Pasear por Zabalaga permite a Luis Chillida evocar a su padre, pero es imposible que no recuerde a su madre, Pilar Belzunce. No en vano, ambos formaban un tándem perfecto. Eduardo Chillida era el ideólogo, pero Belzunce era la mano práctica, el “impulso”. “Por eso funcionaban tan bien las cosas”, asegura, para recordar posteriormente una simpática anécdota. “Cada uno tenía muy claro de qué se tenía que ocupar. Mi madre muchas veces decía que no tenía ocho hijos, que tenía nueve. Mi padre era uno más del que tenía que cuidar y el que más trabajo le daba”, ríe para después añadir que Pilar era una mujer con “fe ciega” en Eduardo, desde el inicio de su relación –se casaron en 1950, pero se conocieron en la adolescencia–. 

Eduardo diferenciaba entre el “valor”, aquello que uno otorgaba a algo a través de su esfuerzo, y el “precio”, es decir, “lo que alguien va a pagar por ello”, algo que iba por unos caminos que al escultor “no le interesaban”. “Mi madre se encargaba de que muchas de estas obras que se ven en Chillida Leku se pudiesen hacer. Hablaba con la forja en Legazpi, para ver cuánto hierro había que preparar, qué día se iba a trabajar y el presupuesto que se iba a manejar... Mi padre le preguntaba, Pili, esto lo podemos hacer y mi madre respondía que Igual este año no, el que viene”.

Cuando se le propone junto a qué escultura quiere posar para la fotografía, alguna predilecta, Luis duda: “Hay tantas...”. No obstante, se decide por una que sintetiza el amor de sus padres: Peine del viento XVII, una escultura que Eduardo regaló a Pilar en 1990, a partir de un estudio previo, una pieza que forjó en secreto, algo difícil de ocultar teniendo en cuenta que era Pilar “la que se ocupaba de que todo se pudiese hacer”. “Mi madre nos preguntaba a qué íbamos al taller”, rememora con cariño, antes de golpear la escultura y pedir que se atienda a la reverberación del sonido resultante de una pieza que simula la ondulación del cabello de la matriarca de los Chillida. El sonido trae a la memoria de Luis otro recuerdo, de 2004, un concierto que ofreció Oreka TX y en el que utilizó el Peine de Pili como instrumento. “Sacaron todas las notas”, otra virtud de la obra de Eduardo.