- El director de dFeria, Norka Chiapusso, es "moderadamente optimista" con un 2022 que, espera, vuelva a ser el del regreso de los espectadores a los teatros. Con esa intención acudirán durante toda la próxima semana programadores de toda Euskal Herria a la 28ª edición de la feria donostiarra, en la que comprobarán el estado de forma de las artes escénicas con la presencia de 26 espectáculos, el regreso de las compañías internacionales y la presencia de la obra Altsasu y la polémica que la rodeó.

dFeria consiguió mantenerse en los dos años de la pandemia, pero parece que este será el más normal de todos.

-Estamos muy cerca en número de acreditados y de público a 2019, que fue un año récord, así que sí, parece que se está normalizando todo.

El eje de este año es el equilibrio, sobre el que parece que han estado las artes escénicas todo este tiempo.

-El tema siempre es un aliciente para que juguemos y el de este año lo es bastante. En las artes escénicas estamos constantemente en un equilibrio. En marzo del año pasado parecía que todo iba a cambiar, pero luego llegaron otras olas y todo se quedó en nada. Ahora sí que parece que es más en serio y hemos tenido más propuestas de espectáculos. Hemos manejado en torno a 450 y nos hemos quedado con 26, por lo que ha sido una criba dura. Se nota que la gente vuelve a moverse.

El año pasado se planteó un festival minimalista y, en cambio, estuvieron 28 espectáculos.

-Es un número sobre el que solemos estar cada edición. El año pasado, en concreto, utilizamos el Museo San Telmo para hacer un espectáculo, por lo que si metes un escenario no convencional siempre te suma alguna compañía más. Este año, por ejemplo, va a estar una en la pared del Kursaal, que si de cara al año que viene no lo hacemos se traducirá en una menos. Dependerá siempre de los espacios no convencionales que usemos. No programar la obra en el espacio adecuado acaba por degradarla.

A ese respecto, ¿qué tal se maneja Donostia en cuanto espacios?

-Para ser una ciudad de 180.000 habitantes, tenemos todo tipo de espacios, desde escenarios muy grandes como el Kursaal y el Victoria Eugenia, a otros medianos como Gasteszena y el Principal, e incluso pequeños como el Club del Victoria Eugenia. Y luego todo lo que no es convencional como San Telmo, Tabakalera o ahora el exterior del Kursaal.

Lo que sí se ha recuperado en esta edición son las compañías internacionales.

-El año pasado no nos atrevimos y creo que acertamos porque hubiera sido muy complicado. Nos hubiese gustado traer Fuck Me, pero lo guardamos y acude este año desde Argentina. También viene una compañía de Suiza, otra más argentina y una de Colombia. Con lo internacional siempre buscamos que el espectáculo sea nuevo en el Estado. No importa que se haya visto en Latinoamérica.

En general, hay propuestas de todo tipo, pero destacan las de danza con reputados coreógrafos como Jean Philippe Dury y Marco Goecke.

-Siempre le damos muchas vueltas a la danza. Cuando traemos gente con renombre tienen que encajar en los criterios de la feria. En teatro se ve claramente, no traemos espectáculos que tienen una comercialización muy fuerte. En este sentido, pueden ser nombres potentes pero el tipo de espectáculo encaja en nuestro circuito.

¿Qué tal funcionan las obras de danza?

-Cuesta un poco. Desde hace unos años hemos abierto mucho la feria a la ciudad para que el donostiarra la viva con mayor intensidad. Dicho esto, la impresión que tengo es que mucha gente dice que, como no la entiende, no va. Y eso va en contra de la obra y de él mismo. La danza no hay que entenderla, para eso están los especialistas, hay que sentirla, disfrutarla y dejarse llevar. Hay que quitarse un poco de complejo y atreverse.

Aún así, gracias a esa apertura a la ciudad, el número de espectadores ha ido creciendo considerablemente, ¿no?

