“No hay ungüento que cure más que el pensamiento claro”, dice uno de los aforismos de Juan Kruz Igerabide (Aduna, 1956). Y qué difícil es tener la mente clara en un tiempo en que no se nos permiten –y no nos permitimos cultivar– los matices, las contradicciones, los cuestionamientos, el pensamiento crítico.

Por eso, y por otros motivos importantes como que disfruta desde su juventud con este género literario, el más breve y más conciso, el escritor guipuzcoano acaba de lanzar una antología de aforismos bajo el título Rostro desnudo. El libro, publicado por la editorial Demipage, recoge una selección realizada por el poeta de Lesaka Francisco Javier Irazoki de las mejores muestras del manejo del aforismo por parte de Igerabide. Una maestría que el escritor de Aduna lleva cultivando desde los años 90, y de la que ya dejó huella en tres libros anteriores: También las verdades mueren (Alberdania, 2004), Breviario perplejo (Trea, 2017) y Hasta cuándo se puede tener razón (Cypress, 2021). Rostro desnudo recopila aforismos de las tres etapas del escritor, y da muestra de una evolución “hacia una mayor austeridad”.

Igerabide, que presentó ayer el libro en Katakrak de Pamplona, destaca la “selección equilibrada”, la edición y la estética de Rostro desnudo. Una obra que pone en valor la brevedad y el vacío-silencio. Que deja mucho espacio en cada página, y entre aforismos. El aire que tanto necesitamos hoy, inmersos como estamos en el ritmo acelerado y la saturación de información superficial. En palabras de Irazoki, los aforismos de Igerabide “se convierten en colirio para la percepción, dejándonos tras su lectura con el agridulce sabor de boca de haber descendido a los infiernos para emerger un poco más sabios, es decir: no tan ilusos pero tampoco derrotados”.

Igerabide asegura que los aforismos “sirven para punzar el pensamiento. Y esto lo necesitamos mucho. Hoy la sociedad necesita aguijonear el pensamiento, porque cada vez se tiende a un pensamiento más globalizado en el peor sentido, porque no es globalizado en el sentido amplio, sino en el sentido de un globito pequeño para todos, y no te salgas de ahí. Hay que aguijonear ese globo y romperlo. Y el aforismo ayuda a eso. Ayuda a buscar otras perspectivas”. En este sentido, el escritor señala que “muchos aforismos se contradicen unos a otros, porque están trabajando con perspectivas, y la perspectiva que tú tenías hace unos años cambia. Me contradigo porque evoluciono, porque busco otros aspectos. Los matices, las contradicciones, enriquecen”, subraya, apuntando que “crear un pensamiento rico por fuerza va a crear contradicciones. Pero esas contradicciones son dialécticas, unas con otras van creando otros pensamientos nuevos”, comenta el escritor vasco.

Considera que Rostro desnudo es “un libro asequible para cualquier público, pero precisa de calma”. “Un aforismo no se puede leer a toda velocidad, porque no te da tiempo a reposar el pensamiento. Porque después de un aforismo normalmente te quedas pensativo, creándote tu propio aforismo. A mí me pasa cuando leo aforismos de filósofos o poetas, que normalmente me quedo pensando y me surge un pensamiento un poco divergente al suyo, que es lo interesante, que el aforismo te impulse a reflexionar a ti por tu propia cuenta”.

Igerabide lamenta que “cada vez pensamos menos por nuestra propia cuenta, nos llegan unos datos filtrados y las conclusiones hechas, en general”. Y se repiten muchas opiniones estereotipadas. “Por eso se vuelve tan interesante hoy cualquier trabajo artístico, que te rompe los esquemas en parte, te obliga a recolocarte la vida, a ampliar un poco la perspectiva. Y además es una manera de resistir a volverte loco, creo yo. Volverte loco en un sentido de tener un cerebro completamente alienado”, opina.

“El último conflicto que estamos viviendo –dice en alusión a la violencia en Gaza– o es blanco o es negro. Los conflictos sociales cada vez vienen más rápido, no se acaba el anterior y ya tenemos el nuevo. Y blanco o negro, blanco o negro. Elige uno u otro. No. Hay muchos colores en el arco iris. Están todos, y tenemos que usar el arte para colorear bien la mente y nuestra visión de la realidad”, reivindica antes de tomar prestado para este tiempo que vivimos un aforismo del escritor navarro Ramón Eder: Sin piedad no hay cordura. “Es la respuesta a muchas preguntas y a muchas actitudes”, reflexiona Igerabide.