Aunque pueda parecer lo contrario, todavía hay un Jorge Oteiza desconocido por mostrar. El Museo Diocesano de Donostia, D'Museoa, se ha fijado para su nueva exposición en la etapa más olvidada del escultor guipuzcoano, la correspondiente a su exilio en Argentina, donde vivió varios años y conoció a la que sería su futura mujer, Itziar Carreño. Bajo el título Oteiza Argentinan, la muestra reúne dieciséis obras creadas por el artista en Buenos Aires, todas ellas inéditas para el público vasco.

Han llegado pocos datos sobre la estancia de Oteiza en Argentina a nuestros días. El artista oriotarra desembarcó en 1935 en Buenos Aires huyendo de la Guerra Civil junto a su amigo Narkis de Balenciaga. Aunque en un principio tenía la intención de ir a París, el escultor finalmente pasó trece años en América con estancias en Argentina, Bolivia, Colombia y Chile que le llevaron a zambullirse en las culturas precolombinas.

Fruto de esa inspiración surgieron algunos de sus trabajos más desconocidos y que ahora, al menos en parte, pueden descubrirse en el D'Museoa hasta el 2 de octubre. Tal y como ha explicado este viernes el director del museo, Edorta Kortadi, la exposición recoge la etapa que marcaría sus ideas artísticas y que desarrollaría en mayor profundidad en el futuro tras su vuelta a Euskadi.

En total, Oteiza Argentinan cuenta con dieciséis obras que no se habían trasladado nunca fuera del país sudamericano y que han podido viajar a Donostia gracias a un marchante navarro especializado en obras en América de autores vascos -también ha recuperado piezas de, entre otros, Ignacio Zuloaga, José Benito Bikandi y Ángel Cabanas- y que se hizo con ellas tras fallecer el coleccionista argentino que las poseía.

Son obras claramente influenciadas por las culturas precolombinas como Retrato de una mujer, una cabeza totémica de rasgos primitivos, o Pareja, una escultura figurativa que repetiría en posteriores colecciones. Existe tan poca información sobre su paso por el Nuevo Continente que apenas hay documentación de estas obras, por lo que se desconocen los títulos, las dataciones y las fechas de compra de casi todas ella. Para poder incluirlas en la exposición, se ha llevado a cabo un exhaustivo análisis comparativo con las obras documentadas en el Catálogo razonado de escultura, de Txomin Badiola, editado por el Museo Jorge Oteiza, que ha permitido hacer algunas descripciones y apreciaciones.

De este modo, el museo ha llegado a la conclusión de que algunas de las preocupaciones y arquetipos del artista ya se desarrollaron durante su primera estancia en Argentina como la pareja humana, el número dos y los rasgos fisiognómicos faciales. También se pueden apreciar algunas inspiraciones europeas cercanas a Umberto Boccioni, Henry Moore, Paul Klee, Joan Miró y Alberto Sánchez.

Importancia personal

A pesar de que la estancia de Oteiza en Argentina es su etapa más desconocida, lo cierto es que a nivel personal fue, sin duda, la más importante. A los pocos meses de llegar a Buenos Aires, las vidas del escultor y de su amigo Narkis de Balenciaga se separaron, llevándoles por caminos distintos. El oriotarra rápidamente conectó con el pintor y ceramista José Benito de Bikandi y con el pintor y galerista Mauricio Flores Kaperotxipi, dos artistas vascos que también habían emigrado a América y que ayudaban a los recién llegados organizando exposiciones.

Fueron unos inicios de dificultades económicas en los que consiguió vender algunas de sus obras a industriales y comerciantes argentinos de origen vasco. Precisamente, la hija de un pastor vizcaino, Itziar Carreño, se convertiría en su futura mujer tras conocerla el mismo año de su llegada a Argentina.

Oteiza permaneció en el país argentino hasta 1948, un año antes de iniciar los trabajos del friso y la fachada de la Basílica de Arantzazu, dejando tras de sí gran parte de sus primeros trabajos. No sería hasta 1994 cuando anunciaría un viaje por Argentina y Chile para "recoger mucha obra que tengo allí olvidada y documentos que deseo clasificar".

Aunque parte de ella pudo reunirla en vida, varias de estas piezas pasaron a colecciones privadas, como las dieciséis obras que ahora se exponen en D'Museoa y que suponen una excelente oportunidad para descubrir al Jorge Oteiza más desconocido.