A Iggy Pop le tiene que traer al pairo prácticamente todo. Si a La Iguana, el líder de los Stooges y el punk rock, le da por querer tocar en uno de los festivales de jazz más antiguos de Europa, en un recinto cerrado con el público sentado, así sea. El Jazzaldia aceptó la petición del cantante y James Newell Osterberg Jr., como realmente se llama, lucirá torso por primera vez sobre el escenario del Kursaal, que no en Donostia, con una setlist que, a priori, repasará toda su trayectoria, tanto en solitario como con sus colegas de formación. A priori porque, como decía, a estas alturas de la película a Iggy Pop le importa poco todo y no está claro por dónde puede salir.

Hace tres años, en 2019, Iggy Pop sacó su último álbum de estudio, Free, seguramente el trabajo más jazzístico de sus más de cuatro décadas de trayectoria. No obstante, tal y como anunció el director del Jazzaldia, Miguel Martín, el día que dio a conocer la presencia del artista en la edición de este curso, eso no quiere decir que el concierto que ofrecerá sobre el auditorio del Kursaal vaya a ser propiamente de jazz.

Un vistazo a las setlists que La Iguana está poniendo en liza a lo largo y ancho de su gira europea revela un repaso a todos sus éxitos oldschool, a aquellos de sus inicios con los Stooges, a los que firmó junto a David Bowie y a los que lanzó tras volar de la protección del Duque blanco. De este modo, de su último trabajo únicamente se desprenden tres cortes, Loves Missing, James Bond y el título que da nombre al álbum, un tema prácticamente instrumental con el que está dando pie al núcleo central de los conciertos, en el que figuran la mayor parte de sus grandes éxitos de ayer y de hoy.

Hablamos, cómo no, de Gimmer Danger, Lust for Life, The Passenger e I Wanna Be Your Dog, que, junto a la traca final de Search and Destroy y Down on the Street recopilan los temas que le catapultaron a la fama. Quizás el público únicamente eche de menos la caramelosa Candy y, sobre todo, el No Fun, de los Stooges, pero no pasa nada. Iggy y su contoneo, a buen seguro, lo compensarán. Habrá, además, la oportunidad de ver su faceta más contenida, incluso jazzística, algo que le va como anillo al dedo a su actual voz, mucho más grave tras años de desgaste, desenfreno y recuperaciones. No está mal no olvidar que al final, por mucho Iggy Pop que sea, sobre el escenario se subirá todo un septuagenario.

Es por ello que en el programa, si seguimos guiándonos por sus últimos conciertos, recuperará viejos temas que huelen a jazz como The Endless Sea y Sister Midnight. Del resto de álbumes firmados en los últimos tiempos, ya sea con la vuelta de los Stooges o en solitario, parece que no habrá ni rastro. Es más, para dar con el tema más cercano fuera de su último trabajo hay que remontarse hasta el Zombie Birdhouse de 1982, del que recupera Run Like a Villain.

Drogas por dietas macrobióticas

Con tal repertorio, la cita del Jazzaldia se presenta como un nuevo canto al pasado. Una nueva oportunidad para Iggy Pop de reírse de todo y hacer lo que le venga en gana. Que su concierto sea el más caro de todo el festival, con 80 euros por entrada, es buena prueba de ello. Algo que por historia musical podría tener su justificación, pero que chirría al comprobar cómo La Iguana es habitual en decenas de festivales, también estatales, cada año.

En Free, el tema que abre su último disco, el músico recita querer ser libre, pero lo cierto es que ya lo es desde hace tiempo. Quizás desde que Bowie le salvó la vida tras el final de los Stooges llevándoselo a Berlín y enderezando su vida al apartarlo de las drogas, regalándole, de paso, su mejor disco, Lust for Life.

Hoy en día, Iggy Pop sigue siendo el mismo sobre el escenario y sigue utilizando el mínimo vestuario posible, pero fuera de él no es el mismo. Ya no hay drogas, sino dietas macrobióticas. Lo que haga falta para, como cantaba en el último disco que publicó con los Stooges hace casi una década, estar listo para la muerte. Antes, sumará una nueva batalla a su casillero, la que dará en el festival en el que quería tocar y que le lleva de vuelta a Donostia 31 años después de actuar en el polideportivo de Anoeta.