Lleva prácticamente 30 años de actividad musical creativa. Es un auténtico defensor de toda la música negra, sobre todo la de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en California en 1969, Ben Harper sigue con una actividad frenética, con una agenda repleta de conciertos y hoy hemos tenido la suerte de disfrutarlo en Donostia. Entradas agotadas para este hombre que ya visitó el mismo escenario en octubre de 2006, cuando demostró una no habitual cercanía con el público, con acciones como irse a tomar algo con algunos fans que le esperaban tras el concierto.
En esta ocasión venía a presentar su decimoctavo disco, publicado recientemente bajo el título de Wide open light. Y tal y como ha terminado todo, Harper ha podido haber salido a hombros del Kursaal después de la lección que nos ha brindado, con un público entregado y admirado tras el exquisito concierto, en el que ha habido espacio para todo tipo de sensaciones y estados de ánimo.
Previamente al concierto, clásicos del soul y del reggae han amenizado la espera, con espectadores algo más jóvenes que los de las jornadas precedentes y ambiente oriental para dar la bienvenida a los músicos, que se han presentado como un quinteto vocal de altos vuelos interpretando a capella Below sea the level.
Con los músicos ya dispuestos y preparados, uno de sus primeros éxitos, Diamonds on the inside, ha sonado delicado y con tono vintage de la mano del órgano Hammond y de la guitarra eléctrica.
Está claro que estilísticamente Ben Harper es un hombre que mira hacia atrás. Se han marcado un eléctrico Burn to shine en tonos distorsionados para continuar con un medio tiempo Dont give me up muy variado, jugando con las intensidades y buscando falsetes casi imposibles. El reggae es otro de los estilos donde Harper se desenvuelve perfectamente y lo ha demostrado con Finding our way, con una gran demostración de la sección rítmica convertida en una especie de sly & robbie.
Darwin Johnson en el bajo y Oliver Charles en la batería han estado colosales. El sonido de la guitarra con efecto wah-wah nos ha llevado a Mama´s Trippin. Envolviendo la idea el órgano hammond de Cristopher Joyner, a estas alturas el sonido era más que aceptable. Ha utilizado en Need to know Basis el lap steel guitar, sentado, con el instrumento en horizontal sobre sus muslos y con buena parte del público tarareando el tema. Ha sido un duelo de timbres opuestos y ha subodo mucho la intensidad del concierto con el bajista y el propio Harper en un amistoso duelo con ritmos repetitivos, exigente y muy bien resuelta. El concierto ha crecido.
Ha llegado el tiempo para el recogimiento, la delicadeza. Harper, solo, con distintas guitarras acústicas, ha interpretado con una sensibilidad exquisita y una expresión sonora envidiable Walk away, un tema precioso y muy emotivo, y Another Lonely Day, que nos ha traído ecos de Cat Stevens en su cadencia vocal, y She’s only happy in The Sun, recibida con mucho gusto por el público. Ha vuelto con la lap steel guitar y ha dado una lección técnica que le ha servido de prólogo para su declaración de intenciones, en la que ha mostrado su amor por las musicas de raíz y ha nombrado a figuras legendarias del hip Hop como Grandmaster Flash o LL cool J. Se ha parado también para recordar a Camarón, por el que siente una especial debilidad, y se ha reído de él mismo por hablar tanto en inglés en San Sebastián.
Se ha movido de nuevo por el blues y el soul, con sonidos cálidos y medios tiempos que han conseguido animar la platea.
Burn me down ha sido el inicio de la traca final. Say you Will ha estado llena de cambios, de distintos matices; Faded ha sonado muy dura, salvaje, con el guitarrista Adrian Painter desbocado, ha vuelto el reggae y ya la fiesta ha sido total.
El público en pie, Harper bailando y la fiesta absoluta. Harper ha sido aclamado, jaleado y adorado. Se ha tirado al suelo y se ha reído de su propio estado de forma. Tantos años haciendo skateboard para esto. Se ha reclamado su vuelta y lo ha hecho con Amen Omen, amansando un poco al personal y ha fundido este tema nada menos que con el clásico Knockin’on heaven´s door, más reconocible que si la hiciera el propio Dylan. Apasionante experiencia emocional.