Quizá se haya preguntado alguna vez por qué en Hernani y en Donostia existen calles llamadas Urbieta. En 2025 se cumplirán cinco siglos de la efeméride que hizo que el nombre de un vecino de Hernani, Juan de Urbieta –o Joanes de Urbieta–, desconocido para muchos, pasase a la historia. No en vano, fue el que capturó el 24 de febrero de 1525 al rey de Francia, Francisco I, durante el transcurso de la batalla de Pavía, junto al río Tesino.

Las tropas castellanas, entre las que se encontraba Urbieta, intentaban liberar la ciudad italiana del dominio galo. Existen varias versiones sobre el papel del proceder de Urbieta –y de otros dos compañeros, el granadino Diego de Ávila y el gallego Alonso Pita da Veiga–, pero la secuencia de los acontecimientos fundamental se repite en la mayoría de las crónicas: Francisco I cayó, después de que su montura fuese alcanzada por el proyectil de un arcabuz. Cuando el rey alzó la mirada se encontró con Urbieta y, aunque se negó a rendirse ante su espada, simbólicamente juró claudicar frente al emperador castellano, Carlos V.

La batalla de Pavía supuso el punto final a la campaña que Francisco I había emprendido tres años antes con el objetivo de anexionar el ducado de Milán al Estado galo. Se trataba de un territorio en disputa y el movimiento respondió a la obtención por parte del regente germano-castellano del título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, al que también optaba el monarca francés. Viéndose rodeado por el control de los Habsburgo, casa que encabezaba Carlos V, Francisco I se lanzó a la conquista del milanesado a través de una campaña que arrancó a principios de la década de 1520 pero que se vio finalmente truncada cuatro años después en la contienda en la que Urbieta hizo prisionero al rey de Francia. No fue el único monarca en caer preso en Pavía. A Francisco I le acompañó Enrique II, que ostentaba la corona navarra y que deseaba la restitución del reino después de la invasión de 1512 por parte de las tropas de Fernando el Católico. Posteriormente, la rivalidad entre Francisco I y Carlos V hizo que el primero se aliase con Enrique II.

El 4 de marzo de 1525, es decir, hace ahora 498 años, Francisco I reconoció mediante una cédula expedida en Pisano que fue Juan de Urbieta quien lo capturó, pero también quien “le ayudó con todo su poder a salvar la vida”. En el mismo documento, el monarca francés reconoce que el de Hernani le solicitó que liberasen a su capitán Hugo de Moncada, que había sido hecho prisionero. Finalmente, Moncada fue intercambiado por Pedro Navarro, mientras que Francisco I fue llevado a Castilla donde en 1526 se le hizo firmar el Tratado de Madrid, en el que renunció a sus pretensiones sobre el norte de Italia, acuerdo que rompió nada más pasar la frontera a Francia. Francisco I había dejado en prenda a sus dos hijos, Enrique y Francisco, en Castilla a cambio de su liberación. El incumplimiento del tratado hizo que estos dos permaneciesen recluidos hasta la firma de la paz de ambas monarquías en 1529, en lo que se conoció como la Paz de las Damas. Pocos meses después, el delfín y el infante cruzaron el río Bidasoa. Como consecuencia del nuevo acuerdo, y debido a la dificultad que entrañaba su defensa, Carlos V renunció a lo que ahora se conoce como Behe Nafarroa, que se mantuvo como territorio independiente y con una corona navarra.

El blasón de Juan de Urbieta

Se desconoce la fecha de nacimiento de Urbieta, pero sí su fecha de fallecimiento: 23 de agosto de 1553. Cronistas como Javier María Sada especulan sobre el paso del hernaniarra como mozo por la casa de la familia Artola, situada en el alto de Ategorrieta de Donostia. Tras su actuación en Pavía fue ascendiendo en el escalafón militar y llegó a ingresar en la Orden de Santiago.

Según su testamento, Urbieta fue enterrado en la iglesia de Hernani, aunque también consignó partidas para las iglesias de Santa María y San Vicente en Donostia, así como para el convento de San Telmo. Sus últimas voluntades, por otra parte, sirven también para refrendar su participación en la captura del rey francés. De hecho, lega a su descendencia un blasón otorgado por Carlos V, que recoge toda la iconografía vinculada a lo acontecido en Italia: “Un campo verde y junto al campo, el río Tesino pintando con las ondas del mar. Por encima del río un campo blanco y en el campo verde, debajo un medio caballo blanco, en el pecho una flor de lis con su corona y el freno y riendas coloradas y la rienda caída al suelo, y más un brazo armado con su estoque alzado arriba”.