-Sí. Estamos en un número de venta de entradas similar a 2019. Además, estas acciones de aprovechar el fin de semana anterior o incluso si vienen espectáculos como este año de Els Joglars, que celebran sus 60 años, dejarlo un día más facilitan el acceso al público. Programar Oreka TX en la fachada del Kursaal es también un regalo para el ciudadano.

Al hilo de lo que comentaba de dejarse llevar con la danza, también han programado la nueva obra de Marie de Jongh, que demuestra que los títeres no son solo cosa de niños.

-Hablar de títeres es hablar de niños y eso no es así. El títere te da una gran cantidad de posibilidades escénicas que el actor físicamente no puede hacer, pero como se asocia a los más pequeños cuesta un poco. Hablamos de lo mismo, de tener curiosidad y acudir a estos espectáculos.

Como es norma, las producciones vascas vuelven a tener una gran presencia. Entre ellas está 'Altsasu', que, aunque parece ya lejana toda la polémica que la rodeó, ¿sigue habiendo temor de que todo se repita?

-Si hay argumentos para justificar una programación hay que aislarse y hacer lo que se considera. Por eso, cualquier polémica que pueda surgir no me da ningún miedo. Mientras el espectáculo no haga una alegoría del fascismo, los escenarios son espacios de libertad. Al que no le guste, si tiene agallas, que los cierre.Los tiempos son cambiantes y a veces se avanza y otras se retrocede. Te puedes llevar sorpresas en cualquier momento, pero yo estoy muy tranquilo con mis decisiones y, si luego toca defenderlas, se hace.

También han programado 'Mi hijo solo camina un poco más lento', que ya se vio en el Victoria Eugenia y ahora se experimentará con la sala de danza.

-Cada año tenemos siete u ocho espectáculos potencialmente programables en el Victoria Eugenia, pero solo hay cuatro días. Queríamos dividir dos de danza y dos de teatro, por lo que pensamos cuál podría funcionar en otro espacio. Hablando con Fernando Bernués, vimos que la sala de danza podía funcionar al tener los mismos metros que el escenario del Victoria Eugenia y podía darle otros ingredientes. Como solo pueden entrar 50 personas, decidimos hacer cuatro pases.

Si funciona bien, ¿la idea es mantenerlo?

-Si el espectáculo lo soporta bien, ¿por qué no? El impacto en el espectador es distinto, porque los actores están muy cerca de ellos. Es otra sensación.

Tras la pandemia, ¿está costando atraer a los espectadores a los teatros?

-El 2021 fue terrorífico. No empezó mal, pero se fue cayendo con el paso de los meses. Este año apunta mejor, por lo que soy moderadamente optimista. Está costando porque han cambiado las costumbres. Es una paradoja que los mismos espacios donde más controles ha habido son los que más consecuencias están sufriendo. Va a costar pero 2022 va a ser mejor.

¿Nota que mucha gente del sector ha decidido abandonarlo?

-Las personas del mundo de las artes escénicas son muy resistentes. Es un mundo que te atrapa. Cuando hay una crisis o una pandemia, se piensa que solo sufre el artista, pero detrás hay muchos gremios que caen en cascada. Están los actores, los creadores los de iluminación y vestuario, los técnicos, los constructores de la escenografía, los transportistas, la propia hostelería cuando giran... Es una gran cadena. Están mal los artistas y muchísima gente también. Es dramático.

Ahora llega la guerra en Ucrania. ¿Cómo vive como programador que se estén poniendo en cuestión obras de artistas rusos?

-No hay que confundir al ciudadano con sus dirigentes. Antes he dicho que los escenarios son espacios de libertad, así que cada uno puede tener su pensamiento o ideología siempre que haya respeto. Partiendo de ahí, yo no entro en polémicas de este tipo.

"La danza no hay que entenderla, hay que sentirla, disfrutarla y dejarse llevar. Hay que quitarse un poco de complejo y atreverse"

"El año pasado no nos atrevimos con las compañías internacionales y creo que acertamos porque hubiera sido muy complicado"

"Es una paradoja que los mismos espacios donde más controles ha habido son los que más consecuencias están sufriendo"