Más fresa y chocolate
Joel Angelino presentará mañana jueves en la sala Imanol Larzabal un monólogo que celebra el 30º aniversario del estreno y el éxito de la película cubana 'Fresa y chocolate'.
La película Fresa y chocolate y el cuento de Senel Paz en el que se basaba, El lobo, el bosque y el hombre huevo, supuso a principios de los 90 auténtica revolución tanto en Cuba como en el resto del mundo en lo que se refiere a las reivindicaciones del colectivo LGTBIQ+. Entre la película estrenada en 1993 y el cuento publicado en 1990 se llevó a escena una versión teatral con el título La catedral del helado, que durante los últimos 30 años se ha representado hasta en 15 países. Con motivo de el 30º aniversario de la cinta, el propio Senel Paz ha retocado el libreto para ofrecer una versión actualizada que se ha presentado en Donostia en el marco de dFeria.
Joel Angelino y Mirtha Ibarra, dos de los actores protagonistas del filme original, han estado en la capital guipuzcoana presentando este monólogo que dirige e interpreta Angelino y que dos sesiones este jueves, en la casa de cultura de Lugaritz –a las 13.00 y a las 16.30 horas–. Según han explicado, en esta nueva versión, la obra no se centra tanto en el ambiente político cubano –Fresa y chocolate cuenta la historia de amor entre un joven comunista y un escultor homosexual reprimido por las políticas castristas–, sino en “la soledad del gay”.
Ibarra, que en el largometraje original se metió en la piel de Nancy, un personaje con la que el dueto amoroso se convertía en trío, ha ejercido como asesora de interpretación. La cubana ha recordado que, aunque Paz figura como firmante del guion, fue el realizador Tomás Gutiérrez Alea Titón –uno de los coodirectores de la película junto a Juan Carlos Tabío– quien se pasó dos años escribiendo el libreto. Fue Titón quien decidió que la historia no se circunscribiese únicamente a la relación que entablan el militante comunista y el escultor, sino que incluyó el personaje de Nancy para construir una trama más compleja. El valor y la “vigencia” del largometraje y la obra permanece aún hoy. Ibarra lo ha ejemplificado con una anécdota de un joven que se le acercó en una ocasión, no hace mucho, contando que gracias a Fresa y chocolate su madre había comenzado a comprenderle.
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