo objetivo es generar buen rollo y hacer bailar a miles de personas como si fueran una sola en conciertos y festivales.

Crystal Fighters, ejemplo para grupos vascos como Smile, lo logran desde el arranque con We Got Hope. Ahí está ya su sonido efervescente, de rave y baile, perfecto para el directo con un tema que aúna esperanza, alegría, oportunidades y ritmo. “No todo está perdido, todavía hay una oportunidad cuando nos unimos, iluminamos el camino del cambio”, canta Seb, que ofrece un mensaje y sonido similar en cortes como Manifest, con el apoyo de voces femeninas, un Tranquilo con sus prístinas guitarras al frente o la electrónica de Search o un Multiverse en el que se atreven con ritmos gruesos a lo The Chemical Brothers y una flauta andina.

Es precisamente esa mezcla de presente y raíz, de instrumentos orgánicos y sintéticos, más el pop prístino de Love X 3 y End The Suffering, y los ecos folk, de cumbia y África de canciones como Carolina, la que convierte en especiales e identificables a un grupo espiritual y hippie, enfrentado al materialismo y las prisas de la sociedad líquida actual. “Sólo quiero pasar mis días, perseguir el sol poniente/montado en una ola más alta, no voy a bajar”, canta Seb, cuyos versos rezuman amor, esperanza, comunidad, lucha y aprendizaje. Siempre, a través del baile.