Las vidas entrelazadas de Ann Bonny y Mary Read son ya una leyenda de la época dorada de la piratería que desafiaron las fronteras de género. Los orígenes de la primera poco tenían que ver con la infancia humilde de la que se dijo fue, no solo su compañera de aventuras, sino también su amante. 

Ann Bonny era una pelirroja irlandesa nacida 1698, hija de un hombre de leyes e inversor en plantaciones en Charlestton que procuró a la rebelde Ann una buena educación. Su vida tomó un giro crucial cuando se casó en secreto a los 16 años con James Bonny, marinero de medio pelo con quien escapó hacia Nassau (Bahamas) y donde comienza la leyenda como pirata de una joven acomodada, de malos modales, trifulcas amorosas resueltas a duelo y sed de aventuras.

En Bahamas conoció al célebre Jack Rackham, Calico Jack, intendente del Ranger, un bergantín de Charles Vane, uno de los piratas más poderosos del entorno contra quién se amotinó. Con él, Ann huyó vestida de hombre y siguió haciéndolo durante los abordajes mostrando competencia y efectividad a pesar de que la norma dictaba que las mujeres a bordo eran signo de mala suerte. Para entonces, James Bonny ya había descubierto los amoríos de su indócil mujer pirata denunciándola por adulterio y a la que finalmente el gobernador acabó indultando.

Con Rackham, Ann huyó vestida de hombre y siguió haciéndolo durante los abordajes

En paralelo, Mary Read, nacida en Londres en 1685, llevaba una vida entera vestida de hombre ya que su madre, abandonada por su marido, la vestía de varón para recibir el subsidio de la abuela de su anterior hijo fallecido. Fue así como Peter o Mark Read siempre vivió bajo las vestimentas masculinas criándose como un chico en libertad a finales de siglo XVII. Se embarcó como marinero y fue soldado del rey Guillerno III combatiendo en la guerra de Sucesión contra españoles y franceses. Terminada la contienda y al fallecer su joven marido Fleming, con quien llevó una taberna en Breda, se enfundó de nuevo sus ropas de hombre y se embarcó en un mercante holandés hacia América del Norte que fue atacado a la altura del Caribe. El filibustero capitán, Rackham, con su emblema de huesos y calavera, propuso a la tripulación unirse al grupo y así fue como Mary-Peter Read se convirtió en pirata de larga casaca cambiando los espadazos de las guerras en tierra firme por las escaramuzas tras su reclutamiento en los lejanos mares del Sur. 

Unidos fuera de la ley

Así se unieron las vidas de ambas mujeres en una de las bases piratas que trufaban el Caribe. No hay pruebas de la relación amorosa entre Ann y Peter, en realidad Mary, pero la historia de las dos piratas dibuja en la leyenda un triángulo con Jack. Juntos, en la misma y particularísima tripulación de Rackham, ellas demostraron estar bien dotadas para las batallas y a lo largo de un año se dedicaron a saquear barcos con ferocidad en Bahamas mientras aumentaba la fábula del gran tesoro que ocultaba el capitán del barco. En cuanto a ellas, su presencia en el navío inspiraba respeto y temor ganándose el reconocimiento de sus compañeros de tripulación por su habilidad con la espada y la pistola.

Mary Read, del Ejército inglés a la piratería y la prisión.

Mary Read, del Ejército inglés a la piratería y la prisión.

Sus aventuras acabaron al poco, en 1720, rodeados de patrullas de la Armada Real inglesa y navíos cazapiratas. Los hombres no opusieron resistencia por estar borrachos y fueron ellas quienes lucharon en cubierta hasta ser capturadas. 

Fueron ellas quienes lucharon en la cubierta, ya que ellos estaban borrachos, hasta ser capturadas

Tras el juicio, Jack fue ejecutado a los 37 años en el cadalso. Antes y durante una visita en prisión, Ann, que apenas contaba 20 años al final de su aventura, le dijo: “Lamento verte así, pero si hubieras luchado como un hombre ahora no tendrían que colgarte como a un perro”. El episodio de la detención constituye el primer documento escrito que presenta la existencia de mujeres a bordo de un barco pirata.

Muerte en prisión, desposada o el convento

Tras el apresamiento del Ranger, Mary y Ann fueron encarceladas. La primera embarazada, la segunda asegurando estar encinta para eludir la horca. Mary murió enferma en prisión y, en el caso de Ann Bonny, desapareció de la cárcel tras la mediación de su padre al que prometió acudir a un convento y sentar cabeza. Otra teoría habla de su liberación por mediación de la carta que el temible Bartholomew Roberts, el pirata galés de una inmensa flota de más de 400 barcos, envió al gobernador de Jamaica amenazando con los cañones de sus navíos. 

Pero existen otras teorías como que Ann retornó a Charlestton , en Carolina del Sur, donde tuvo el segundo hijo de Rackham y volvió a casarse para tener otros ocho retoños. Retirada de la piratería, murió apaciblemente a los 82 años en 1782.

Disruptivas y rebeldes en un mundo no tan idílico

Más que a las ansias de libertad, la piratería femenina respondía una enorme capacidad de adaptación

Estatuas de Bonny y Read en Nassau.

Estatuas de Bonny y Read en Nassau. Cedida

La irlandesa Ann Bonny, junto a la inglesa Mary Read y otras mujeres piratas como la escocesa Grace O’Malley, la convicta deportada Mary Crickett o Charlotte de Berry, constituyen el grupo poco frecuente de mujeres que encontraron en la piratería una forma de vida en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, ninguna de ellas se instaló en un mundo idílico. “Si bien su oficio les permitía no acatar las restricciones legales de las naciones, ni las convenciones sociales o religiosas, tenían sus propias reglas, determinadas por acuerdos del grupo al que pertenecían”, señala investigadora del departamento de Historia de la Universidad de Navarra, Vera Moya.

“Era una vida dura”, añade, “como la de cualquiera que mora y ejerce un oficio desplazándose en la inestable y caprichosa naturaleza marina; una vida al límite de la supervivencia y la violencia humanas”. Siendo piratas y mujeres además, es importante tener en cuenta la amenaza constante de moverse en un mundo dominado por la esfera masculina “que en esos tiempos las marginalizaba considerándolas débiles y vulnerables”. Además, al representar una clara minoría en una sociedad de mayoría y tradición patriarcal (la marinera y la de las armas), se percibe, según Vera, “un nivel de adaptación o esfuerzo extra, de muchos sacrificios y toma de decisiones riesgosas”.

Las mujeres piratas vivieron un nivel extra de esfuerzo, sacrificios, decisiones riesgosas y adaptación

Por otro lado, es probable que que la atracción que despierta la vida de aquellas piratas tenga un trasfondo más antiguo en relación con el misterio que siempre ha despertado una naturaleza femenina y rebelde. “Un carácter enérgico y dinámico, relacionado propiamente con la masculinidad”, señala.

Por último, Vera destaca el inusual papel de Calico Jack, “pues rara vez los hombres de mar solían darse la libertad de tener tan cerca a, no una, sino a dos mujeres en el navío a su mando”.