Al pensar en ilustres marinos de Getaria nos vendrá raudo a la cabeza el nombre de Juan Sebastian Elkano, expedicionario vasco que culminó la primera vuelta al mundo hace 500 años. La sombra de Elkano y su gesta son alargadas y, en ocasiones, pueden ocultar involuntariamente otras figuras y otras hazañas. Dos de esos hombres forjados en la mar que escribieron nuevos capítulos en la historia marítima vasca fueron Domingo de Bonechea y Manuel Agote y Bonechea. Los dos nacieron en Getaria en el siglo XVIII y, tal y como se puede deducir por sus apellidos, eran familiares; primos, para más señas. Los diarios de este último, de gran valor histórico, marítimo, antropológico y socio-económico están depositados en el Euskal Itsas Museoa de Donostia.

Aun siendo primos, cada uno de estos hombres desarrolló su trayectoria en dos mitades distintas del siglo XVIII. Domingo Bonechea, por ejemplo, nació en 1713 y falleció en 1775. Fue el marino que, siguiendo instrucciones secretas del virrey de Perú, Manuel de Amat y Junyent, confirmó la isla de Tahití, así como otras tierras pertenecientes al archipiélago de la Sociedad, que hoy en día forman parte de la Polinesia Francesa, en el centro del Pacífico y al este de las islas Fiyi. Bonechea perteneció a una familia de navegantes –su padre, por ejemplo, faenaba en Terranova– y, pese a no contar con una formación militar, desde su alistamiento como piloto en 1732 fue subiendo en el escalafón hasta llegar al cargo de capitán de fragata, título con el que llegó a Tahití en 1772. Durante esas cuatro décadas participó en varias campañas e, incluso, tomó parte en la defensa de La Habana en 1762.

Tal y como recuerda el investigador Francisco Mellén en su artículo Domingo Bonechea Andonaegui y sus expediciones a Tahití, recogido en el sexto número de Itsas Memoria. Revista de estudios marítimos del País Vasco, las expediciones de distintas naciones por el Pacífico suponían una amenaza para la estabilidad económico-política de los territorios bajo el reinado de Carlos III. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la corona española había llegado a la isla de Pascua, renombrada como San Carlos, y aunque se tenía la orden de fundar allí una colonia, Amat decidió enviar una expedición a Tahití en cuanto se enteró de que los británicos tenían la intención de establecerse en dicha isla. Para ello, el virrey ordenó a Bonechea, comandante de la fragata Santa María Magdalena, con el sobrenombre El Águila, que viajase a la Polinesia con el objetivo de afianzar las posiciones. 

El Águila partió de Callao, Perú, el 26 de septiembre 1772 con más de 100 tripulantes abordo. Llegaron a su destino el 8 de noviembre y por el camino reconocieron y nombraron islas como Tauere, Mehetia o Anaa. Las órdenes del virrey eran claras, no podían violentar a los nativos de ninguna de las formas y tampoco hurtar sus bienes. 

Una vez establecida relación con la población local, decidieron continuar con la segunda parte de la misión, llegar a Pascua. No obstante, una vía de agua les hizo regresar a Perú. Allí, Amat ideó una segunda expedición, tal y como narra Mellén: “El virrey, una vez conocidos los informes de la expedición anterior, preparó un segundo viaje a Tahití, olvidándose de los proyectos que tenía para la isla de San Carlos, hoy Pascua. Pretendía establecer una pequeña colonia con la misión de evangelizar a los tahitianos y a su vez hacerlos súbditos de la Corona española, además de descubrir nuevas islas próximas a la isla de Amat, nombradas y orientadas por los isleños en el viaje anterior”.

Durante su expedición a Tahití, Domingo Bonechea descubrió, nombro y cartografío nueve islas.

Para la segunda expedición, que salió de Perú el 20 de septiembre de 1774, la escuadra se compuso de dos naves. Además de El Águila bajo el mando de Bonaechea, el paquebote San Miguel fue comandado por otro vasco, por el vizcaino José Andía y Varela. Para esta empresa se dobló, prácticamente, el número de tripulantes de la primera expedición y se incluyó a una cohorte de religiosos con la intención de evangelizar a los locales. Durante esta nueva travesía, se escribe una de las páginas de la historia marítima vasca. No en vano, Bonechea y Andía hallaron, nombraron y cartografiaron nueve islas entre el archipiélago de la Sociedad y el de Tuamotu.

