Se cerraban hoy los conciertos del Kursaal con una propuesta muy diferente a todo lo que habíamos visto estos días. Desde Huelva llegaba la cantante de flamenco Rocío Márquez junto al jerezano Santiago Gonzalo, Bronquio, y su aclamada propuesta, ese trabajo titulado Tercer cielo en el que se funde la tradición flamenca con las músicas urbanas y las raves del siglo XXI, elegido como uno de los mejores discos del Estado durante el pasado año. Nos faltaba comprobar que daba de sí su puesta en escena. 

Su transgresión le ha hecho pasar por momentos difíciles por la críticas de los puristas y ortodoxos del flamenco. Gracias a dios se ha repuesto y apuesta por esta línea de renovación y continúa adentrándose en terrenos inexplorados.

Con una escenografía muy teatral, dos enormes telones en ángulo recto iluminados suavemente, en la penumbra, Bronquio se ha presentado con sus artilugios electrónicos y Rocío Márquez reptando, muy sugerente, casi imperceptible. 

Ha abierto con el tema con el que comienza el disco Paraíso. Cuántos cuerpos por venir, con bases volátiles y mostrando poco a poco el espacio escénico.

Exprimelimones es una bulería que la presenta acompañada de una capa extendida en el suelo. En los pregrabados palmeros, cajones, es la deconstrucción del flamenco, reverberaciones en el ambiente con ecos en el sonido flotante. Los temas se han ido fundiendo en el mismo orden del disco. 

Niña de sangre se ha ofrecido con coros pregrabados y Rocío Márquez amagando sus dotes de bailaora. Sin pausa ha sonado el tango Agua. Se ha levantado Márquez colocándose la capa a modo de falda, es un espectáculo conceptual, medido, con ella descalza y Bronquio haciéndole coros susurrando. Con la iluminación débil, mínima, se ha cerrado con bases de ambiente y la voz de Rocío ondulante, perfecta. 

Primera pausa y primera oportunidad para que agradeciéramos lo que estábamos viendo, con grandes aplausos. Ha comenzado luego con Un ala rota, Garrotín. La visión ha sido ensoñadora, casi surrealista, con Márquez sentada y, por momentos, con la voz tratada electrónicamente, deformada.

Bronquio se ha hecho cargo del espectáculo y los beats se han acentuado con ritmos sincopados, con una buena respuesta del público. 

Droga cara ha presentado claramente las dos caras de la propuesta, la clásica y la futurista, folclórica e innovadora, con voces sintetizadas y Márquez con un hábito pseudo religioso. La estética ha sido contagiosa, muy atractiva. Las bases electrónicas, secas, áridas, se han conevertido en el complemento perfecto para ese instante en el que la silueta de ella desde fuera del escenario se proyecta sobra las telas. Era su sombra aflamencada, visualmente exquisita. Empezaron los 40 nos ha llevado a la primera colaboración entre los dos artistas. La ha cantado de rodillas, con emotividad.

Ha sonado La Piel, totalmente hipnótica, y Grande, con Márquez, sola, demostrando sus capacidades vocales, tradición y vanguardia de la mano. Bronquio se ha acercado a los ritmos latinos en Mercancía. Bronquio no se limita a manipular sus gadgets, tiene tiempo para sus propias y tímidas coreografías. Ha sonado por bulerías MMM

A estas alturas la sensación era que, a pesar de ser el concierto más flojo en cuanto a respuesta de los del Kursaal, sin duda ha merecido la pena adentrarse en este proyecto más que sugestivo

Se han acercado a la electrónica más festiva con El corte más limpio, con ritmos repetitivos, siluetas, sombras, flashes, hedonismo, pero siempre desde una sensación más bien inquietante, no muy festiva. 

Han cerrado con la seguiriya La piel, en otra de sus diferentes versiones, con otra demostración de potencia vocal que ha puesto al público en pie. Ante la insistencia y desde el borde del escenario y sin ninguna amplificación, Rocío ha cantado a pelo Qué grande es la libertad. Qué mejor colofón para esta estupenda propuesta.