Ni CDs, ni plataformas digitales ni tan siquiera vinilos. En 2022, en pleno siglo XXI, hay un reducido grupo de artistas que, al igual que la aldea poblada por irreductibles galos, sobrevive haciéndole frente a las nuevas tecnologías y deciden publicar sus últimos trabajos en casete. Desde los Strokes hasta Lady Gaga en el ámbito internacional, y de nuevas formaciones como Merina Gris a músicos underground en el panorama vasco, han apostado por formar parte de una comunidad vinculada a la experimentación sonora y a la nostalgia.

En marzo de este año, los ingresos generados por vinilos superaron por primera vez desde 1986 a los de los CDs. En plena efervescencia nostálgica por los sonidos de antaño, hay quienes van más allá y apuestan por un formato de grabación que acompañó a varias generaciones en los 80 y los 90. "Es más un lujo romántico en un tiempo en el que lo físico ha muerto. Los casetes tienen pocos seguidores, pero son muy fieles", cuenta Borja Iriarte, integrante del grupo Bananas, que ha decidido publicar varios trabajos, entre ellos su último, Garun ta Eztarri, en este formato.

Hoy en día, en el que lo digital domina todo, existe una comunidad "ligada a lo underground . "No hay un revival . Son más ediciones limitadas para coleccionistas", asegura el poeta y artista donostiarra Pablo Casares, quien decidió llevar su proyecto sonoro Orma de lo digital a lo físico animado por la creadora sonora Sarah Rasines. Esta joven burgalesa está detrás del sello Crystal Mine, bajo el que han publicado sus trabajos en formato casete los mencionados Pablo Casares y Bananas y decenas de artistas vascos más como Merina Gris, Enrike Hurtado, Mikel Vega y Niebla fascista.

"Es más un antisello", comenta sobre un proyecto que puso en marcha hace unos años motivada por la nostalgia. "No sé a qué se debe el interés de los artistas, pero las modas siempre se recuperan. En mi caso es por haber crecido en los 80 y querer recuperar el espíritu de tener que escuchar todo el disco. No podías saltar las canciones, así que es una lucha contra las playlist", explica.

Aunque en los últimos tiempos artistas de la talla de Lady Gaga, The Strokes y Dua Lipa han sacado sus trabajos en casetes o incluso bandas sonoras como las de las películas de Guardianes de la galaxia se han publicado bajo este formato, la comunidad de músicos que apuestan por el formato responden más a iniciativas independientes. "Suelen ser proyectos frescos y arriesgados. No solo de jóvenes. Puede que al principio estuviese más ligado a la experimentación sonora, pero grupos actuales como Merina Gris también lo hacen. En mi caso, yo no busco que sean conocidos, los saco porque son cojonudos", relata Rasines.

"No es un formato comercial, es underground. Se trata de aportar a un proyecto personal algo que sea más estático y romántico. No se hace por dinero", señala Iriarte, añadiendo que "el sentimiento de lo físico" en un mundo cada vez más virtual acaba por generar por detrás una comunidad que mira al pasado.

¿Los nuevos vinilos?

Utilizados comercialmente desde comienzos de los 70, los casetes fueron perdiendo poder en los 90 frente al disco compacto, un formato con mayor capacidad de almacenamiento, más fácil de reproducir y con una mejor calidad sonora. Por ello, a diferencia del reciente auge de los vinilos motivada por su, a priori, superior sonoridad, la mejora en la escucha no se encuentra entra las motivaciones de los artistas. "No es algo que valoremos, es más la estética, tener el libreto de las canciones, el color de la cinta, la portada... Es algo que puede al audio", revela el integrante de Bananas.

Casares es de la misma opinión e incluso explica que "esa suciedad" en el sonido tan característica de los casetes se ha convertido en un instrumento para muchos artistas que incorporan el formato a la composición musical como si de una pista más se tratase. Rasines, por su parte, va más allá e incluso ejerce como DJ únicamente a base de reproducir casetes. "Es algo que he hecho desde que era pequeña. Me grababa las canciones para escucharlas y ahora hago lo mismo pero para pincharlas", apunta, alabando una sonoridad que le encanta: "A la gente no le suele gustar. El vinilo es más limpio, pero para mí es un añadido más. Hay un encanto que hace que esté más vivo".

A pesar de este cada vez mayor interés por recuperar las viejas cintas magnéticas, los tres artistas ven muy improbable que el futuro les guarde la misma suerte que a los vinilos. "Puede que crezcan hasta tener otra presencia, pero es otra cosa. Nunca llegarán a ser lo que fueron antes porque la música es un reflejo de la sociedad y la sociedad está enganchada al móvil", opina Iriarte.

A ello hay que sumar la falta de una industria detrás que la apoye. El año pasado, en plena pandemia, apareció en Madrid una nueva fábrica, La Cassetteria, pero "no deja de ser una excepción". "La producción de casetes conlleva la autoedición, algo que está más ligado al espíritu del fanzine", observa Rasines, quien se encarga personalmente de cada trabajo desde su casa. "El problema está cuando se te rompe una pieza porque es muy difícil conseguir a alguien que sepa repararla. Es una buena época para experimentar porque hay mucha oferta de segunda o tercera mano, pero la tecnología no deja de estar obsoleta", observa.

A pesar de ello, la artista lo tiene claro. "Si el interés por los casetes crece, será otra cosa y perderá su esencia actual. Creo que seguirán así y no se convertirán en los nuevos vinilos, pero si lo hacen dejarán de interesarme", pronostica. No obstante, por si acaso, quizás vaya siendo hora de ir desempolvando los viejos walkmans y volver a practicar con el boli Bic.