Tras arribar a Tahití a principios de noviembre de 1774 y levantar una casa misión, a comienzos del año siguiente los nativos firmaron el pacto de Tautira, por el cual los tahitianos reconocían la soberanía de Carlos III. A finales de ese mismo mes, el 26 de enero de 1775, falleció Bonechea por enfermedad y fue enterrado en la propia Tautira, aunque hasta la fecha no se ha encontrado su tumba. Su fallecimiento provocó que la tripulación volviese a Perú y aunque hubo una tercera expedición entre 1775 y 1776, la influencia de la corona española sobre estas islas fue efímera. Cambios en la política internas y de ultramar de la corona hicieron que su interés sobre la Polinesia quedase en un plano muy secundario. De hecho, este nuevo viaje sólo sirvió para recoger a los misioneros que habían llegado a la isla con Bonechea, con el fin de que volviesen a casa.

Manuel Agote y Bonechea y el comercio con China

Manuel Facundo Agote y Bonechea fue primo hermano del explorador que navegó por la Polinesia durante el siglo XVIII. Nació en 1755 en Getaria, localidad en la que falleció 47 años después. Al igual que su familiar Domingo, su desarrollo principal en el mar estuvo vinculado a la otra mitad del globo. Agote y Bonechea no perteneció al estamento militar, sino al comercial. De hecho, además de haber sido parte de la compañía de los Uztariz, fue el primer factor de la Real Compañía de Filipinas en China. Posteriormente, a su vuelta a Gipuzkoa, se convirtió en alcalde del municipio costero que le vio nacer. 

Ejemplo de las ilustraciones de Manuel Agote y Bonechea que se incluyen en sus diarios. Euskal Itsas Museoa, Diputación Foral de Gipuzkoa.

El caso de este vasco es particular, dado que los diarios que escribió entre 1770 y 1797 se conservan en Euskal Itsas Museoa de Donostia, han sido digitalizados y son accesibles para todos los públicos a través de la página web de la institución

El investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, Ander Permanyer, recurrió a dichas epístolas, a las que dedicó una investigación en el séptimo número de la revista Itsas Memoria: “Dichos diarios suponen una fuente de valor incalculable de la labor de esta compañía privilegiada a nivel de factoría, definiendo así su papel en el conjunto del comercio europeo que tenía lugar en Cantón a finales del siglo XVIII”. Además de detalles sobre el comercio en aquel país, el getariarra recogió con gran detalle, incluso con ilustraciones, muchos pasajes de su vida, incluyendo sus expediciones allende los mares.

Agote y Bonechea estuvo vinculado a la citada compañía, fundada en 1785 por el baionatarra Francisco Cabarrús, “que propuso reconducir los activos de la extinguida Compañía Guipuzcoana de Caracas en la fundación de una nueva compañía centrada en el tráfico asiático”. Tal y como se ha citado con respecto a Domingo de Bonechea, la presencia de franceses, ingleses y rusos en el aquel océano a lo largo del siglo XVIII, hizo que la corona de Carlos III de Borbón actuase con el objetivo de no perder influencia fomentando, entre otras cuestiones, campañas de exploración y de comercio.

La misma Compañía de Filipinas venía a ser una propuesta económica, que discurrió en “paralelo” a las actividades del Galeón de Manila, con el propósito de aumentar beneficios y abrirse a otros mercados. Es por ello que la compañía, como otras del continente, instaló una factoría en el puerto de Cantón en 1787, aunque según recuerda Permanyer, la rentabilidad del comercio con China fue siempre cuestionable. 

Aun y todo, con la factoría comandada por Agote y Bonechea “se pretendía llevar un mayor control en el suministro de géneros de China y rebajar costes de transacción, además de hacer un seguimiento de las operaciones del comercio de la peletería del Pacífico en el que la Compañía se estaba implicando”. 

Existió otro elemento que el investigación considera de interés a la hora de abrir una delegación en Cantón: el aumento del tránsito de arroz filipino para China. A su vez, el acceso de la Compañía Filipinas a la plata, más abundante que en otras empresas como la británica, permitía un mejor comercio. En cuanto a las importaciones, a diferencia de otros intereses europeos enfocados en la importación de té, la dirigida por Agote se centró, sobre todo, en textiles, loza y azogue que tenían como destino Filipinas, América y, por supuesto, la península.

Agote y Bonechea abandonó Cantón en 1797 a causa de una enfermedad y a su llegada a Getaria fue nombrado alcalde. Bajo su mandato levantó en el municipio una estatua en reconocimiento de Juan Sebastián Elkano, navegante que a todos los exploradores vascos, su primo y él, abrió camino.