La tolosarra Ana Arsuaga dio el salto el pasado año a los escenarios en solitario con el proyecto Verde Prato. La joven compositora publicó Kondaira eder hura, un disco íntimo que bebe del folclore vasco para llevarlo a ritmos más urbanos y electrónicos. Una propuesta muy personal sobre la que ella misma ha tomado todo el control creativo y que se ha visto reforzada recientemente con el galardón en los premios de la música independiente.

¿Qué ha supuesto para usted ser reconocida con el mejor álbum en euskera del pasado año?

-Que desde el mismo sector reconozcan mi trabajo es una pasada. Es muy bonito. Estoy muy agradecida por ello.

El disco tiene poco más de un año, así que imagino que también será una forma de volver a ponerlo en el mapa.

-Sí, y ya lo he notado durante estos días. De repente se ha vuelto a activar todo y yo contenta, porque así salen más conciertos y más gente se pone a escucharte.

Esta misma semana actuó dentro del festival Dock of the Bay, pero, a pesar de ser tolosarra, no suele prodigarse mucho por Donostia.

-Sí (risas), pero ya sabemos cómo es esto: no hay que tocar en los sitios donde ya te conocen (risas). Además, no me gusta dar el coñazo en el mismo sitio. Hace no mucho sí que toqué allí dentro del proyecto Gure ahotsak por el día de la mujer, pero el concierto de esta semana ha sido diferente.

Parece que últimamente rescatar el folclore está más de moda que nunca. Están los casos de Baiuca y Tanxugueiras en Galicia o Rodrigo Cuevas en Asturias.

-Creo que sí hay un boom por parte de los medios, pero es algo que ha pasado siempre, al menos aquí. En Euskal Herria me parece algo superpoco original (risas). No es nada nuevo y se lleva haciendo desde hace mogollón de años, desde Ez dok amairu a Oskorri, Kepa Junkera o Amaia Zubiria. Creo que es algo muy habitual aquí.

Sí, pero quizás ahora la diferencia es que conecta con públicos más jóvenes que tienen la mirada puesta en otros géneros como la electrónica o la música urbana.

-Puede ser. En estas cosas nunca se sabe dónde está el por qué. Solo sé que me alegro por ello.

En su caso, ¿de dónde surge la necesidad de volver a nuestro folclore?

-Para mí, es algo muy natural porque es música que he escuchado desde siempre. Al ser de Tolosa, tengo la música tradicional muy integrado con la festividad. Forma parte natural de las celebraciones, así que es algo que ha sido parte de toda mi vida. Ha terminado por convertirse en una gran influencia, también porque siempre me ha llamado mucho el poder de esas canciones, que sobreviven a lo largo de los siglos. Me parece muy interesante volver a ellas.

Es una música muy enraizada a nuestros paisajes y lugares, algo que, creo, también inspira su proyecto.

-Sí, pero mi interés quizás va más por la presencia de la voz y por la temática de las canciones. Las letras de estos temas como el amor o la familia nunca caducan. Es principalmente en ello en lo que me fijo.

¿Qué tal está conectando el proyecto con el público?

-Quizás no sea para todos los gustos porque puede haber mucha gente a la que se le haga rara la música, aunque eso también es muy relativo. Según cuándo te lo pongan te parece más o menos raro (risas). En general, yo estoy muy contenta porque he tenido una buena recepción para estar viniendo del underground como vengo y siendo un proyecto en el que a la hora de hacer concesiones o de tratar de hacer algo comercial no he reparado. Creo que ha tenido muy buena acogida.

La gente quizás esté también necesitada de autenticidad.

-No lo sé, pero gracias si vienen a mí por eso (risas). Creo que en mi caso parte de un elemento como es el de la voz que, aunque puede permitirme hacer cosas más arriesgadas, entra dentro de unos cánones de armonía con los que es más fácil que conecte. Alguien cantando dulcemente es a priori más aceptable.

Antes ha mencionado algunos referentes de aquí, pero ¿en qué artistas de fuera se fija?

-Hay mogollón y muchas veces la relación no se ve directamente. Sigo mucho a artistas que mezclan música con bases electrónicas pero que no llega a ser algo demasiado duro. Por ejemplo, Cate Le Bon o bandas que mantienen cierta organicidad de la música más clásica.

¿Cree que esa mezcla de estilos está hoy en día tan en boga gracias a las nuevas tecnologías?

-Puede ser. También creo que se debe a la accesibilidad que te da. No necesitas a otras personas ni tanto dinero. Con un equipo relativamente mínimo puedes hacer música y eso tiene que ver con ello. En mi caso, al menos ha sido así.

Hasta este proyecto se había subido al escenario siempre con formaciones como Serpiente. ¿Cómo ha sido el salto?

-Es mucha diferencia pero, como todo, tiene sus pros y sus contras. Te quita lo bueno de estar con otros que, en cuanto a lo profesional es mucho porque tienen otras virtudes y saben otras cosas que quizás tú no. Ahora es estar sola con tus vicios y acabar tendiendo a hacer todo el rato las mismas cosas. En ese sentido es peor, pero luego tiene sus cosas buenas como controlarlo todo, que para alguien tan fan del control como yo es una gozada (risas). Así ya sabes que lo que no te gusta no va a estar y es mucho más sencillo.

Más en un proyecto como este en el que no solo es importante la música, sino todo lo que la rodea, a lo que le ha querido dar especial importancia y que conecta con su otra faceta de pintora.

-Sí. Para mí es un proyecto completo y trato de fijarme mucho en todo. Estéticamente, mi opinión, es importantísima porque al final es un show. Las decisiones importantes las tomo yo y eso me gusta.

¿Eso es solo posible hoy en día siendo una artista ‘underground’?

-No tengo ni idea de cómo funcionarán las cosas ahí arriba, pero imagino que sí que se podrá. Si tú le das importancia desde el principio y no cedes en ese tipo de cosas que son vitales para el proyecto podrás conservarlo.

Está a punto de salir la versión física de ‘Jaikiera’, ¿en qué consiste?

-Jaikiera ya ha salido pero solo en el bandcamp del sello, que es Hegoak diskak. El físico saldrá la próxima semana y con él estará disponible en otras plataformas como Spotify. Se trata de un single doble, dos canciones en un siete pulgadas que hacen referencia al título del disco, al despertar. El primero es Herria esnatzen, que habla del despertar de un pueblo, y el segundo Mundu leunena, que quizás es más íntimo y tiene que ver con el despertar propio.

¿Es una continuación de ese primer trabajo?

-No, es otra cosa. Tiene algo del concepto, pero es diferente. Son ya otras historias mías (risas).

¿Ya piensan en el segundo álbum?

-Sí, el nuevo disco ya está en marcha. Tengo varios proyectos por delante y con muchas ganas de ir sacando más temas. El primer disco se atrasó por la pandemia y ha sido muy difícil para los músicos darse a conocer en este tiempo, pero ahora ya los conciertos son de pie y solo eso me parece una maravilla (risas).