La sociedad donostiarra y sus invitados esperaban la llegada de un ser extraordinario, un músico de otra planeta, un eterno superviviente. Llegaba La Iguana, una fiera indomable, un cantante con aspecto de haberse comido la vida a grandes bocados, otra de esas fuerzas de la naturaleza por la que ya nadie prácticamente daba un duro y que sigue renaciendo de sus cenizas. Y no lo hace trufado de limitaciones, al contrario, cuando menos aparentemente, lo hace con una energía que para sí quisiera más de uno. Es verdad que su cuerpo se muestra un tanto contrahecho, lo cual no es problema para que a los pocos minutos de empezar el concierto de ayer se mostrara con el torso desnudo.

Iggy Pop, durante su concierto en el Jazzaldia Arnaitz Rubio

James Newell Osterberg, más conocido como Iggy Pop, nació en Michigan en 1947. Tras su paso en los años 60 por los influyentes The Stooges, antecesores del punk-rock y donde ya demostró con sus electrizantes directos su arrojo sobre el escenario, ha mantenido un status de leyenda, con conciertos incendiarios en los que consigue una espectacular comunión con el público.

El de ayer era el concierto más caro del Jazzaldia, 80 euros, pero fue el primero en agotarse. Había ganas, muchas, aunque para muchos no era el escenario más adecuado. Enseguida se percibió que había una energía especial en el entorno.

Iggy Pop, durante su concierto en el Jazzaldia Arnaitz Rubio

La primera decepción llegó cuando se anunció que se iba a proyectar un teaser de una película sobre The Stooges de una tal Madeleine Farley, un espanto que provocó las protestas del público, ansioso por ver al cantante y su banda y nada más. Tras una espera excesiva, comenzó el acto. Ya no hubo más decepciones. El concierto estuvo incluso por encima de las mejores expectativas. La tormenta sónica que provocaron Iggy Pop y su banda fue de las que hacen historia. Con un volumen que pocas veces se habrá superado en el auditorio del Kursaal, la experiencia satisfizo a todo el público, entregado y en pie desde las primeras canciones. Una intro espectral y oscura con Sarah Lipstate tocando la guitarra con un arco dio paso enseguida a unos rugidos y ladridos descomunales. Five foot one sonó dura, árida, y transmitió sensaciones que levantaron varios grados el ánimo de la gente. Fue un inicio apabullante. Medio aforo ya estaba de pie al comienzo del shofw.

Público entregado en el concierto de Iggy Pop en el Jazzaldia de Donostia Arnaitz Rubio

Sonaron Loves Missing, con la voz de La Iguana en su punto y Bowie flotando en el ambiente; y Dirty Sanchez, con sus aires mexicanos, nos dio los primeros datos de la fantástica sección de viento que acompaña a Iggy: Leron Thomas en la trompa y Corey King en el trombón. Su trabajo en todo el concierto fue sobresaliente. Tv Eye nos puso los pelos de punta y levantó a todo el público. Definitivamente, viajamos hacia la mejor época de Iggy Pop. Lust for life, uno de sus temas icónicos, fue recibido con entusiasmo y qué decir de The Passenger, su mayor éxito, inecciosa y coreada en su estribillo por las 1.800 personas presentes. Volvió al sonido crudo de The Stooges con Death Trip, áspera y con la voz imponiéndose magistral sobre esas guitarras punzantes, y se atrevió incluso a bajar a las primeras filas. James Bond rebajó un poco la tensión con un gran duelo de bajo y voz y volvimos a los 70 con Sister Midnight, con complejos arreglos, que tiene el sello de David Bowie, que la compuso y produjo en su día, al igual que Mass production, un tema ceremonioso, épico e insistente. Nos recorrió la sensación de que va ser la última vez que le veamos en directo, quién sabe. Free sonó tan sencilla como su título, con todo su significado, Gimme danger subió el ánimo con su sonido primitivo, y I’m sick of you se convirtió en una galerna sonora en la que, en su momento álgido, Iggy Pop cayó al suelo tras tropezarse con algún elemento existente. Se reincorporó con el aliento del público y, lejos de cerrar la canción, la retomó y la cerró de manera genial. La llegada de la gran I wanna be your dog llevó al éxtasis general con su sonido salvaje y desbocado. La fiesta era absoluta. Fue un momento memorable. Tras utilizar la palabra fucking como prefijo para todo tipo de saludos y comentarios, como propina cantó Page, tranquila y profunda a la vez, con preciosos arreglos de viento. Volvió luego a la época Stooge con Down on the street, Fun House y Search & Destroy. Rock en todo su esplendor, perturbador, provocativo, sin concesiones, con el aplauso absoluto para la gran banda que le acompaña, con los oídos un tanto maltratados, eso sí, y el público adorando en pie y en sintonía absoluta con, durante esos momentos, una especie de semidios de acero inoxidable llamado Iggy Pop. La leyenda crece.