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Iratxe FresnedaDirectora de cine, investigadora y profesora de la UPV/EHU

“En ‘Tetuán’ desnudo mi propia historia familiar para engancharla con la de otras personas”

El Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia acoge este martes en el Victoria Eugenia la proyección de ‘Tetuán’, película con la que Iratxe Fresneda cierra su ‘Trilogía de los registros’.

“En ‘Tetuán’ desnudo mi propia historia familiar para engancharla con la de otras personas”Ruben Plaza

Dentro de la programación del Festival de Cine y Derechos Humanos, el Victoria Eugenia acoge este martes la proyección de Tetuán, película de no ficción que cierra la Trilogía del registro que la cineasta Iratxe Fresneda (Arrigorriaga, 1974) arrancó en 2016 con Irrintziaren Oihartzunak, a la que siguió Lurralde Hotzak dos años después. En este nuevo documental, Fresneda se sumerge en la memoria familiar como detonante de una reflexión sobre la identidad de las personas migrantes. Así, habla sobre su padre, Carmelo Fresneda, nacido en Almería, que creció en Tetuán y que acabó viviendo en Bizkaia. La mirada al pasado de la también investigadora y profesora de Comunicación Audiovisual de la UPV/EHU se completa con el relato sobre la fotógrafa suiza Annemarie Schwarzenbach. Esas maneras no estereotipadas sobre dos personas migrantes resuenan en el presente en Tetuán, gracias a otros dos testimonios que tampoco encajan en una imagen prefabricada: Irina Conca, una migrante rumana de segunda generación que reside en el mismo Arrigorriaga, y Mohamed Iacob, un saharaui formado en Cuba y que cuenta con familiares en los campos de refugiados en el desierto.

¿Qué es la memoria para Iratxe Fresneda?

Pienso que la memoria es algo de lo que se habla demasiado pero, como término, se conoce poco. Es un concepto con muchas aristas, recovecos, multidireccional y que es difícil de definir. Pero la memoria nos hace personas, nos hace mirar la vida de determinada manera y también condiciona nuestra forma de actuar. Eso sí, creo que hay que ir en su contra cuando hablamos de los tópicos de los relatos únicos.

En ‘Tetuán’ indaga, de alguna manera, en el pasado que la hecho quien es. ¿Es doloroso escarbar en el pasado?

Sí, por supuesto que es doloroso. Es un ejercicio de búsqueda, de arañar en lo que no está, en los recuerdos, en la no existencia física de la figura de un padre querido. A ese respecto, sí que es doloroso porque he descubierto cosas que a él también le dificultaron su trayectoria vital. En ese viajar a descubrir esa memoria familiar y personal, he descubierto que mi padre fue una persona muy valiente, sin ser un inconsciente. En su juventud sí lo fue, mucho, pero cuando fue madurando tomó decisiones muy coherentes. Por ejemplo, avaló con su propia casa de persona obrera y trabajadora la creación de una ikastola. En ese sentido, me parece que tomó unas decisiones muy coherentes y eso me hace sentir muy orgullosa de él. Eso hace que la memoria que yo voy construyendo, que no son los recuerdos, sea sólida y tenga algo de luz, alejada del dolor.

En ese proceso de construcción de la memoria, ¿ha descubierto algo nuevo de su padre?

Sí, muchas cosas, pero para mí sigue siendo una nebulosa. He descubierto que trató de huir dos veces del Estado español, de la dictadura, y que las dos veces sus huidas fueron truncadas. La primera vez lo intentó por los Pirineos y la otra por las Islas Canarias, porque trató de irse a hacer las Américas y huir de todo esto. Eso fue una de las cosas que más me llamó la atención, esa necesidad de huir, de escaparse de un sistema coercitivo y duro.

Y, ¿ha descubierto algo de usted misma?

Sí. Descubrí hace tiempo que no me gustaban las voces en off (ríe). Pero he descubierto que, a veces, hay que hacer y utilizar recursos, aunque no sean tus favoritos, porque la forma tiene que estar al servicio de lo que estás contando. Es ahí donde grandes personas del cine para mí me han hecho ver que no pasa nada porque utilice la voz. Es como si utilizase un movimiento de cámara o el sonido de los pájaros.

‘Tetuán’ habla sobre las identidades. ¿Qué es ser una persona migrante en el siglo XXI?

Es la pregunta que yo me hago en esta película: ¿Qué nos convierte en personas migrantes? Es algo que también hablo con mis estudiantes Les pregunto: ¿Cuando vais de Erasmus a Escandinavia cómo os miran? ¿Cómo os sentís ahí? ¿Os conoce la gente? ¿Es fácil expresarse cuando no conoces el idioma, cuando no está tu familia contigo y en un momento dado te quedas sin dinero? Hay muchos tipos de migración, hay muchos tipos de migrantes, pero también hay una imagen estereotipada.

Hablamos de migrantes de primera generación pero ser migrante de segunda generación también determinará la identidad de la persona.

Por supuesto. En Tetuán, Irina es un buen ejemplo. Creo que hemos hecho una buena combinación de historias entrelazadas y cuestiones en común que tienen todas estas personas que deambulan y viajan en el universo de la película. En el caso de Irina, es una migrante de segunda regeneración que tiene muy difícil hablar de sus raíces. Mucha gente tiene muy estereotipadas a las personas que vienen de Rumanía, se las relaciona con conceptos como pobreza, delincuencia, etcétera. En ese estereotipo se ha visto muchas veces damnificada.

En la película Irina relata que para intentar escapar de ese estereotipo ha hecho un esfuerzo para hablar castellano perfectamente.

