El lema que Blade Runner (1982) dejó para la posteridad fue el de la corporación Tyrell. “Más humanos que los humanos”, rezaba la filosofía de la empresa encargada del desarrollo de replicantes. Desde el Yo, robot, o El hombre bicentenario, de Isaac Asimov –ambas con oportunos traslados a la gran pantalla– hasta el Ghost in the shell (1995), de Mamoru Oshii –adaptando el original de Masamune Shirow–, pasando por el 2001: Odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, la ciencia ficción en todas sus expresiones ha fabulado en innumerables ocasiones sobre si las inteligencias artificiales podrán llegar a desarrollar aquello tan abstracto a lo que consideramos alma. La más reciente y estimulante reflexión al respecto ha llegado desde Annecy y Cannes, Mars Express, de Jérémie Périn. Hace tiempo que la animación gala había demostrado su buen hacer con propuestas como La tortuga roja (2016) o La cumbre de los dioses (2021), ambas con un vínculo directo con la animación japonesa. De hecho, Périn se acerca al diseño arquetípico del anime, ofreciendo, además, una animación en 3D texturizada en 2D de gran fluidez y factura, poco habitual hoy en día por su exigente necesidad técnica y presupuestaria. El director, que coescribe el guion con Laurent Sarfati, ambienta la historia en el planeta Marte del siglo XXIII. Allí, una detective exalcohólica con mejoras biónicas, y un robot que ha heredado una copia digital de la conciencia de un policía fallecido, luchan a contrarreloj para hallar a una desaparecida una alumna de la Facultad de Cibernética a la que se acusa de haber liberado –es decir, haber otorgado conciencia– a una máquina. Es imposible no pensar en la obra de Oshii, mientras que la trama detectivesca evoca al Paprika (2006), de otro genio, Satoshi Kon. Todo ello, mientras se reflexiona sobre qué ocurrirá en un futuro con nuestro yo digital.
‘Mars Express’
Director: Jérémie Périn. Guion: Laurent Sarfati, Jérémie Périn. País: Francia. Música: Fred Avril, Philippe Monthaye. Género: Animación.