Dice que ha tenido que aprender el idioma incluso mejor que el resto. Esa es una de las cuestiones que Irina ha sufrido, al igual que muchas otras. Podemos hablar, incluso, de una especie de negación de las propias raíces, de la propia identidad, para no se te identifique con esos colectivos estereotipados. Es como si se aplicase una especie de autoxenofobia: el querer ser la más vasca de todas las vascas, o la más inglesa, o la más española, o la más francesa de las francesas. Es un tema que me parece que está muy candente y que hoy en día es muy interesante para explorar.

A su vez, la película habla de las fronteras, siempre excesivas.

Para mí es impactante volver a ver siempre esas imágenes de todos los tipos de fronteras que hacemos los seres humanos, ya sean físicas o ya sean intangibles; esas que no se ven pero que están presentes y que tienen que ver con esa definición siempre del otro, los otros y las otras, como esas personas subalternas y que no son sujetos propios, con una identidad y una entidad propia, con unas características propias que pueden aportar tanto como nosotros y nosotras, o más.

‘Tetuán’ habla del pasado y lo personal y del presente y lo colectivo.

En la película hay eslabones que nos llevan de lo personal a lo colectivo y a la inversa. Desde el principio, desnudo un poco mi propia historia familiar para engancharla con la de otras personas. Yo puedo ser una persona occidental, considerada de raza caucásica, pero tengo una historia también detrás: ¿Qué tipo de inmigrante era mi padre? ¿Cómo le acogieron aquí? ¿Cuál era su historia? ¿Qué dificultades pasó? Ese es el detonante. Está muy bien pensar en el pasado e idealizarlo como se hace muchas veces, pero vayamos hacia el futuro y hacia el presente, sobre todo: ¿Qué es lo que está pasando hoy en día? ¿Cómo miramos a esas personas que nos rodean? ¿Con qué prejuicios?

¿Cómo llega Iratxe Fresneda a Irina Conca y a Mohamed Iacob?

Ambas personas están muy cerca. A Irina la conozco desde niña, desde que llegó a mi pueblo, a Arrigorriaga. Tengo una vinculación muy especial con su familia, siempre me han ayudado y yo también a ellos. Es una relación, digamos que, familiar. A Mohamed llego porque estaba buscando una persona saharaui, quería relacionarla con la cuestión de Marruecos, Tetuán, y la cuestión de la apatridia. Compañeras de trabajo que le conocían me lo presentaron.

A través de la historia de Mohamed llegamos a los campamentos de refugiados saharauis, personas varadas.

Llevan prácticamente 50 años atrapados en un limbo sin poder ser, sin poder hacer, sin poder generar, ilusiones, vidas, sin construir sus propias casas. Todo esto se refleja en Tetuán de una forma metafórica y, al mismo tiempo, real en todo lo que se abandona en el desierto, como son los motores de los coches que ya no funcionan. Llevan tanto tiempo llenándose de arena que acaban de dejar de funcionar, pero siguen ahí. Hay una presencia que permanece, como las ballenas: cuando son expulsadas de sus ecosistemas naturales se quedan en la arena y se van ahogando y dejando de respirar. Es un poco la sensación que yo tuve cuando estuve en los campamentos del Sáhara, están fuera de su ecosistema y, por momentos, parece que van a dejar de respirar.

‘Tetuán’ es una ‘road movie’ filmada en lugares tan variados como Rumanía, Madrid, Marruecos... ¿Cómo fue el rodaje?

El rodaje tomó algo menos de un año. Todo el proceso de producción fue complicado. La pandemia nos atrapó y eso truncó muchos procesos de trabajo. Ha sido muy intenso. Hemos trabajado con pocas personas para generar ambientes de rodaje más íntimos, más relajados y más flexibles. Esto también te obliga a trabajar con una precariedad importante a la hora de utilizar recursos y hacer cosas. Por ejemplo, además de tener una persona que lleva la cámara conmigo, yo también he ejercido de segunda cámara, y hemos rodado cada una el 50% de lo que podemos ver en la película. El sonido también se ha hecho entre muchas personas. Ese es el precio que hay que pagar por la intimidad para conseguir ciertas imágenes en los rodajes.

Con ‘Tetuán’ cierra la ‘Trilogía del registro’. 

La Trilogía del registro es un trabajo comenzó en la investigación académica, en el descubrir todos esos archivos o personas que están detrás que se quedan de lado, que no interesan en los grandes relatos. La primera parte, Irrintziaren oihartzunak, fue sobre Mirentxu Loyarte. Quería hacer un juego de espejos entre esos archivos que me parece que hay que poner en valor, que de alguna manera hay que rescatar pero también reescribir desde el presente. Tetuán también se inscribe dentro de este juego: ¿Qué personas están registradas? ¿Cómo registramos eso que definimos como los otros y las otras? ¿Cómo registramos a las personas migradas, por ejemplo, en los medios de comunicación? Como un colectivo compacto, en lugar de hablar de un colectivo de identidades diversas.

Ahora que cierra esta trilogía, ¿es pronto para hablar de proyectos futuros?

Tengo varios. Tengo un cortometraje que habla también de la destrucción de la memoria y, en cierto modo, del fin del periodismo. Está rodado hace tiempo y estoy tratando de buscar momentos para montar; ahí estamos. Y luego hay dos largometrajes que tengo en mente. Uno es Bide guztiak irekiak daude, otra road movie con otro tono, de otra forma. Y la otra es una historia que puede llegar a ser una ficción que tiene también tiene que ver con el desierto.